Ivanka Trump nunca había sido más importante para los negocios de su familia. En medio de un gran momento de su vida personal y profesional,  maneja su propia compañía de moda, que incluye una línea de joyería, bolsas, zapatos, ropa y fragancias. Pero la maternidad es su prioridad.   Ivanka Trump camina lentamente con gracia y sencillez hacia el primer tee en el campo Blue Monster en Doral, uno de los campos más difíciles en el Tour PGA. Practica algunos movimientos: fluye divinamente hacia atrás y finalmente marca el movimiento con agilidad. Está claro que tiene un talento atlético innato, algo que probablemente heredó de su madre, Ivana, antiguo miembro del equipo nacional de esquí checo. Sin embargo cuando Ivanka pega su drive, la bola va a dar contra un árbol cercano. “Ese árbol no tiene ni idea de lo que acaba de hacer,” dice con una sonrisa conforme camina de vuelta al carrito. Se sabe que Dwight Eisenhower una vez pidió que quitaran un árbol en Augusta National. Se rechazó la petición del antiguo Presidente y miembro de Augusta. Sin embargo, este árbol en Doral sufre un mayor peligro: Ivanka no sólo es un miembro aquí: es la dueña. Ivanka todavía no logra ser una golfista sobresaliente. Pero tiene las herramientas. “Solamente necesita jugar más”, comenta su padre, Donald. No obstante, no parece que Ivanka vaya a estar en este campo jugando rondas de cinco horas varias veces por semana. Con 31 años de edad, Ivanka está en la plenitud de su vida profesional y personal. Ella y su esposo, el dueño de la compañía de bienes raíces y editor de periódicos Jared Kushner, tienen una hija, Arabella, que cumple dos años en julio. Ivanka dice que algún día “le encantaría tener tres hijos, tal vez cuatro”. La maternidad, comenta, es su prioridad. Sin embargo, ha logrado balancearla con una carrera que nunca había sido tan exitosa. O por lo menos más importante para los negocios de su familia. Ivanka maneja su propia compañía de moda, que incluye una línea de joyería, bolsas, zapatos, ropa y fragancias. Su colección se distribuye ampliamente por medio de grandes minoristas, como Bloomingdale’s Macy’s y Dillard’s. Dice que su objetivo es algún día hacer de su propia compañía una empresa multimillonaria. Sin embargo, por ahora, continúa siendo un trabajo secundario. Su esfuerzo principal, por supuesto, es para la Organización Trump, donde junto con Eric y Don Jr. (su hermano mayor de 35 años), trabaja para su padre (los tres hermanos tienen oficinas, una junto a la otra, en el piso 25 de la Torre Trump, en la Quinta Avenida de Nueva York; la oficina de Donald está un piso arriba). Mientras que sus trabajos y responsabilidades dentro de la compañía fluyen bastante bien y son colaborativos, cada uno de los niños Trump ha gravitado de manera gradual a tareas más específicas. Don Jr., por lo general, se encarga de arrendamientos comerciales. Eric de los campos de golf y la construcción. E Ivanka se especializa en adquisiciones y diseño. Durante el último año, Ivanka ha encabezado dos proyectos importantes: la compra del Doral Resort & Spa en Miami y la renovación del Old Post Office Pavilion en Washington D.C. En el proceso se ha convertido en una gran potencia en la sala de juntas. “No estoy seguro si Donald la aprecia lo suficiente”, dice alguien que ha negociado con ella pero desea mantenerse en el anonimato por razones de competencia. “Él es de la vieja escuela, el tipo de negociante instintivo. Ella es lo contrario: ha hecho el trabajo y ha invertido el tiempo. Cuando pide algo, tiene toda una investigación atrás para respaldarlo”. Sin embargo gran parte de la importancia de Ivanka para la compañía familiar es menos tangible. La Organización Trump, admite su hermano Eric, es en gran medida una “marca masculina.” Ivanka ha comenzado a transformar esa imagen de alguna forma, dándole una feminidad acogedora. Con su sentido del diseño, estilo, por la forma en cómo se ve y cómo se comporta, le trae glamour y elegancia a una marca una vez conocida por su arquitectura musculosa, su diseño de interiores pesados y dorados en abundancia, amén de las proyecciones machistas de su fundador. “Donald