A 10 años de su muerte, aquí un breve recorrido por su obra en la dramaturgia, su legado en el teatro, el cine y la cultura en México.       Teatro. El 24 de diciembre de 2003, en el sanatorio inglés de la colonia Roma, falleció el controvertido autor veracruzano Hugo Argüelles, autor de célebres obras teatrales como Los cuervos están de luto y Los gallos salvajes, y guiones cinematográficos como Las pirañas aman en cuaresma o La primavera de los escorpiones. El maestro Argüelles falleció justo el día de navidad “para arruinarle su cumpleaños a Dios”, opinaron en aquél momento algunos amigos y alumnos de su taller de dramaturgia. Esta broma profana alude a la película El tejedor de milagros (dirigida por Francisco del Villar en 1962, con guión de Argüelles), cuya trama ocurre un día de navidad, cuando una pobre mujer da a luz en un pesebre y dos ambiciosos vecinos (Columba Domínguez y Sergio Bustamante) hacen creer a la gente que se ha repetido el nacimiento del niño Dios. El pueblo, ignorante y fanático, despoja a la madre del recién nacido para llevarlo a la iglesia, en medio del frío de la madrugada. Allí lo depositan en el altar y empiezan a rezarle sin que el cura (Pedro Armendáriz padre) logre evitar una terrible y sacrílega desgracia… En su obra dramática y cinematográfica, Hugo Argüelles se propuso denunciar los abusos del poder, la corrupción y el fanatismo religioso en México, así como la violencia intrafamiliar. También quiso recuperar la idiosincrasia del mexicano, sus creencias, su magia, mitos fundacionales como el del “nahual” y los modos de hablar populares. El sello distintivo de este temperamental autor, nacido en el Puerto de Veracruz en 1932, fue su animalario teatral: diversas especies animales que evocó en sus obras para representar metafóricamente al ser humano, destinadas a evidenciar la conducta instintiva y los vicios del carácter mexicano, aunque también –paradójicamente– su deseo de trascendencia y espiritualidad. Ejemplos de animales como símbolos del mal pueden apreciarse en tragedias argüellanas como Fábula de la mantarraya quinceañera (1994), El cerco de la cabra dorada (1988), Los gallos salvajes (1984), El vals de los buitres (1989), El ritual de la salamandra (1980) o Escarabajos (1959) en donde la conducta de sus personajes refleja las pulsiones de agresividad, huida o sexualidad desenfrenada e incestuosa. Sin embargo, Argüelles matizó su propuesta al crear el humor negro, estrategia dramática que le permitió reírse de la muerte dando origen a farsas como su éxito inicial, Los cuervos están de luto (1957), y posteriormente a Los amores criminales de las vampiras Morales (1980), Romance, bronca y misterio de los caracoles amorosos y los muertos lujuriosos del burdel del cementerio (1986), Las hienas se mueren de risa (1991), La tarántula Art Noveau de la calle de El Oro (1988), El cocodrilo solitario del panteón rococó (1981) y La boda negra de las alacranas (1992). Finalmente, cabe anotar que algunos animales le sirvieron al dramaturgo para mostrar las virtudes de la humanidad, como el caso de Águila real (1992), obra histórica que homenajea el carácter y la dignidad de Isabel de Moctezuma, o Los coyotes secretos de Coyoacán (1996), farsa sobre la valentía de un grupo de pobladores indígenas que se enfrentan heroicamente a un cacique novohispano. La inspiración de Argüelles le abrió las puertas de la industria cinematográfica, en donde se anticipó a su época y rompió tabúes al tratar temas controversiales como la homosexualidad masculina en La primavera de los escorpiones (1971), la rivalidad entre una madre y su hija compitiendo por el amor de un hombre en Las pirañas aman en cuaresma (1969), o la corrupción política en Las cenizas del diputado (1977). También escribió la primera telenovela de humor negro, Doña Macabra (1963) cuyo ingenioso y necrófilo argumento luego fue también llevado al cine en 1972. Argüelles era un hombre de carácter fuerte, recordado por sus expresiones tajantes y excesivas. Algunas veces se dio el lujo de despedir a los directores de escena que dirigían sus obras cuando consideraba que arruinaban su texto. O bien, reclamaba a los periodistas que le señalaban algún error recordándoles que, según su jerarquía, un periodista no podía interpelar a un dramaturgo pues éste “es aún más importante”. También quedó para la posteridad la ocasión en que su alumno Víctor Hugo Rascón Banda lo invitó a un evento de gala y, en el camino, el maestro pidió detenerse a comer. “Maestro, vamos a llegar tarde”, dijo preocupado Rascón Banda. “¿Y qué? No pueden empezar sin ti. ¡Aprende a ser estrella!”