En unos días, asumirá la gubernatura de Coahuila, Manolo Jiménez. Lo hará en uno de los pocos estados del país donde la alternancia de partido en el poder no ha ocurrido, aunque su administración será plural. 

El triunfo de Jiménez no fue sencillo y requirió que varios factores se alinearan: un buen candidato, una alianza con del PRI con el PAN y el PRD, un gobernador que trabajó para su partido, una campaña adecuada que tuvo como eje la seguridad y una operación de la dirigencia nacional de los priistas que logró que Morena se dividiera.

Jiménez asumió un legado político que se puede medir en décadas y que funciona porque los grandes proyectos se han mantenido a lo largo del tiempo.

Es el caso de la estrategia de Seguridad, que hizo énfasis en la prevención y la lucha contra el crimen organizado. Lo primero se logró generando nuevos y mejores empleos, incrementando el número de escuelas, promoviendo la cultura y el deporte, generando valores cívicos, respetando los derechos humanos y buscando a las personas desaparecidas. 

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Hay que recordar que Coahuila enfrentó severos problemas en materia de seguridad, derivados de la llegada de grupos criminales y de la falta de atención y cuidado ante lo que podía ocurrir. 

Cuando Rubén Moreira asumió la gubernatura en diciembre de 2011, se puso en la agenda la conquista de la paz como una de las decisiones más importantes. 

La clave es que tienen que ser los propios estados los que se ocupen de atender y dar solución a los problemas, con sus propias fuerzas, sin buscar coartadas. 

Se combatió de modo frontal a la violencia generada por los cárteles, se prohibieron los casinos, peleas de gallos, los table dance y otras actividades ligadas directamente a los mercados ilegales. 

Un aspecto central consistió en la coordinación de autoridades de todos los niveles.

Quizá uno de los logros más notables haya sido el de dotar de tranquilidad en regiones como La Laguna, con esquemas de recuperación del espacio público, como ocurrió también en Medellín, Colombia y en Palermo, Sicilia. 

Los datos son elocuentes, porque se redujeron los asesinatos por rivalidad criminal en un 92 %, los homicidios dolosos en 87%, los de privación de la libertad en 90% y el secuestro en 42%.  

El gobernador Miguel Riquelme, cuya función inició al final de 2017, mantuvo los ejes fundamentales de la estrategia y en la actualidad Coahuila continúa siendo una de las entidades más seguras, aunque en estos momentos tiene que enfrentar los coletazos que provendrán del colapso que está sufriendo Nuevo León y de la crisis estructural que padece Tamaulipas. 

Por eso es por lo que el PRI puso un énfasis especial en Coahuila, el que inclusive aterrizó en una operación de hilado fino que coadyuvo, políticamente, a que la 4T se partiera en dos, con Armando Guadiana, un candidato bastante malo por Morena y con Ricardo Mejía, un ambicioso funcionario que creyó que el presidente López Obrador los respaldaría y por ello aceptó la postulación por el PT.

Aunado a ello, Jiménez hizo una campaña ordenada, no se metió en líos de relevancia y mostró que podía encabezar un gobierno para hacer frente a los desafíos, cambiando lo que haya que cambiar, pero bajo el paraguas de lo que sí ha funcionado. Los ciudadanos en Coahuila no quieren aventuras de las que ya perciben todos los riesgos que entrañan. 

Importa la efeméride, porque será uno de los primeros gobiernos producto de una alianza que hasta hace unos años habrá parecido imposible. 

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