Hace 23 años, se estrenó una película bajo la tutela de Darren Aronovski, Réquiem por un sueño, que relataba la vida y declive de unos personajes que establecen una serie de planes para alcanzar sus sueños de éxito y reconocimiento, pero, se ven truncados ante la complejidad de la realidad que se interpuso ante las soluciones fáciles. Hago la comparativa de esta entrega del séptimo arte con la reforma energética de 2013, puesto que fueron una serie de intrincados mecanismos direccionados para solucionar la problemática sistemática de la industria energética del país que, al igual que en la película, fueron vendidos a los participantes del mercado y a la sociedad en general, como una red de soluciones simples con resultados igual de simplificados: energía y energéticos, buenos, bonitos, baratos y rápido.

Que, a la larga, los magros resultados comparados con las entusiastas prospectivas anunciadas cada año por la Secretaría de Energía, alimentaron desde 2013 hasta el 2018 a una oposición a la reforma, ávida de criticar una rescatable propuesta para darle una segunda oportunidad a las empresas energéticas del estado mexicano (CFE y Pemex).

Esta misma oposición, se convirtió en gobierno y con una serie de políticas públicas enarboladas en aras de “rescatar la soberanía” de la industria energética del país; se mostraron las enormes áreas de oportunidad y tareas pendientes por resolver que dieron lugar a que, con simples cambios en la regulación y ligeras modificaciones al marco legal secundario de la reforma energética, se diera un giro de 180° a la dinámica de la industria y la relación entre Gobierno y regulados que, a la postre llevaran a más de uno a tribunales o arroparse en procesos de resolución de controversia internacional.

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A todo esto, se habla de abusos por parte de la autoridad, parcialidad en las resoluciones por parte de los reguladores, supervisión y vigilancia extrema sobre empresas privadas, así como una laxitud casi criminal de los reguladores frente a Pemex y CFE en materia ambiental y económica, entre miles de cosas más que, basta asomarse a cualquier medio de comunicación nacional e internacional para dar fe de ello. Pero, poco se habla de los enormes errores en el diseño de la reforma energética de 2013, que dieron pie a lo que se hoy tan vehementemente se critica desde la “nueva oposición”. Recordando que, a la industria y sus integrantes, poco le interesan las críticas de los ahora detractores, sino las soluciones a los retos pasados (que subsisten), presentes y futuros.

Falencias en la reforma energética, como la preponderancia y rectoría de la industria energética nacional a dos vetustos y pesados fardos financieros que están arrastrando a la economía mexicana hacia un eventual colapso; omitir la autonomía en los controladores de gas natural y de electricidad (Cenegas y Cenace) para promover el interés superior de la competencia económica y no de la revancha política; eliminar de la ecuación de la matriz energética a importantes actores con enorme potencial de atención con perspectiva social: estados y municipios. Esto, por decir algunas.

Sin ser omisos en que la tibieza de los reguladores en el periodo de 2014 al 2018 no permitió la madurez del mercado gasolinero y eléctrico, escudándose en hitos de precios de generación récord o en la aparición de nuevas marcas de combustibles, pero bajo la tutela de Pemex; o siendo omisos en la creación de incentivos al desarrollo de infraestructura en almacenamiento de gas y energía, ya sea comercial o estratégica. Ya ni hablar de la brutal ausencia de un procurador especializado en la defensa de los derechos de las y los consumidores.

Como se mencionó en líneas arriba, es necesario que en lugar de criticar y plañir por la muerte provocada de los sueños de una industria energética competitiva y madura, comencemos a aprovechar la dinámica electoral actual para plantear nuevos esquemas que favorezcan a la industria, pero por encima de todo, se favorezca a las y los consumidores.

La fallida propuesta del pasado y la abusiva propuesta del presente, en conjunto con sus protagonistas, debe quedar superada. Los talentos son muchos y se representan en personas que están ocultas en las sombras del oportunismo y el monopolio de los “liderazgos de opinión”, así como una nueva propuesta que equilibre y siente las bases (con sus respectivos candados), para una verdadera reforma energética que no se quede en un sueño y su réquiem.

Contacto:

Santiago F. Arroyo Seguedo, especialista en negocios y regulación energética.

Twitter: @SarroyoSi

correo: [email protected]

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