En un centro comercial se ha abierto una tienda diferente: los aparadores polarizados impiden la visibilidad al interior, no tiene nombre, no se requiere de dinero para entrar y sólo se acepta un cliente al día. Es todo un fenómeno. Una fila de miles de personas serpentea al interior y exterior del centro comercial, donde sólo uno de los presentes es diariamente elegido para conocer lo que sucede del otro lado de la puerta. La mercadotecnia generada por los miles de curiosos ha sobrepasado las fronteras de lo increíble, y a tan sólo 5 días de la apertura, la noticia de su existencia se ha propagado alrededor del mundo. La gente la llama “La tienda de Dios”. Distintos canales de televisión afirman que esta tienda superó todas las estrategias publicitarias y propagandísticas existentes. Hasta el momento, tres expertos en la materia comentan que no ha habido la necesidad de crearle una marca, sencillamente porque es algo único y todo el mundo quiere conocerlo. Hay quienes afirman que los pasos para ser “el elegido” venían impresos holográficamente en volantes que fueron expulsados por una especie de máquina de aire a presión el día de “apertura” por debajo de la puerta. Para entrar, la mecánica es mucho muy curiosa, tanto como los miles que se forman para tener “la suerte” de entrar: Las personas avanzan un paso a la vez en la fila, para asomarse por el ojo de la cerradura, esperando escuchar la celestial y excitante “fanfarria del elegido” de la extraña bocina plateada con forma de trompeta, sujeta en la parte superior del marco de la puerta, anunciando el permiso de acceso “al cliente del día” a la misteriosa tienda. Los miles de no elegidos comentan que ven una luz brillante que parpadea hipnóticamente durmiéndolos y despertándolos en un mismo segundo. La gente dice que ésa es una sensación agradable, pero prefiere no hablar mucho de eso, quizá porque no lo entienden, o porque les viene acompañado de cierto temor. A veces, el elegido está entre las primeras diez personas; a veces, la fanfarria suena ocho o diez horas después. Las personas del lugar coinciden en que todo este extraño fenómeno termina cuando la fila se dispersa, una vez que la tienda elige “ganador”. Los vigilantes nocturnos comentan que han escuchado ruido proveniente del interior de la tienda, similar a “un enorme bullicio de personas que festejan”. Un amigo te convence para someterte a largas horas de fila. Y tú, finalmente, lo haces más por la curiosidad acerca de la luz hipnótica que por pensar en ser el elegido. Van cuatro horas y poco a poco te acercas, escuchas el murmullo de la gente que se aleja de la cerradura. Casi es tu turno. Tus latidos del corazón se aceleran por algo que considerabas, días antes, pura mercadotecnia. Estás a punto de llegar a la cerradura, pero te detienes, callado. Tu amigo no soporta más la sensación de ansiedad y observa. No hubo música alguna, él se aleja y al verle a los ojos, le notas la mirada perdida, confusa, desorientada. Es tu turno. Una parte de ti te dice que no lo hagas, pero tu curiosidad gana. Cierras el ojo derecho mientras te acercas a pegarlo a la cerradura, en parte por darle importancia al momento que has esperado por días, en parte por temor. Crees que la bocina no sonará, que la fanfarria será para alguien más; pero tu corazón parece detenerse cuando se activa, a la vez que la gente grita y todos se acercan a verte entrar. Y tú no puedes creerlo; fue tanto el ruido que se generó que no oíste nada. La puerta se abre y la gente se dispersa. Ante tus ojos todo ha sido superado por la exaltación de un momento que continúa sólo para ti. Al abrir, el espacio es tan luminoso que te ciega. Una vez acostumbrado, notas una puerta más pequeña, que sólo puedes atravesar si te hincas. La emoción es mucha, y la cruzas. Al salirte te sorprende ver que la tienda es una gran bodega blanca con una mesa enorme de más de cien metros de largo; paralela a ella y en el piso hay unas flechas que, por intuición, sigues sin dejar de ver las cartas en la mesa, distinguiendo que parecen naipes de poker. Tú has caminado más de cuarenta metros siguiendo las flechas marcadas en el piso, mismas que terminan señalando una mesita blanca muy pequeña, paralela a la gran mesa. Abres un sobre y lees: Sobre la gran mesa se encuentran más de 7 mil millones de cartas; una por cada persona que habita el planeta. Ésta es la tuya. Tienes sólo por hoy la oportunidad de cambiarla, con las implicaciones generales que ello conlleva. Sobre la gran mesa se encuentra la carta del hombre más rico del mundo, pero también la del más pobre, la del más feliz y la del más triste, las de millones de desconocidos y las de miles de celebridades. Hoy te doy permiso de que la cambies y tomes otra.   Preguntas del coach (vida y negocios) ¿Cambiarías tu vida? ¿Qué tanta disposición tienes a modificarla y hasta qué punto? Ahora, tras leer esto, ¿cómo valoras lo que tienes? Ahora, tras pensar en ello, responde: ¿tienes una vida dichosa, sí o no? ¿Cómo podrías idear una manera de atraer una innumerable clientela hasta tu negocio? ¿Cómo podrías ofrecer tu producto o servicio mediante una experiencia vivencial única?   Contacto: Correo: [email protected] / [email protected] Twitter: @coachalexmeza Facebook: ImpulsoHumanoMexico Página web: Impulso Humano México   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

La serie que pateó las bases del negocio del audiovisual casero
Por

Con la serie de Netflix ‘House of Cards’, la dictadura de la programación era amenazada por la anarquía del televidente....