Al pasar por las puertas de hierro originales, un refinado palacio, al lado del río Sena, aguarda a los visitantes para transportarlos en el tiempo y sumergirlos, de golpe, en el encanto seductor de principios del siglo XX. Ahí, el Shangri-La Paris es resguardado por un enigmático edificio con estatus de monumento histórico, que otrora fuera residencia del príncipe Roland Bonaparte, en donde las culturas asiática y francesa se funden en los exquisitos interiores y en una propuesta culinaria que seduce a los paladares más experimentados.

En este suntuoso hotel conviven un par de sofisticados restaurantes que revisan lo mejor de dos reconocidas cocinas internacionales, para empujar al máximo los límites de la gastronomía clásica y aportar vivacidad a este refugio de hospitalidad, ubicado en el número 10 de la famosa Avenue d’Léna, en la Ciudad Luz.

Es ahí donde el chef ejecutivo Quentin Testart realiza un despliegue de talento culinario para revivir la gran tradición de los banquetes, a través de Le Dîner Bonaparte. Esta celebración gourmet tiene lugar en uno de los salones históricos, el cual ofrece el escenario ideal para este viaje multisensorial que transita por las costumbres culinarias y de etiqueta de esa época remota. Logra, así, construir un emotivo momento, donde el pasado toma protagonismo.

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Shangri-La Paris
Foto: Youri Mougel

Tras disfrutar de un aperitivo en una hermosa terraza, desde donde se puede admirar la Torre Eiffel, que ilumina de forma majestuosa la noche un anfitrión va llamando, por su nombre, a cada invitado a esta noble experiencia. Uno a uno, pasan a sentarse, bien sea en una larga mesa ovalada de nueve metros, o en otras, redondas, más pequeñas.

En la Bauhinia, el chef Quentin Testart expresa su amor por la cocina del mar y memorias entrañables

Tal es el preámbulo que antecede una danza de sabores de cuatro tiempos y un menú concebido de acuerdo con la centenaria usanza. Éste es compuesto por opciones como sopa de langosta, filete de ternera Wellington, foie gras de pato con especias o vol-auvent de champiñones con salsa nantua. Plato a plato, se forja un viaje a través de la historia y se construye una atmósfera que invita a imaginar la opulenta vida en la Belle Époque.

chef ejecutivo Quentin Testart
Chef ejecutivo Quentin Testart. Foto: Shangri-La Paris

RECUERDOS DE INFANCIA

La experiencia gastronómica cotidiana en el Shangri-La Paris no es menos sorprendente en La Bauhinia, el restaurante de dos niveles situado bajo una cúpula de cristal, la cual permite que la luz natural inunde todo el espacio durante el día. En este spot conviven dos cálidas atmósferas: una abierta y otra más íntima.

En cualquier caso, los pescados y mariscos frescos son los protagonistas de una carta que es resultado de los recuerdos de infancia de Quentin Testart, quien construye, así, un menú que representa tanto un viaje de vuelta a sus raíces como platos inspirados en una gran cantidad de cocinas globales. La oferta dulce está firmada por el chef pastelero Maxence Barbot.

En Honor al pasatiempo favorito del príncipe Roland Bonaparte, Le Bar Botaniste celebra la botánica a través de cocteles exclusivos y licores bien seleccionados.

Aquí, los desayunos son un festín para los viajeros y los madrugadores que buscan recargar energías para salir al encuentro de una ciudad seductora, que palpita al ritmo del arte y la cultura.

Shangri-La Paris
Foto: Shangri-La Paris

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Por su parte, el Shang Palace, desde su apertura en 2011, ha sido testigo fiel de las historias suscitadas en este antiguo y bello palacio. Es el primer restaurante de alta cocina cantonesa de esta categoría hotelera en Francia y el único en su tipo con estrella Michelin en el país.

Ahí, una brigada de chefs procedentes de Hong Kong es artífice de una propuesta inspirada en las tradiciones del sureste de China. El equipo está formado por maestros en cuatro especialidades culinarias.

La noche puede terminar en Le Bar Botaniste para disfrutar de creaciones botánicas exclusivas y licores cuidadosamente seleccionados. De esta forma, el hotel parisino también rinde homenaje a su residente original, el príncipe Roland Bonaparte.

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