Cuando le preguntaron al historiador Michel de Certeau cómo se sentía en relación con los problemas cotidianos, respondió con una claridad casi incomprensible: “Lo fundamental se desarrolla en lo trivial”, dijo.

Esto viene a propósito del sonado relevo de varias tareas artesanales —como el escribir— a manos de la automatización con un motor de Inteligencia Artificial. Nos asusta lo abstracto hasta que cobra concreción.

Si se considera problemático el escenario en el que estas instrucciones digitales se perfeccionen al grado de hacer mejor que uno algunas tareas cotidianas, habrá que rectificar lo que se entiende por trivial y por fundamental.

Para comprender a cabalidad el aspecto trivial de la generación de contenido no hay que ir muy lejos. Basta revisar un feed en redes sociales. Pero si por escribir se entiende estructurar, resultado de pensar y comprender las vulnerabilidades más relevantes de los destinatarios con el fin de conectar y —juntos— establecer una relación, entonces habrá fundamento en tal oficio que en su antesala, busca ser significativo.

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El potencial de la herramienta

La IA es una herramienta. Sí, una tan potente que no se alcanza a ver aún su alcance, usos y repercusiones, pero no deja de ser una herramienta y ese debería ser el acuerdo en la relación con quien quiera que la use. Visión, como norma de uso. Lo decía Maslow: al hombre que solo conoce el martillo, todo lo que se le cruce parecerá clavo.

Relevancia es una palabra de cuidado. Es la forma segura en la que se viste el erotismo y es indiciada como autora material del tan popular engagement. En la generación de contenidos se tiene que cumplir la promesa que el título propone, por ejemplo, para iniciar una relación de relevancia con quien decidió aportar su tiempo y energía en ese texto. 

Pero la fórmula de la relevancia es mucho más que sumar claridad, concisión, utilidad e interés a un texto. Tiene que ver con formular preguntas valientes, retar el orden con imaginación, saber observar códigos y buscar contundencia en resolver las inquietudes de quien lee.

Aunque la Inteligencia Artificial puede imitar el proceso de creación del lenguaje humano, desconoce la capacidad consciente para vincular referencias que viven offline, fuera de su alcance. Sin ese contexto, los contenidos creados por una máquina pierden el corazón para resonar y quedan como un mero apoyo del propio escritor. 

De ahí que la credibilidad —consecuencia natural de la relevancia— sea conseguida por medio de varias herramientas, métodos y procesos. Pero con un escriba que los: 

Planifique

Dirija a una audiencia específica

Investigue

Estructure

Redacte

Edite

Disfrute

Inteligencia Artificial y Content Marketing

Un contenido que se precie tener calidad refleja la visión, la experiencia y la comprensión humanas. Toda vez que una marca o una empresa produce contenidos profesionales y los sabe colocar en los canales precisos para que impacte a las audiencias deseadas, se dispara un vínculo con el que se crea un lazo de confianza que los señala como autoridades en su industria. 

Esto no funciona oprimiendo un botón. La Inteligencia Artificial puede ayudar a generar piezas incipientes de manera veloz para resolver tareas a manera de cuña. 

Uno de los libros más conocidos de Michel de Certeau se llama “La práctica de la vida cotidiana”. En él se aborda la idea de que caminar es carecer de lugar porque es un proceso indefinido de estar ausentes y —al mismo tiempo— en busca de un lugar propio. Algo tan hermoso como profundo a lo que la Inteligencia Artificial, a lo sumo llegará a aplaudir.

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Contacto:

Eduardo Navarrete es Head of Content en UX Marketing, especialista en estrategias de contenido y fotógrafo de momentos decisivos.

Mail: [email protected]

Instagram: @elnavarrete

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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