Aunque el trabajo se conciba, en muchos contextos, como un castigo, el hecho es que la laboriosidad es un valor muy noble en la vida de la persona. El trabajo no se ha de convertir en el motivo principal de la vida humana, pero tampoco en algo irrelevante. En términos generales, el trabajo se concibe, en un sentido puramente material, como aquella actividad que es necesaria realizar para poder sobrevivir o vivir humanamente. Se entiende como un medio para conseguir bienes y, de hecho, el trabajo es un medio, pero no tan sólo para conseguir bienes de tipo material. Existen muchas formas de trabajar y motivaciones diferentes a la hora de hacer esta actividad humana, pero todas requieren el valor del trabajo.

Ninguna persona puede negar que el trabajo, esa actividad que el hombre ha sabido organizar y mejorar, es algo que tiene valor en nuestro contexto social, histórico y cultural. En el entorno empresarial debemos tener claro que ese valor proviene de la dignidad que el fruto del trabajo da a las personas, tanto en un sentido material como espiritual.

Cuenta Esopo que existió una pulga que pasaba sus días molestando a personas y animales. Un día, aburrida, decidió visitar al buey y platicar con él. La pulga preguntó al buey: “¿Tú nunca te aburres?” El buey contestó: “No me aburro porque me gusta mi trabajo. Mi amo coloca sobre mí el arado y me dedico a surcar el campo. Recibo mi comida y luego me conforta descansar”. La pulga dijo: “Mi trabajo es mucho más sencillo, voy de un lugar a otro libremente. Lo único que me cansa es tener que cuidarme siempre de los humanos que intentan aplastarme”. El buey observó: “Mi labor no me cansa, me enorgullece cooperar a producir lo que los hombres y yo mismo comemos. Esas manos que te atacan a mí me alimentan y me sanan cuando estoy herido”. Entonces, la pulga pensó que el trabajo del buey no era del todo malo.

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La lección que recibió la pulga en su papel es evidente. Resulta revelador reflexionar sobre lo que hacía que el buey apreciara su trabajo: saberse parte de una comunidad y recibir el mérito por la labor desempeñada. Cualquier empresa busca que su equipo de colaboradores sea eficiente y productivo, pero, paradójicamente, en la vida real, como bien señala el autor Gerardo Hernández en una nota de El Economista, la dignidad del trabajo se queda en la utopía: en México, 60 % de los trabajadores no cuenta con un empleo digno, es decir, sufre carencias en sus derechos laborales y eso impide su desarrollo profesional y personal. 

En este sentido, las empresas familiares pueden inspirar a nuestra sociedad para repensar la noción de la dignidad del trabajo y los colaboradores. Un buen punto de partida sería considerar las palabras de Belén Alonso-Oléa, especialista en derecho del trabajo: “No se puede tratar el trabajo como un producto más al que asignamos un valor de mercado”. Si la sopesamos, la labor profesional no debe ser únicamente valiosa para el empleador, sino que también debe ser un espacio para el desarrollo de capacidades, el perfeccionamiento de habilidades; el lugar donde se viven y se ponen en práctica los valores personales.

Una compañía que ofrece las oportunidades correctas al equipo de trabajo verá potenciado el compromiso de sus colaboradores. Si un colaborador se siente valorado, respetado y sabe que su trabajo es reconocido como valioso, tendrá, por consecuencia, un desempeño destacado en su entorno profesional.

Vivimos en una época donde temas como la justicia, la equidad o la inclusión nos dan una nueva perspectiva sobre lo humano. Las empresas familiares no pueden quedarse atrás en esta nueva forma de entender el mundo. Ya no es posible pensar en empleos que buscan dar lo mínimo a cambio del mejor talento, que no ofrecen prestaciones más allá de lo básico, que exigen trabajo extra sin remuneración a sus empleados.

Un verdadero liderazgo, el necesario para nuestra época, se preocupará porque sus colaboradores consideren que su empresa les da un buen trabajo. Si una organización parte de sus valores corporativos y familiares, los pone en práctica de manera efectiva y toma en cuenta la voz de sus colaboradores, está en camino de dar un verdadero valor al trabajo, al esfuerzo, la dedicación y la disciplina que distinguen a una persona que ama lo que hace. 

El trabajo forja el carácter y afina la personalidad del ser humano, incrementa las capacidades, sirve para sacar adelante a la familia y contribuye al bienestar social. “Más confío en el trabajo que en la suerte”. Proverbio latino

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