México, 1964. La frase “tiranía invisible” quedaba plasmada en los archivos de la Policía Secreta mexicana, de aquella época, y no saldría a la luz hasta 36 años después. La unión de estas dos palabras sirvió para describir la doctrina que debía seguir el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en su relación con la prensa. “La propaganda política debe de utilizar los medios: la palabra escrita para los más instruidos; las imágenes gráficas, la utilización audiovisual de la radio, la televisión y el cine para los menos capaces… (así) podremos concebir un mundo dominado por la tiranía invisible que adoptará la forma externa de un Gobierno democrático”. Este entrecomillado -rescatado de entre un centenar de archivos desclasificados en el año 2000- refleja la trágica y la actual relación de los grandes grupos mediáticos mexicanos, que históricamente se han relegado al papel de ejecutores de la propaganda gubernamental. Así lo explica Jacinto Rodríguez Munguía, historiador y director de la cátedra de periodismo en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), citado en un extenso reportaje publicado en Le Monde Diplomatique, titulado “En México, la prensa al servicio de una tiranía invisible”, y que abunda en cómo las coberturas mediáticas se han doblegado en el país, en los últimos 50 años, a cambio de jugosos contratos de publicidad gubernamentales y otro tipo de concesiones. El trabajo periodístico del rotativo francés, difundido previo al inicio de la campaña electoral a la presidencia de México, hace un recorrido histórico sobre esa relación de conveniencia, nacida y forjada por el PRI, pero de la que también se han beneficiado diversas fuerzas políticas del país. El análisis enfatiza el caso de Televisa, que debido a su posición (con cuota de audiencia del 65% y cuyos telediarios vespertinos concentran a una quinta parte de telespectadores), ha encarnado “esta alianza inquebrantable”, relata. La cadena de televisión, fundada en los años 1950 por Emilio Azcárraga Vidaurreta, ha construido un imperio en México, que se ha extendido por toda América Latina, y cuyo fuerte son las telenovelas que mezclan “drama burgués con proselitismo político”. Tal ha sido el poder que ha amasado esta empresa, junto a TV Azteca, que, en 2012, Enrique Peña Nieto, “llevado al poder por las televisoras privadas”, se comprometió a limitar los monopolios de los gigantes de la comunicación. La promesa, sin embargo, “ha quedado muerta”, espeta Le Monde Diplomatique.  “Nadie parece querer irritar a Televisa o TV Azteca por miedo a perder espacios de publicidad económicos en la franja horaria de mayor audiencia”, cita. Este vínculo perverso no es exclusivo de las televisoras. También se ha extendido a la prensa, que se ha dejado doblegar ante la falta de recursos para mantenerse avante, detalla el medio francés. El gran problema, dice Ana Cristina Ruelas, representante de artículo 19 en el país, es la financiación de los medios de comunicación. Según la experta, un 70% de la financiación de los medios depende de la compra de espacios publicitarios por parte de instituciones públicas. Para los periódicos locales, esta dependencia alcanza el 90%, comenta Ruelas en el rotativo galo. “¿Qué sucede cuando los periodistas desentonan en el coro del poder?”, se pregunta Le Monde Diplomatique. Ruelas responde: “Desaparecen… Peña Nieto afirma que es el crimen organizado el que asesina a los periodistas. Es falso. Todos los periodistas asesinados (casi una cuarentena durante este sexenio) investigaban la corrupción política… el 100% de los asesinatos permanecen impunes”. Ante una elección presidencial en ciernes, parece que ninguna fuerza política se salvará de caer en las redes de los grandes medios. Tal es así, que hasta sus más reacios opositores, como Andrés Manuel López Obrador, se han dejado embelesar por ellos. “AMLO obtuvo incluso la amistad de TV Azteca: Esteban Moctezuma, presidente de la Fundación Azteca y protegido de Salinas Pliego, se sumó al equipo del candidato, para contribuir a su propuesta social para 2018”, subraya el reportaje. Al respecto, Rodríguez Munguía espeta que si otro partido llega al poder, se adaptará. “Lo hicieron cuando el PRI perdió la presidencia en 2000 (y el PAN asumió las riendas)”, resalta. El análisis del rotativo, firmado por el periodista Benjamín Fernández, no debería de pasar desapercibido. La dinámica de los medios de comunicación ha enmarcado las últimas campañas presidenciales en el país. Y en esta no será la excepción. Olvidar lo que ocurrió en 2012, nos condena a que se repita lo sucedido. Tres años antes de la última votación a la presidencia, los grandes grupos televisivos echaron la carne al asador y utilizaron los “códigos de la telenovela mexicana”, explica Le Monde Diplomatique, para convencer al electorado de cuál era mejor opción: “el ascenso irresistible de un hombre joven, rico, telegénico, con un impecable brushing (proceso de peinado del cabello), símbolo del éxito económico y promesa de modernización”. 2018 ya está aquí y valdría la pena preguntarse: ¿de qué nos estarán convenciendo ahora los grandes?     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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