Desde la reforma hasta la reinvención o el reemplazo del capitalismo —más específicamente, su arista neoliberal— son temas que se han debatido en los últimos años. La abrupta llegada del Covid-19, que obligó a poner la economía en coma inducida de una semana a otra, así como los rebrotes, que requerirán cierres y reaperturas continuas en los próximos meses, han hecho darnos cuenta qué empleos son los más básicos para mantener la economía bajo mínimos y ha hecho visible el contexto en el que se encuentran.

De forma obvia, los médicos y enfermeras son trabajadores esenciales que arriesgan su vida para preservar la salud en la sociedad, pero también han emergido los casos de asistentes de enfermería y paramédicos, flebotomistas y laboratoristas, personal de limpieza, entre otras. Ellos también arriesgan sus vidas, pero su labor es menos visible y tiene tanto menos reconocimiento como que su remuneración llega a ser muy baja. Al mes de julio, México es el quinto país con más personal de salud fallecido por Covid-19.

Saliendo de la salud, también destaca en la práctica el personal de servicios básicos a la ciudadanía —recolección de basura, electricidad, agua, mantenimiento de espacios urbanos, entre otros—, trabajadores del hogar, cocineros, trabajadores de supermercados, tiendas de conveniencia y misceláneas, técnicos de funerarias, conductores de transportes público y privado, repartidores de comida y paquetería, personal de sucursales bancarias, entre otros.

Nuevamente se puede apreciar que la mayoría de estos empleos pudieran ser considerados de “habilidades básicas” y “bajo estatus” —incluyendo un intrínseco poco respeto por su actividad— en el mundo pre-Covid-19. En México, estos empleos son realizados por personas de pocos estudios, con comorbilidades como las magnificadas por el virus, y son de los deciles de ingresos más bajos.

En EE.UU., donde habitan hasta 60 millones de personas de origen mexicano, nuestros compatriotas tienen funciones similares: son una proporción muy importante de los trabajadores esenciales, son parte de la población con una mortalidad desproporcionada en comparación con otros grupos, y muchos son migrantes, al grado que hay migrantes indocumentados en el sector agrícola que son considerados esenciales pero que no tendrán ningún beneficio o agradecimiento de cara a una regularización de su estatus migratorio.

Hacia un componente social en el salario

La valía del personal de salud y cómo retribuirles ha estado en la agenda del gobierno federal y algunos estados. Se ha manejado que el IMSS contempla aumentos salariales, se realizó una cobertura solidaria al personal de salud con la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros y gobiernos estatales han aumentado los sueldos del personal.

Lo anterior es aplaudible y deja de manifiesto en tres claves que, ser un trabajador esencial que no puede realizar sus labores en casa tiene:

   1. Una importancia social habitualmente poco visible, pero que es muy evidente durante la emergencia

   2. Un riesgo que requiere la provisión de herramientas de trabajo que garanticen su protección, incluyendo otro tipo de coberturas, incluyendo seguros

   3. Un riesgo a su salud que debe ser reconocido y recompensado de alguna forma

Un problema para México es que la conjunción de la austeridad imperante como política gubernamental, la economía estancada y fracturada en muchas de sus dinámicas —complicando el fenómeno de sueldos paupérrimos—, y el estado de crisis pandémica que impera, deja poco margen de maniobra para reconocer a los trabajadores esenciales fuera de algunas aristas del sector salud.

Si bien ha aumentado el desempleo en muchas regiones del país, existe demanda para los trabajos esenciales como los ya mencionados, así como para algunas industrias que tienen importancia local —manufacturas en el Bajío, turismo en las zonas playeras, entre otras actividades integradas con la región T-MEC—. Esto es positivo en el sentido de que hay demanda, pero valdría la pena hacer una pausa para a nivel social para evaluar qué cambios en el contrato social hay que hacer con estos trabajadores, definir cómo mejorar su entorno para ampliar la seguridad en las familias y crear efectos multiplicadores, y balancear la compensación que reciben.

Un Gran Acuerdo requerido que probablemente no sucederá

Así como en el caso del apoyo a las PyMEs tratado aquí, se requiere un Gran Acuerdo entre los sectores público y privado, ya que los trabajadores esenciales están en ambos sectores y ninguna entidad puede impulsar esta evaluación por sí sola. Por un lado, el gobierno tiene bajos índices de inversión, mientras que el sector privado siente incertidumbre por las reglas del juego que cambian abruptamente, además de que ha visto desplomarse sus ingresos en los últimos meses, con una terrible fractura al empleo.

Se intuye que este aumento debería ser al menos igual o hasta mayor al 20% que tuvo el salario mínimo, siendo progresivo para que los deciles más bajos vean un mayor beneficio.  Además, debe incluir la garantía de que los trabajadores esenciales podrán contar con las herramientas adecuadas para desempeñar su trabajo y las coberturas de seguros apropiadas en caso de que caigan enfermos por el Covid-19 —incluyendo las coberturas por daño permanente y fallecimiento—.

Una buena evaluación de esta política pública podría tener efectos multiplicadores a la situación actual, ya que podría:

   – Ayudar a balancear los sueldos en otros sectores de la sociedad

   – Encontrar casos frontera suceptibles a ser considerados trabajadores esenciales

   – Impulsar círculos virtuosos —los jóvenes tienen a priori menos problemas en caso de contraer coronavirus, por lo que podrían ser puntal para salir a trabajar, pero son simultáneamente la generación que ha perdido más empleos durante la pandemia

   – Ejercer la prospectiva para algunas industrias y segmentos que requieren mayor protección conforme se siga abriendo la economía.

Sin embargo, la falta de sintonía entre las propuestas y acciones entre los sectores público y privado hacen prever como muy difícil la consecución de este acuerdo, que además requiere imaginación, técnica y presupuesto. Interesantemente, ambos sectores se han pronunciado porque intentarán poner de su parte para traer más justicia y remuneración a los trabajadores peor pagados. En tal caso, si quieren predicar con el ejemplo, aquí hay una oportunidad.

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