. En contraparte, Hugo Argüelles fue un excelente maestro de dramaturgia, dominaba el teatro griego y a los autores del realismo contemporáneo, corriente teatral que más le interesaba. Así, en su taller de dramaturgia, estudiaba minuciosamente a Strindberg, Ibsen, Chéjov, O´Neal, Miller, Tenesse Williams, entre muchos otros. Sus sesiones de clase eran impresionantes, ambientadas con música sinfónica, animales disecados y cuadros surrealistas, en donde el maestro incidía en el estudio del carácter humano y exigía a sus alumnos profundizar en los conflictos para escribir “verdaderas obras de teatro”. Fue así como Argüelles participó en la formación de escritores de renombre como Sabina Berman, Carlos Olmos, Oscar Liera, Jesús González Dávila y Norma Román Calvo. Debajo de su coraza de mal genio, Hugo Argüelles era un ser generoso que compartía sus conocimientos de teatro, guiaba cuidadosamente la creación dramática de sus alumnos y abría oportunidades a los nóveles escritores en cine, teatro y televisión. Su conocimiento era enciclopédico, abarcaba no sólo literatura y teatro sino también historia, etología, medicina, antropología, magia y vida. Los mejores actores de México dieron vida a sus personajes, entre ellos: Ignacio López Tarso (El gran inquisidor), Silvia Pinal (Los cuervos están de luto, versión cinematográfica), Ofelia Guilmáin (La ronda de la hechizada), Enrique Rambal (Los prodigiosos), Carmen Montejo (Doña Macabra, versión teatral), Héctor Bonilla (El tejedor de milagros, versión teatral), Ofelia Medina (Las pirañas aman en cuaresma) o Evita Muñoz, Chachita (Los amores criminales de las vampiras Morales). Su mítica casa, ubicada en la calle de Cacahuamilpa No. 6, en la colonia Condesa, fue todo un centro de enseñanza teatral. Argüelles desarrolló ahí diversas colecciones de pintura, fotografía, escultura, literatura y música con el deseo de que fuese un legado al pueblo de México al convertirse en un museo dedicado, por supuesto, a su memoria. Por desgracia, los herederos del escritor y algunos de sus alumnos no lograron conseguir el apoyo económico necesario para convertir este lugar en un sitio de interés público. Las colecciones se han dispersado y la casa está por ser vendida. Parte de sus documentos quedaron resguardados en el Centro de Investigación y Documentación Teatral Rodolfo Usigli (CITRU), sin embargo, al igual que otras colecciones y bibliotecas de grandes personajes mexicanos, se han perdido para las nuevas generaciones. El pasado domingo primero de diciembre, la Coordinación Nacional de Literatura del INBA organizó un homenaje en la sala Manuel M. Ponce con la presentación de fragmentos de varias obras teatrales argüellanas, dirigidas por Gonzalo Valdés Medellín. Se conmemoró así una década de ausencia de Hugo Argüelles, en la cual las compañías de teatro siguen montando su obra en distintas ciudades del país y sus textos dramáticos pueden leerse en las ediciones del Fondo de Cultura Económico y Escenología. Sin embargo, se extrañan los montajes profesionales del zoológico de Argüelles con la participación de directores y actores de renombre que atraigan la atención del público sobre estas obras mexicanas tan singulares. Cuervos, gallos, caracoles, mantarrayas, cabras, monos, cocodrilos, arañas, aves, hienas y salamandras teatrales duermen el sueño de los justos. Sin museo y sin representaciones, la memoria colectiva sobre Hugo Argüelles tiende al olvido. Así, como público, llegaremos a merecer el calificativo zoomorfo que un personaje argüellano (el cura de Los cuervos están de luto) dice a un grupo de gente indolente y frívola: “¡Son peor que cuervos!”     Contacto: Facebook: Armín Gómez Barrios Twitter: @literacom e-mail: [email protected] http://itesm.academia.edu/AGomezBarrios/

 

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