Todos hemos fantaseado alguna vez con haber vivido hace cinco siglos cuando Europa descubrió la existencia de América y miles de aventureros se hicieron a la mar con la ilusión de hacer fortuna en el nuevo mundo. ¿Qué hubiésemos hecho realmente? ¿Nos hubiéramos animado a dejar nuestros empleos estables de herreros, mercaderes y cocineros para subirnos a un barco que nos llevaría, océano Atlántico mediante, a un mundo completamente desconocido? ¿Nos hubiésemos dejado enamorar por las historias de éxito que contaban en las tabernas quienes tenían un conocido que, decían, se había embarcado a la aventura? ¿O pesaría más lo conocido? Nuestro pueblo, nuestras costumbres, nuestro hogar, tan venido a menos como conocido y seguro.

A primera vista puede resultar una comparación extraña pero introducirse en la Web3 no difiere tanto con embarcarse hace quinientos años para surcar el mar hacia el nuevo mundo. 

Primero, lo que abunda son las historias de riqueza fácil en proporciones desmesuradas. El artista que vendió un jpg en 69 millones de dólares, el influencer emprendedor que recaudó 14 millones vendiendo NFTs con la promesa de abrir un restaurante soñado y también Enrique, de 28 años y millonario gracias a las criptomonedas. La búsqueda de El Dorado, 500 años después. 

La falta de cartografía confiable puede ser una segunda coincidencia. ¿Alguna vez se detuvieron a observar los mapas con los que navegaban en el 1500? ¿Los compararon con los actuales? Realmente no sabemos cómo esa gente llegaba adonde quería ir. Mapas deformados donde todo era más grande que en la realidad, o mucho más pequeño, o figuraba una isla que en realidad no existía, o faltaba una montaña.

En el nuevo mundo de la Web3 todos hemos escuchado hablar de la gran tierra del blockchain, compuesta por los campos ígneos de las criptomonedas, las montañas nubladas de los NFTs o los puertos comerciales de los Smart Contracts. También sabemos que hay más. Si nos adentramos en el continente blockchain encontraremos aventureros explorando con su uso en la cadena de suministros, otros aplicándolo a los sistemas electorales, o incluso diseñando un nuevo modelo de sociedad donde organismos clásicos como los bancos, los registros de propiedad o de las personas desaparecerían, para ser todo organizado en forma descentralizada bajo esta nueva tecnología. 

Si creen que esto es mucho, bueno, en realidad recién estamos empezando. Otro grupo de personas que no se hallaba a gusto en el mundo físico tal como lo conocemos decidió subirse al eMayflower y embarcarse al nuevo mundo para construir metaversos en blockchain, aldeas digitales con reglas de funcionamiento propias al margen de la sociedad tradicional. Igual que sucedió en América, algunas perecerán y otras prosperarán hasta convertirse en verdaderos imperios. Hoy es difícil decir cuál será cuál. 

Los propios límites de esta tierra son difusos. Cuándo se creía que al menos habíamos definido el contorno del nuevo mundo surgieron territorios nuevos, como la Inteligencia Artificial, y otros que aún no está claro si existen o son pura fantasía, como la cuántica aplicada al desarrollo de nuevas tecnologías. 

Las similitudes no se detienen allí. Si finalmente te decidías a navegar hacia la Nueva España seguramente te ibas a encontrar con algunos personajes poco confiables embarcados contigo. ¿Quiénes crees que son las personas más propensas a tomar riesgos en una aventura de este calibre? Seguramente personajes con mala reputación en el viejo mundo que buscaban un lugar donde comenzar desde cero, muchas veces con las viejas mañas a cuesta, sujetos de dudosa moral interesados en obtener ganancias rápidas, jóvenes inexpertos, soñadores.

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A LA CONQUISTA DE LA WEB3: LA BÚSQUEDA DE EL DORADO, 500 AÑOS DESPUÉS

Bueno, el ambiente de un puerto donde embarcarse hacia América a mediados del siglo XVI no era tan diferente del que podemos encontrar en las convenciones de blockchain, cripto o web3. Y sin embargo dentro de ese mar de dificultades también se encuentran grandes oportunidades. Sumarse a la tripulación del proyecto correcto es el desafío. 

Al llegar a ‘Tierra blockchain’ las complejidades no se detendrán. Allí no hay poblaciones nativas, pero hay una serie de animales, plantas y geografías nunca antes vistas. En este punto quizás se parezca menos a América y más a la Pandora de James Cameron.

Todo lo que conocíamos de las reglas físicas de los negocios aparece aquí trastocado. La tecnología blockchain se basa en la descentralización, y aunque no lo parezca estamos completamente acostumbrados a confiar en organismos que certifican hasta lo más pequeño de nuestra cotidianidad. Desde el gobierno que emite nuestros documentos, el banco que dice cuánto dinero tenemos en nuestro haber o Meta que informa quienes son nuestros amigos. El cambio de paradigma hacia un mundo descentralizado nos parecerá, en una primera instancia, como un retorno a la ley de la selva. 

Y si todo es tan complicado ¿por qué cada día más y más gente se embarca en esta aventura? Igual que América, el nuevo mundo de la Web3 está allí, no desaparecerá, y sin lugar a dudas está hecho de una nueva tecnología que tendrá un impacto trascendental no sólo en la forma en que hacemos negocios sino también en cómo nos organizamos como sociedad, dando paso a miles de oportunidades profesionales. 

Ya pasaron quince años desde que el adelantado Satoshi Nakamoto gritara “tierra” al ver las costas de la tecnología blockchain y todavía queda mucho por descubrir. 

(*) El autor, Fernando Ojeda, es planificador de marcas, con más de 20 años de experiencia en el mundo publicitario. Ha experimentado en primera persona la burbuja puntocom, la llega de los blogs, las redes sociales, el streaming y, más recientemente, el uso de la IA y blockchain para configurar la nueva Web3. Fue director de la división digital en Grey Argentina y desde hace 17 años lidera la red de agencias Mashin.

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