Es momento de cambiar algunas percepciones dramáticamente, pero sólo lo lograremos si estamos preparados para reconocer cuáles son las competencias que necesitamos en el entorno profesional. Se ha dicho tanto que vivimos en un contexto cambiante que de tanto escucharlo, las palabras pierden peso. La noticia que nos puede descolocar es que, si bien muchas cosas efectivamente se movieron de lugar, otras permanecen y, por lo que se ve, así seguirán. Una tiene que ver con la forma en que nos hacemos presentes, en la que nos hacemos visibles. Dice el dicho popular: “santo que no es visto, no es adorado” y es una frase llena de verdad. Necesitamos estar para ser tomados en cuenta, para que nuestra voz sea relevante. Cuidado, trabajar a distancia puede estar disminuyendo la visibilidad e impactando directamente nuestro plan de carrera.

Hasta hace unos cuantos meses, cuando imaginábamos el trabajo, llegaban a la mente una serie de elementos dentro de los que se encontraba el espacio. A la pregunta, ¿dónde vas a trabajar?, la respuesta incluía una dirección física. No obstante, las circunstancias se movieron y en poco tiempo apreciamos las mieles de hacerlo desde casa. Reconquistamos el espacio doméstico, algunos afortunados pudimos adaptar lugares y reservarlos para que funcionaran como oficinas, nos acostumbramos a lo que nos parecía impensable. Ahora, muchos opinan que el trabajo a distancia llegó para quedarse, dadas las conveniencias que presenta.

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Pero, como todo en la vida, así como hay ventajas también hay desventajas. Además de que las fronteras se desdibujan y los espacios se trastocan, estar en casa puede traer como consecuencia que el jefe no nos vea o que el equipo de trabajo no nos tome en cuenta. Nos volvemos transparentes, dejamos de ser percibidos y los temas en los que antes éramos destacados, empiezan a pasar frente a nosotros como si fuéramos espectadores y no participantes activos.

El problema nace de la comodidad, de repente trabajar desde casa se convirtió en algo sumamente confortable. Muchos se olvidaron de la etiqueta que se debe observar en el ámbito profesional. La gente dejó de arreglarse, la moda pasó de ser formal, a demasiado casual, a relajada. La tentación de empezar a trabajar en pijama se fue haciendo una práctica extendida; hacerlo desde la cama, acostados se facilitó. Pocos tenían la cámara encendida. Los que la apagaban, aprovechaban para desayunar mientras alguien estaba presentando algún plan relevante para la compañía. Luego, era fácil levantarse a hacer otra cosa, total ¿quién se iba a dar cuenta? Por supuesto, las consecuencias fueron la invisibilidad. De pronto, en el escenario aparición la falta de creatividad, la ausencia de pensamiento crítico, de propuestas relevantes. En fin, la distracción y a creer que se puede estar en muchos lados al mismo tiempo fue generando esa falta de luminosidad. Dejamos de brillar y nos empezamos a opacar. Es lógico, los seres humanos no hemos alcanzado el estado de ubicuidad y eso ha pegado directamente en los resultados.

Entonces, ¿qué hacer para que el trabajo en casa no disminuya nuestra visibilidad? Desde mi perspectiva, hay buenas noticias: podemos mejorar nuestra visibilidad, si está obnubilada o a construirla si nos sentimos borrados del escenario.

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  1. No te pongas demasiado cómodo. El lugar de trabajo no es una zona de recreo, no es una hamaca. El espacio de trabajo, virtual o presencial es un lugar activo. Las hamacas están hechas para dormir. Si nos perciben adormilados, no nos van a tomar en cuenta; si al pedir opiniones, nos agarran distraídos, daremos la impresión de no estar en la jugada. Al trabajar, tenemos que estar alertas.
  2. Poner atención para descubrir nuevas ventanas de oportunidad. Los estilos de liderazgo modernos combinan libertad de acción para los equipos de trabajo y una cuidadosa evaluación del desempeño. En palabras sencillas, hay que entregar resultados y estar listos a descubrir posibilidades que impacten positivamente a la organización. Si al estar a distancia, seguimos encontrando formas creativas para afrontar los retos de la empresa, jamás pasaremos desapercibidos.
  3. Hay sobreponerse a los paradigmas. Antes, la gente creía que para ser un buen elemento había que hacer más de lo que nos corresponde, estar disponible 24/7, sacrificar la vida personal en favor de la profesional. Eso es falso. En realidad, lo que tenemos que hacer es desempeñarnos con excelencia. Ser de los que aceptan llamadas a deshoras o responden mensajes a media madrugada, puede generar errores. Además, al sobreexponernos, terminamos fatigados al extremo. De hecho, hay que aprender a poner límites y respetarlos. Hay un tiempo para todo, para trabajar, para descansar, para comer, para divertirse. Pero no hay que tratar de hacer todo al mismo tiempo.
  4. Uno de los estereotipos más grandes que hay que vencer es que desde casa, la gente no trabaja en forma eficiente, que el compromiso con la empresa desfallece frente a las tareas domésticas. Hay que ser serios. Tenemos que generar credibilidad y demostrar que estamos listos para enfrentar los retos. Para ello, hay que entregar resultados, en tiempo y forma. Hay que dejar de dar pretextos y sustituirlos con propuestas. Tampoco podemos escondernos detrás de las tareas del hogar para justificar lo que en realidad es falta de organización o compromiso.
  5.  Por supuesto, hay que generar una red de apoyo en la que exista compañerismo verdadero, preocupación por el equipo de trabajo, un liderazgo cercano, interactivo y humano. El trabajo a distancia no tiene porque ser frío. Por el contrario, debemos de estar en contacto, en forma profesional, tenemos que ser cercanos, de la misma forma en que lo éramos cuando compartíamos un espacio físico.
  6. Ser cuidadoso, el trabajo a distancia debe ayudarnos a lograr un mejor estado de desarrollo personal y profesional. Debe ser una tarea que se dirija a ayudarnos a crecer y a forjar una reputación como profesionales efectivos y comprometidos. Debe ser una puerta más ancha que nos permita traspasar los límites y uno un obstáculo que propicie conductas que nos son gloriosas.

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Parece evidente, pero para que el trabajo a distancia no disminuya nuestra visibilidad hay que hacernos presentes. Para ello, debemos tener mucha claridad, si estamos trabajando, hacerlo en forma profesional. El cambio que estamos experimentando no significa transformarnos en esclavos de la pantalla, en cautivos que estén disponibles en todo momento y en todo lugar. Por el contrario, significa ser atentos observadores para capturar oportunidades, críticos para advertir posibles riesgos, trabajar en equipo en forma generosa. Se trata de cuidar la responsabilidad que pusieron en nuestras manos, de estar a la altura de la confianza que depositaron en nuestro talento y hacerlo brillar.

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