es Donald,” comenta su madre, Ivana, quien se divorció de él en 1992. “Él es el promotor. Ivanka es tranquila y muy compuesta. Ella sabe cómo lidiar con la gente”. Ivanka lleva todo esto a cabo trabajando con ambas caras de la moneda, logrando mantenerse fiel a su padre mientras soluciona problemas urgentes como publirrelacionista. Sobre su ilógica fijación de nacimiento, simplemente declara: “Lo apoyo porque es mi padre y siempre lo haré. Sin embargo, no siempre estoy de acuerdo con todo lo que dice”. Es una jugadora muy sociable en el campo, atenta y alentadora con sus compañeros. En algún momento, se detiene para ver tirar a Eric y, desde el otro lado del callejón, le grita con amabilidad: “¡Muy bien, hermano!”. Ttiene una relación muy cercana con Eric, casi maternal. Viven a cinco minutos de distancia y trabajan en oficinas adyacentes (“puedo oírla hablando por teléfono”, comenta él). Por lo general el trabajo de los dos va de la mano: Ivanka compra un edificio, Eric se encarga de la parte de la construcción y después Ivanka de nuevo se encarga del diseño de interiores. Ivanka menciona que trabajar juntos con su padre, ha hecho que los cuatro Trump sean mucho más unidos. “Somos muy afortunados, primero que nada, por nuestro padre y lo que nos ha dado”, comenta. “Pero estas cosas pueden funcionar o no en un negocio familiar”. Admite, también, que a veces pelean, pero incluso en esos momentos piensa que la conexión familiar es una ventaja. “Por lo menos podemos ser honestos el uno con el otro”.   Los negocios Ivanka nació en Nueva York. Tenía diez años cuando sus padres pasaron por un conflictivo divorcio, un momento de su vida del que no habla mucho en público, excepto para admitir que fue complicado. Al igual que sus hermanos, Ivanka fue a un internado; incursionó en el mundo del modelaje de adolescente y apareció en la portada de la revista Seventeen, entre otras publicaciones. Fue a la Universidad de Georgetown durante dos años antes de ser transferida al alma mater de Donald, Wharton School of Business en la Universidad de Pensilvania. En ese momento, el curso de su carrera era muy claro para Ivanka, pero no para su padre. “Yo siempre imaginé a Ivanka en el mundo de la moda, a la cabeza de Vogue”, comenta. “Pero le gustaron los bienes raíces y estoy muy contento de que haya elegido esto.” Después de Pensilvania, Ivanka pasó un año trabajando para el magnate de las bienes raíces Bruce Ratner en Forrest City Enterprises. “Quería trabajar un año para alguien más,” comenta Donald. “Al final del año, Bruce me llamó y me preguntó: ‘¿Me la puedo quedar un año más?’. Le diije que no”. Ivanka se unió a la Organización Trump en 2005. En ese entonces, menciona, solamente trataba de encajar en el mundo masculino de las bienes raíces en Nueva York. “Traté de asimilarlo. Me corté el pelo estilo bob. Usaba un traje sastre con pantalones”. Sin embargo, conforme fue teniendo más confianza en sí misma, comenzó a darse cuenta de que ser la única mujer en una sala de juntas llena con 20 hombres tenía sus beneficios. “Creo que ser un tanto diferente tiene sus ventajas”, comenta. “Y yo solía bromear con mis hermanos: les decía que cuando teníamos una junta con hombres, era mucho más probable que dieran seguimiento a mis ideas”. En octubre de 2009, Ivanka se casó con Jared Kushner, socio del grupo de bienes raíces Kushner Companies (fundada por su padre, Charles) y editor de The New York Observer. Dos años después tuvieron a Arabella. Ivanka dice que ella y Kushner en realidad nunca dejaron de hablar de bienes raíces. A principios del año pasado ella sostuvo una disputa en contra del Waldorf Astoria, Hilton, Pierre Omidyar y Penny Pritzker, entre otros, para ganar el derecho a redesarrollar el Old Post Office Pavilion, en Washington, D.C. Los Trump dijeron que gastarían 200 millones de dólares para renovar el edificio icónico y convertirlo en un hotel de lujo. Sin embargo, tal vez su mejor negocio llegó el verano pasado, cuando cerró la compra del Doral Resort & Spa. En años recientes, la colección de hoteles de lujo y campos de golf de los Trump ha aumentado (hoy la compañía tiene nueve hoteles y otros cuatro que abrirán en los próximos tres años. Hace seis, los Trump tenían cuatro campos de golf, ahora son dueños de 14.) Doral no sólo ofreció una combinación de ambos, sino también algo completamente único: un resort y campo de golf a cinco millas del Aeropuerto Internacional de Miami. En 1959, un constructor de Nueva York llamado Alfred Kaskel compró casi diez millones de metros cuadrados de terreno pantanoso en Miami y lo bautizó como “Doral” (una combinación corta del nombre de su esposa, Doris, y el suyo). 