Orientar el discurso y escudarse bajo la imagen de los segmentos menos favorecidos de la población es parte de toda estrategia política; la victoria electoral depende de ganar el favor de las mayorías y en la pobreza se radican y amplifican todos los problemas económicos, sociales y políticos, así como las carencias más crudas y cruentas de la falta de servicios, educación, salud e inseguridad.
La pobreza es un segmento objetivo de las campañas políticas porque resulta muy rentable desde todas las perspectivas. Es útil para explotar la imagen de bondad; inclusión y sensibilidad que requiere todX candidatX.
En la pobreza caben todas las reivindicaciones, los pendientes y las deudas; los enunciados de esperanza, justicia, libertad, igualdad, crecimiento, desarrollo; las expectativas, aspiraciones y todas las promesas de un mejor futuro.
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La sensación de indefensión, debilidad y carencias propias de la condición limitada y vulnerable deja sin opciones a las mayorías sin que se tenga a la mano la posibilidad de pensar siquiera en el mediano o largo plazo.
La pobreza golpea de manera cruda y es prácticamente una condena permanente, las formas de escalar y ascender dependen del desarrollo de habilidades de supervivencia extraordinarias, de una serie de eventos afortunados que ponen a prueba todas las capacidades y que cada día requieren de mucha disciplina y constancia.
Bajo la cercanía y acoso permanente del desempleo, enfermedades, deudas, violencia, carencias, hacinamiento y delincuencia; se construyen historias dignas de mérito y reconocimiento.
Todos hemos sabido de casos de emprendedorXs, deportistas, madres solteras, pandilleros reivindicados; familias, estudiantes y académicos que se abrieron camino a pulso y representan los casos destacados de luchas en las que la dignidad, la fortaleza y el carácter demostraron que la grandeza se forja en un camino cuesta arriba; venciendo obstáculos y sin la necesidad de los políticos.
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Esos testimonios de lucha son los primeros en ser usados como plataforma por los partidos y sus candidatXs. La pobreza rinde frutos -aun cuando nadie haya hecho nada por ti- pero mientras te tomes la foto para las redes sociales y parezca que estas de su lado no pasa nada.
Luchar contra la pobreza es popular; todo personaje político promete (o al menos finge) traer la justa distribución de la riqueza; recolectar lo robado y acabar con la corrupción. Este compromiso explota la necesidad de desquite y permite convertir el voto en el mecanismo para “cambiar” las condiciones de vida.
Durante 21 siglos de historia moderna, en todas las latitudes, sin importar el momento histórico; la pobreza ha estado en el centro de las contiendas políticas. Las grandes masas son requeridas para generar las revoluciones, las guerras, las relaciones comerciales, las exploraciones y los movimientos sociales.
La pobreza es persuasiva y manipuladora, rifas, cenas de recaudación, subsidios, programas, políticas públicas, festivales para recaudar fondos, tarjetas, apoyos, una larga lista de “estrategias” que no han servido de mucho; proporcionalmente la pobreza sigue en los mismos niveles y la pirámide de ingresos no se mueve; la concentración de la riqueza progresa.
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Sin embargo, todos le sacan jugo; la base de la pirámide (como se le denomina) es un mercado muy atractivo; noble, generoso, simple; puedes explotar sus creencias, debilidades, ciencia milagrosa, productos de bajo costo, ofertas; sorteos, el mercado negro, reciclaje, basura, segunda mano.
Lo mismo sindicatos, asociaciones religiosas, organizaciones benefactoras, partidos y actores políticos, todos se benefician de la explotación de los segmentos desvalidos y abandonados.
Nadie puede negar la necesidad, a todos nos toca hacer algo, sea por remordimiento, nobleza o estrategia; siempre habrá motivaciones sociales para tratar de paliar los efectos negativos de la condición humana.
La pandemia de Covid-19 está exhibiendo las gravísimas debilidades de las estructuras políticas, el impacto ya se esta dejando sentir y los recursos comienzan a escasear; no existen ahorros, ni políticas y mucho menos eficiencia ni pericia para salir adelante, se agota el tiempo y pronto no habrá margen de maniobra.
Otra vez están a prueba la capacidad de sobrevivencia, ajuste, adaptación e innovación; generaciones y regiones enteras se juegan su viabilidad ante la falta de empleo, ingreso y oportunidades.
El camino al desarrollo y bienestar requieren ahora de una respuesta efectiva de liderazgos muy diferentes a los actuales; no mas discursos ni demagogia, promesas o mesianismo.
Coraje, determinación, fortaleza, unidad y el compromiso social solidario se requieren para transformar la forma de hacer negocios, para emprender proyectos sociales y para dejar de explotar la pobreza como un referente discursivo.
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La transformación que se requiere implica el desecho de una clase política que no esta -ni de lejos- a la altura de los retos actuales. Se requiere renovar muy a fondo un aparato de gobierno inoperante, corrompido, enmohecido, hundido en el pasado y que no tiene perspectiva ni diseño.
Las voces disidentes son el motor de la democracia verdadera. Ante la intolerancia, las agresiones y el acoso; otras naciones están pendientes, nada puede detener a la libertad de expresión.
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