Por Steve Schaefer A los grandes bancos de Estados Unidos les gusta presumir que están en mucho mejor que antes de la crisis financiera de 2008; mejor capitalizados, con menor riesgo y que, aun así, son lo suficientemente rentables para generar rendimientos sólidos para sus inversionistas. Pero con una regulación que mantiene a raya a la industria y una economía lenta que evita que la Reserva Federal suba rápidamente las tasas de interés, las acciones financieras podrían no ser la mejor apuesta para los inversionistas, sin importar cuál de los candidatos gane su pase a la Casa Blanca en noviembre. “Los datos financieros nos advierten sobre los riesgos de ir en corto”, dice Brian Singer, jefe de estrategias de asignación dinámica de activos en William Blair, una firma de inversión con sede en Chicago, quien piensa que es probable que los problemas del sector continúen independientemente de si el próximo régimen es republicano o demócrata. Hillary Clinton ha asumido una postura más crítica ante los grandes bancos, quizá debido a la fuerte presión ejercida por Bernie Sanders y sus advertencias de los riesgos de quiebra de los bancos mayoristas, y “podría tener a un compañero de fórmula antibancos para intentar combatir la idea de que es amiga de Wall Street”, señala Singer. Esa posibilidad es una de las razones por las que Clinton podría abrirse camino hacia la candidatura demócrata. Pero independientemente de su compañero de fórmula, es poco probable que Clinton promueva un alivio a la regulación por la reforma financiera Dodd-Frank, y Singer piensa que un triunfo de Trump podría tener el mismo efecto, aunque con métodos drásticamente distintos. “Trump le quitaría los dientes a la ley Dodd-Frank, pero también golpearía a Wall Street. Les está lanzando un hueso, pero les pega con un palo cuando van por él”, dice Singer. A pesar de que las condiciones podrían no ser más fáciles para los bancos bajo la administración de Clinton o Trump, no parece que vaya a empeorar. “Por lo general, las plataformas de los partidos reemplazan lo que dicen los candidatos, y por lo general esos candidatos rompen muchas de las promesas que hacen”, argumenta Singer. Trump es un comodín. Su campaña se ha enfocado en gran medida en una postura agresiva y populista que podría cambiar de tono en la campaña oficial. “Nuestro consejo es planear para la incertidumbre, no para el resultado”, dice Singer. “No asumas riesgos que no comprendas o por los que no te sientas recompensado.” La infraestructura luce como una apuesta más segura que los bancos en ese frente. A pesar de que las ganancias de las multinacionales podrían sentir la presión de las políticas comerciales hostiles, es probable que el gasto interno en varios proyectos reciba el apoyo de ambos partidos. Como un autoproclamado genio de la construcción, el gasto en infraestructura estaría “justo en el área de expertise de Trump”, dice Singer.

 

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