3.2 millones de metros cuadrados de ese terreno se volvieron el Doral Resort & Spa, que a la larga contará con 700 habitaciones y cinco campos de golf, incluyendo el Blue Monster, donde se lleva a cabo el Campeonato Cadillac, uno de los eventos más notables del PGA Tour. El resort ha pasado por varios dueños. Fue vendido a KSL Recreation en 1994, después lo levantó Morgan Stanley por 500 millones de dólares (mdd) en 2007. En 2011, tapado de deudas por la crisis financiera de las bienes raíces, fue comprada por un grupo que contaba con la protección del fundador John Paulson y el Winthrop Realty Trust. Sin embargo, ellos tampoco pudieron arreglar los problemas de deuda. Y ahí es cuando entró Ivanka y consiguió la ganga de su vida. El grupo Paulson/Winthrop declaró la cartera de bienes raíces que incluía a Doral en bancarrota a mediados de 2011. A los Trump les interesó de inmediato. Ivanka, aconsejada por su padre, fue la negociante líder. “Fue su acuerdo”, dice Donald. Sin embargo se presentó una pequeña complicación: Ivanka estaba embarazada durante las negociaciones tempranas. En el noveno mes de embarazo los vendedores llamaron para decirle que aceptarían una mejor oferta. “Pensé que ya no habría trato”, comenta Ivanka. Luego, justo unos días después de dar a luz a Arabella en julio, recibió otra llamada: la oferta se mantenía. Los Trump se convirtieron en los “ofertantes pantalla”, lo que les dio el derecho a igualar cualquier oferta subsecuente, y los vendedores estaban presionados por deshacerse rápido del terreno. El único problema: Ivanka debía viajar de Nueva York a Miami para echar un vistazo final a la propiedad, sólo para asegurarse de que todo estuviera bien, lo que significaba que debía dejar a su bebé de una semana. “Odié la idea de dejarla, pero tuve que hacerlo”, comenta Ivanka. A los cinco días se había firmado el contrato. Ivanka había hecho un trato –que se cerró el verano pasado– en el que pagó una ganga por el precio base: 150 mdd; (los Trump compraron cuatro de los cinco campos). El terreno por sí solo vale cerca de 1,000 mdd. Michael Ashner, el director ejecutivo de Winthrop, quedó impresionado por las herramientas de Ivanka como negociante: “Ella es una de las personas más inteligentes con las que he trabajado”, comenta. “Tiene un temperamento tranquilo, es articulada, es dura, y su forma de entender y tratar el negocio con diligencia fue maravilloso”. A pesar del precio, los Trump aún tienen mucho trabajo por delante. Doral ha perdido gran parte de su encanto, su elegancia, con los años, ganando a cambio la fama de ser descuidado. Los letreros, las fuentes y las habitaciones parecen estar encerrados en una era kitsch disco de Miami. Los Trump planean gastar 200 mdd en los próximos dos años para renovar todo el resort, incluyendo el campo Blue Monster, que cerró durante ocho meses. El trato de Doral, aunque exitoso, le trajo a Ivanka un problema con el cual debe lidiar: cómo balancear la maternidad con su carrera. Ella y Kushner tienen quien les ayude a cuidar a Arabella, sin embargo, Ivanka ha trabajado duro para estar con su hija el mayor tiempo posible mientras lleva a cabo las exigencias de su trabajo. “Prácticamente ya no duermo”, comenta. El noveno hoy resulta ser el último. Ivanka y Eric reciben una llamada para reunirse con los contratistas de Doral. Ivanka cuenta que Arabella viajará ese mismo día con Donald. “Es increíble con ella siempre y cuando no tenga que cambiarle el pañal”, menciona. “Todos debemos reconocer nuestras propias fortalezas y debilidades.”

 

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