Cada enero nos ofrece la oportunidad de intentar un cambio que haga nuestra vida más plena y de bienestar, aunque también nos vuelve a amenazar con el autoengaño o con las sombras de la decepción y del fracaso.

En verdad, no se necesita que llegue otro año para fijarnos un nuevo propósito, metas y objetivos; pero la parte positiva de esta moda es que es un buen pretexto para revisar nuevamente lo que estamos haciendo con nuestra vida.

En los casi 8 años que tengo practicando, enseñando y acompañando a personas y organizaciones en aplicar buenas prácticas desde el Instituto de Ciencias del Bienestar Integral, he corroborado que un propósito le inyecta energía, motivación y alegría a todo lo que hacemos.

Se trata de ese gran ideal que le da sentido a la vida y que guía tus acciones todos los días. Tus metas y objetivos tienen como referencia tu propósito, y caminar en esa dirección te hace feliz y eficaz.

Esta dimensión es una de las cuatro que se deben ejercitar para lograr la salud mental.

En este espacio ya hablamos de la bondad y de la claridad; nos faltan la atención y el propósito, y enero es una gran oportunidad para hablar del último, pues es el mes cuando tradicionalmente encaramos lo que nos prometimos para el nuevo año.

Tener claro nuestro propósito nos da certeza de qué metas debemos fijarnos en la vida; a rechazar actividades que no nos apetecen ni nos acercan a nuestro fin. Es lo que nos da esa sensación de que vivimos como queremos y que da sentido a nuestra existencia.

Si tienes claro tu propósito, te felicito, en un gran logro que te puede dar esa confianza de la que hablo, pero, si no lo visualizas aún, te propongo dos claves para hallarlo.

La primera es que debes ubicar tus fortalezas. ¿Para qué eres bueno?, ¿para escribir, para ordenar, motivar, descubrir, innovar? El propósito que te propongas en la vida, va a brotar de esas fortalezas.

Y la segunda tiene que ver con lo que deseas. Deseas… ¿ser escritor, bibliotecario, entrenador de fútbol, investigador o desarrollador de proyectos?

De alguna manera tienen que coincidir fortalezas con deseos.

Crees que no sabes escribir, y quieres ser novelista, pero eres ordenado. Recuerda que la escritura consiste en poner en orden las ideas, y con ello puedes trabajar. ¡Persigue tu propósito!

Muchas veces nos desilusionamos porque la tarea que hacemos aparentemente no coincide con lo que nos hemos propuesto de manera trascendental.

¿Qué tiene que ver mi meta de escritora con lavar los platos sucios de la comida? Bueno, un espacio limpio ayuda a tener pensamientos más claros, sin distracciones; evita que te preocupes y mejor te concentres en tu obra.

También puede suceder lo contrario, nos ponemos metas que en nada abonan a nuestro propósito, ya sea porque no tenemos claro nuestro fin o porque elegimos un objetivo por moda.

¿Quieres ser escritora o escritor?, volverte atleta de alto rendimiento no necesariamente abona en tu carrera (tampoco resta), pero qué tal si pruebas con ejercicio moderado. Limitarte a estar en forma, en lugar de decepcionarte cada año porque no tienes tiempo suficiente para acudir al gym, evita que te sientas frustrado y que renuncies a fijarte nuevas metas más ambiciosas.

Un jefe de familia puede aceptar y soportar trabajos duros y hasta mal pagados porque es un escalón hacia su propósito último que es el bienestar de sus hijos.

El propósito nos da fortaleza, nos hace resilientes, nos llena de energía; transforma enero en un mes que se llena de optimismo y de promesas de bienestar; el propósito traza tu camino con flores de felicidad.

Contacto:
Rosalinda Ballesteros es directora del Instituto de Ciencias del Bienestar Integral de Tecmilenio.
Twitter: w360tecmilenio
LinkedIn: W360tecmilenio
Mail: [email protected]

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