La primera economía del mundo atraviesa una situación compleja. La inflación, atendiendo a los principales indicadores económicos, sigue sin remitir, en tanto en cuanto sigue comiéndose el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Esta situación, que ha llevado los índices de precios a máximos no vistos desde hace décadas, ha obligado a los bancos centrales a actuar para poner fin a la escalada. Sin embargo, en un escenario de recuperación económica y en el que se precisa crecimiento económico para salir del atolladero, esta actuación no resulta tan beneficiosa; al menos no para todas las economías.

Entrando en teoría económica, es conveniente saber que uno de los principales objetivos que persiguen los bancos centrales es la estabilidad de precios. Entre sus funciones principales, se encuentra la de velar por la estabilidad de precios. Y esto, el banco central lo cumple gracias a la intervención en la economía mediante la herramienta a la que los economistas llaman “política monetaria”. En función de la política monetaria aplicada, la economía se dirigirá en un rumbo o en otro. 

Cuando existe inflación, los bancos centrales utilizan los tipos de interés para controlar el dinero en circulación y el crédito. De esta manera, una excesiva demanda podría combatirse con una subida de tipos, la cual encarecería el crédito y, de esa manera, relajaría el consumo. Técnicamente, las políticas económicas restrictivas nos ayudan a combatir la inflación, al igual que las expansivas a promover el crecimiento económico. El problema lo encontramos cuando precisamos crecer, pero existe inflación. En otras palabras, una especie de principio de estanflación. 

La economía crece, pero no se ha recuperado. Y la inflación, por las nubes, amenaza con matar el crecimiento.

Como decía, cuando los bancos centrales quieren combatir la inflación, atacan a eso que la genera, con subidas de interés que tienen como fin relajar la demanda y, con ello, la escalada de los precios. Ahora bien, teniendo en cuenta el escenario de recuperación en el que nos encontramos, esa relajación de la demanda, como es obvio, relajaría la actividad económica y, con ello, el crecimiento económico. En otras palabras y para que nos entendamos, no es posible frenar la inflación si antes, como hemos dicho en otras ocasiones, no frenamos el crecimiento económico. Y debemos tener en cuenta los riesgos de estancar la economía en un momento en el que hay economías que no se han recuperado de la crisis pandémica.

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En este escenario, la difícil situación que atraviesa la economía estadounidense ha despertado a los halcones monetarios de la Reserva Federal (FED), quienes se han mostrado muy firmes con la decisión de endurecer la política monetaria o, como prefieren llamarlo algunos, con la “normalización de la política monetaria”. Y ello, como muestran los distintos organismos, entre los que podemos destacar el Fondo Monetario Internacional (FMI), pretende llevar a la economía estadounidense de cabeza a la recesión económica en los próximos meses, o el próximo año. 

Frenar la inflación es el objetivo de la FED, y dañar las expectativas por no ofrecer una respuesta contundente no entra en la cabeza de la Reserva Federal y el equipo de Powell.

Ahora bien, que Estados Unidos se haya recuperado y no precise ese crecimiento que sí precisan otras economías no quiere decir que esto no tenga repercusiones a tener muy en cuenta; máxime si se trata de América Latina. Pues, como bien sabemos por esta columna, la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica es bastante importante. Numerosas economías de la región, ya sea por remesas, por comercio, por industria auxiliar u otro tipo de canal, presentan fuertes vínculos con la primera potencia económica del mundo. Y esa dependencia que en tiempos de bonanza favorece, en tiempos de crisis nos contagia, generando lo que los economistas conocen como “efecto contagio”.

Además, esto que comento es realmente importante si lo centramos en la economía mexicana. El tratado comercial entre México y los Estados Unidos, que ha convertido a México en el primer socio comercial de la economía estadounidense, la cual compra cerca del 50% de las exportaciones mexicanas; las remesas, que cada día tienen una representación mayor en el PIB, junto con ese comercio exterior que ya supedita el 80%; la industria auxiliar que de ese T-MEC se deriva… muchos son los canales de transmisión cuando nos centramos en México, por lo que la exposición que presenta el país azteca a los vaivenes de la economía estadounidense es mayor.

En resumen, se avecinan curvas para la economía mexicana. La primera economía del mundo, como decíamos, que representa una parte importante del PIB azteca, se enfrenta a una recesión. Teniendo en cuenta los precedentes, es muy importante estar atentos y ser cautos, pues el efecto contagio es más que posible. Y esta situación, de afectar gravemente y no poder recomponernos, podría condenar a la economía mexicana a recuperarse en el año 2025. ¡Nos jugamos mucho!

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