La bondad es una fuente de bienestar y felicidad que deberíamos practicar sin miedo por el bien de los otros y el propio.

Ser buenos con los demás nos brinda alegría, paz y una enorme satisfacción moral y ética.

La bondad es una inclinación que surge en nosotros cuando tenemos relaciones humanas positivas.

La ciencia de la psicología ha demostrado que estas conexiones pueden propiciar una mayor salud física y mental, además que nos brindan seguridad emocional: tenemos cerca en quién confiar.

Para nadie es un secreto que contar con un tejido social cercano nos genera esa sensación de protección. Es parte de la naturaleza humana, nos asociamos en tribus, naciones, Estados, familias, pandillas, clubs, comunidades, etc.

Pertenecer a esos grupos nos ayuda a sentirnos cuidados o que cuidamos a alguien más; que buscamos el bien del otro.

En un taller de teatro, por dar un ejemplo, los participantes se esmeran por aprender a actuar y esperan el apoyo de sus compañeros, un consejo, un aliento, un aplauso; y entregamos el nuestro de la mejor manera.

Lo mismo pasa en la bici, con los videojuegos, con nuestra profesión o en las iglesias.

Sin embargo, no siempre es fácil lograr este tipo de conexiones, ya sea por nuestra forma de ser o por el ambiente en que nos desenvolvemos.

Para lograr buenas relaciones, debemos empezar por reconocer que todas las personas somos únicas, con características individuales que nos hacen diferentes unas de otras; pero esas mismas circunstancias permiten que nos complementemos.

Si bien, estas formas de ser diferente a veces chocan con nuestros propios intereses, por igual debemos respetar la dignidad del otro, como esperamos que se respete la nuestra.

Cuando respetamos el pensamiento y características de otra persona; cuando reconocemos lo que la hace única y valiosa, es cuando logramos construir relaciones positivas. Es la clave para despertar en uno mismo y los demás las ganas de ser bondadosos.

Suena muy bonito, tal vez un poco artificioso, pero no lo es. Reflexiona qué te sucede con algunas personas que sabes que no piensan como tú, pero coinciden en algún lugar, en alguna actividad o en el trabajo. ¿Cómo lo superas?

Junto con muchos pensadores, terapeutas y profesionales de muchas partes del mundo, tenemos la certeza de que las buenas relaciones, la bondad y la felicidad se pueden alcanzar si vamos entrenando nuestra mente y modificando nuestro entorno.

Te paso un ejercicio: Piensa en una persona con la que debes sostener una relación, pero que te implica un desafío, que te genera algún tipo de tensión. Puede ser del trabajo, un vecino, un familiar.

Ahora, pon por escrito una o varias cualidades positivas de esa misma persona. Seguramente, lo primero que vendrá a tu mente son los aspectos negativos: omítelos, sácalos de tu pensamiento y concéntrate en lo bueno que tiene.

No te engañes, por mala imagen que tengas de esa persona, debe poseer más de una cualidad positiva, descríbelas de manera precisa.

El penúltimo paso es escribirle una frase de agradecimiento con los elementos que has reunido. Por ejemplo:

“Juan, agradezco que eres una persona con una profunda capacidad de análisis que te permite advertir los riesgos a tiempo y que tienes la paciencia para insistir en generar cambios”.

Tal vez la frase tenga que ver con su vida personal, familiar u otro, pero siempre habrá algo que agradecerle.

El último paso es que leas esa frase en voz alta y pongas atención en lo que sientes. ¿Algo cambió?, ¿qué sensaciones experimentas ahora?.

Es un ejercicio que te ayuda a moldear tu mente para que te permitas construir conexiones humanas y transformar ambientes y tu vida. Ponlo en marcha.

Será muy útil para desarrollar las relaciones de bondad, esas que realmente te conectan día con día.

Contacto:
Rosalinda Ballesteros es directora del Instituto de Ciencias del Bienestar Integral de Tecmilenio.
Twitter: w360tecmilenio
LinkedIn: W360tecmilenio
Mail: [email protected]

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