Como he venido comentando en este mismo espacio en anteriores ocasiones, el modelo de banca tradicional se encuentra en estos momentos en un proceso de transformación acelerada cuya finalización traerá consigo en los próximos años la aparición de un sector financiero totalmente diferente al actual.

El sector de las Fintech no para de crecer y son muchas las empresas de este tipo las que continuamente brotan en los mercados financieros ofreciendo servicios con bajos costes y unas prestaciones elevadas. Junto a ellas hay otros actores, como algunas compañías telefónicas o cadenas de supermercados, que también están ofreciendo servicios financieros a sus clientes. Además de estos nuevos competidores, todo el mundo asume en el mercado que los grandes gigantes de internet en el futuro cercano también ofrecerán servicios financieros de forma masiva de una u otra forma.

Ante esta situación, la banca tradicional debe reinventarse y enfrentarse a sus nuevos y potenciales competidores con otras estrategias distintas a las tradicionales. En este sentido, los bancos están haciendo un enorme esfuerzo por digitalizarse de forma activa, al mismo tiempo que buscan fórmulas con las que reducir sus enormes costes e intentan personalizar sus servicios para que la experiencia del cliente sea mucho más satisfactoria de lo que venía siéndolo tradicionalmente.

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El consumidor y el mercado están cambiando y la banca tradicional debe saber adaptarse a estos cambios rápidamente porque si no lo hace en poco tiempo desaparecerá. El mundo va muy deprisa y el sistema financiero lo hace aún más. Los bancos no tienen tiempo que perder en este proceso de cambio, aunque la hoja de ruta que deben seguir no esté totalmente definida.

Si miramos el caso de la banca española, los cambios han sido gigantescos estos últimos años. Entre el año 2008 y el 2020, se han cerrado unas 23.000 oficinas bancarias en todo el país, es decir, más del 50% y todo apunta a que en apenas 5 años se cerrarán otras 10.000 más. Si miramos al empleo este se ha reducido entre el año 2008 y el 2020 en unos 120.000 trabajadores, lo que supone aproximadamente el 45% del existente en el año 2008. El BBVA y el Banco Santander han sido dos de los actores principales responsables en todo este proceso, pero no los únicos.

Este fenómeno de reducción de oficinas y de empleos no es exclusivo de la banca española, sino que está sucediendo en otros muchos países con mayor o menor intensidad y en los que todavía no ha sucedido ocurrirá de una u otra forma en los próximos años. El mantenimiento de una amplia red de oficinas y de personal supone un elevado coste para los bancos que las Fintech no soportan y en este escenario si los bancos quieren competir tienen que bajar sus costes de forma radical.

Llegados a este punto, muchos bancos se han dado cuenta de una cosa que puede en parte detener esta estrategia de reducción abrupta de costes y es que en todas las sociedades existen en mayor o menor medida sectores de la población no digitalizados o que se niegan a digitalizarse. En la gran mayoría de los casos se trata de personas de avanzada edad o de escasa educación financiera que no tienen la suficiente confianza en sus habilidades o capacidades para autogestionarse sus finanzas digitalmente. 

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Esta población también debe ser atendida y no puede quedar excluida financieramente por mucho que el fenómeno de la digitalización financiera sea un tren que avanza rápidamente y que en ningún caso se detendrá. En este sentido, la banca a nivel internacional está experimentando con diferentes soluciones para atender a este sector de la población, al mismo tiempo que contiene sus gastos operativos.

Una interesante respuesta a este problema se está produciendo en Reino Unido en estos momentos. En la pequeña localidad de Rochford, de apenas 8.400 habitantes, todos los bancos que operaban fueron cerrado sus oficinas, ya que consideraban que mantener una sucursal permanente en esta localidad no les era rentable. En el año 2017 la última entidad bancaria que permanecía operativa, Barclays bank, cerró sus puertas y con esta clausura todos los habitantes de la localidad se quedaron sin una sucursal bancaria física a la que acudir.

A partir de ese momento sólo existían dos formas de conseguir dinero en efectivo en la localidad. Por un lado, en un cajero automático que cobraba 99 peniques (unos 28 pesos) por retirar cualquier cantidad de efectivo o, por otra parte, en la oficina de correos a la que acudían diariamente una gran cantidad de vecinos. En este segundo caso, el tiempo de espera que tenían que soportar para ser atendidos era muy elevado y suponía en muchos casos perder toda la mañana para realizar esta simple gestión. Otra alternativa era ir a la localidad vecina a retirar el efectivo, pero en este caso debían desplazarse unos 20 kilómetros y esto era complejo para todos aquellos que por edad tenían problemas para desplazarse con su vehículo personal.

Llegados a este punto en Rochford se está llevando a cabo una experiencia piloto que pretende solucionar en parte los problemas que tiene la ausencia total de oficinas bancarias. Con este objetivo se ha abierto una única oficina, sin ninguna rotulación, pero en la que cada día de la semana opera un banco diferente. Los lunes trabaja Natwest, el martes Lloyds, el miércoles el banco de Santander, el Jueves Barclays y el viernes HSBC. Con esta iniciativa se comparten gastos y de una forma reducida se mantienen servicios para aquella parte de la población no digitalizada.  ¿Sería esta fórmula viable en México?

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