Por Marisela Connelly* Corea del Norte, país controvertido y de contrastes. Sus gobernantes, los Kim: desde Kim Il-sung, (1948-1994) Kim Jong-il, (1994- 2011) y Kim Jong-un, (2011- ), han buscado el protagonismo que les permita conservar su espacio en la Península Coreana. Primero lo hicieron con el enfrentamiento abierto en la Guerra de Corea (1950-53) y, después, con su programa nuclear como elemento disuasivo. Estados Unidos ha estado presente en el área desde el inicio, fortaleciendo sus alianzas tradicionales con Japón y Corea del Sur. China, después del colapso del régimen soviético, en 1991, estrechó cada vez más su relación con Corea del Norte. Estos múltiples actores son los que tratan de hacer valer sus posiciones, sobre todo después de las últimas pruebas de misiles del gobierno de Pyongyang. Pero Estados Unidos ha variado su actitud hacia Corea del Norte a lo largo de los años. Durante el gobierno de Bill Clinton, en los años 90, cuando el gobierno norcoreano lanzó sus misiles, siguió una política de conciliación. Para octubre de 2000, Kim Jong-il envió a Washington al mariscal Jo Myong-rok, el segundo en el ejército norcoreano. El 23 y 24 de octubre de 2000, Madeleine Albright fue a Corea del Norte, la primera visita de alto rango por parte de Estados Unidos. George W. Bush volvió a la línea dura cuando puso a Corea del Norte en la lista de países del “Eje del Mal”; Corea del Norte respondió con la expulsión de los inspectores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su territorio. En abril de 2003, Corea del Norte se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear. Barack Obama trató de persuadir al régimen norcoreano de no seguir con su programa nuclear, mediante lo que se conoce como la política de “paciencia estratégica”, al presionar con sanciones y, a la vez, convenciendo a Beijing de la necesidad de ser más duro con Pyongyang. Ahora, con el gobierno de Donald Trump, el asunto de Corea del Norte se complicó debido a las posiciones viscerales de este presidente, quien desconoce la política internacional y no ha descartado el uso de la fuerza para acabar con la amenaza que representa una Corea del Norte nuclearizada. China, por su parte, ha tratado de que la crisis en la península coreana no se salga de control. La estabilidad es fundamental para el régimen chino, pues un colapso del gobierno norcoreano lo pondría ante una situación de una unificación de Corea bajo la égida de Estados Unidos, con lo que peligraría su frontera. También enfrentaría a la multitud de refugiados que tratarían de ingresar a territorio chino. Por ello, aunque ha sido criticado por Trump por no presionar más al régimen de Kim Jong-un para que congele su programa nuclear y de misiles, el gobierno de Xi Jinping está impulsando una solución que contempla la suspensión de ejercicios militares conjuntos de Corea del Sur y Estados Unidos. También ha aceptado acatar lo establecido en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU (2270 y 2321) en cuanto a sanciones a Corea del Norte. La relación de China con Corea del Norte es muy importante, incluida la económica, que ha continuado. Para los gobiernos locales del norte, como el de Tumen, en la provincia de Jilin, los negocios y proyectos con su vecino norcoreano son vitales para su desarrollo. El gobierno chino ha impulsado la reforma económica en Corea del Norte con su modelo de fomento al comercio exterior y la apertura de Zonas Económicas Especiales. En agricultura, se ha seguido el sistema de responsabilidad Pojon, similar al sistema de responsabilidad familiar de China. El régimen de Jong-un ha adoptado las reformas con sigilo, tratando, al mismo tiempo, de no abandonar su ideología juche, de autosuficiencia. El país depende, en gran medida, de la ayuda de Organizaciones No Gubernamentales y de la ayuda china, sobre todo en alimentos, petróleo y manufacturas. Casi el 90% del comercio exterior de este país depende de China. Es por esta razón que el gobierno estadounidense, el surcoreano y el japonés opinan que China tiene los medios para presionar más al régimen de Jong-un. La situación es muy tensa. Cualquier movimiento que se realice por alguna de las partes involucradas puede producir efectos negativos de grandes proporciones. De ahí la necesidad de actuar con cordura, mesura y madurez. *Marisela Connelly es profesora-investigadora en el Colmex, especialista en política exterior de China, Este y Sudeste de Asia.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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