Por: Pedro Casas Alatriste L.

El último estudio de Elaine Dezenski y John Austin para la U.S.-Mexico Foundation detona una discusión de suma importancia: el ally-shoring y la necesidad de una mayor integración laboral.

El concepto de ally-shoring se refiere a la reestructuración de las cadenas de suministro, el reabastecimiento de componentes y la expansión de la coproducción de bienes y servicios con países que además de ser socios comerciales confiables y cercanos, también tienen afinidades en cuanto a valores democráticos, respeto por el Estado de Derecho y la solidez de la relación institucional. Tanto la coyuntura geopolítica, como las necesidades domésticas y regionales, nos invitan a dar pasos firmes para la reorganización de Norteamérica. 

El mundo transita una época de cambios y definiciones. La pandemia obligó a un viraje en las dinámicas laborales y de consumo, las necesidades de mano de obra en múltiples industrias se han reconfigurado para mantener a flote a la economía. Esta tendencia global tiene una presencia notoria en México y Estados Unidos

Dinámicas laborales en Estados Unidos.

Diversos indicadores apuntan hacia una necesidad vital y urgente de la industria por atraer mayor mano de obra. Primero, según los últimos datos del Buró de Estadísticas Laborales, en Estados Unidos existen dos aperturas laborales por cada persona desempleada. Es decir, aun con toda la población económicamente activa trabajando, habría miles de ofertas laborales en el mercado. Estados Unidos no cuenta con el suficiente capital humano para cubrir su capacidad de producción. De hecho, en julio de este año, Estados Unidos generó más de 580 mil nuevos empleos, duplicando el número esperado. No es coincidencia que las industrias que generaron mayores trabajos son aquellas donde la participación de la fuerza laboral extranjera es mayor: hospitalidad y recreación, manufacturas, construcción y servicios médicos. 

Segundo, la vulnerabilidad en las cadenas de suministro obliga a que la región blinde su capacidad productiva ante cualquier eventualidad. Más de la mitad del comercio entre las economías de Norteamérica son bienes intermedios. Por ejemplo, una camioneta Ford pudo ser inicialmente ensamblada en Ciudad Juárez, Chihuahua (circuitos), cruzar a El Paso, Texas (asientos), llegar a Chicago, Illinois (ensamble) y cruzar a Mississauga, Ontario (control de calidad), antes de ser vendida en diferentes partes del mundo. La relación económica con México se debe entender más allá de una dinámica de comercio entre dos países y más bien como un sistema de coproducción norteamericano.

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Tercero, la composición demográfica americana tiende hacia un envejecimiento generalizado. La media de edad en México versus la de Estados Unidos es casi 10 años menor (38 años en EE.UU. y 29 años en México). Esto acentúa la creciente falta de trabajadores en industrias clave como manufacturas y transporte. Además, genera presiones al alza en los salarios e incrementa las presiones inflacionarias a niveles históricos. De acuerdo con la última publicación sobre empleos en Estados Unidos, también se dieron a conocer las expectativas del incremento salarial anual, cifra que está en 5.2%. Antes de la pandemia, el crecimiento de los salarios por año era de 3.2%

Dinámicas laborales en México: historia distinta pero complementaria. 

Primero, si bien la tasa de desempleo es baja según los últimos datos del INEGI (3.35%), Ana Bertha Gutiérrez, coordinadora de mercados laborales en el IMCO comparte que cerca de un millón de trabajadores menores de 29 años están activamente buscando trabajo. Además, 2.5 millones de personas en ese rango de edad, han dejado de buscar trabajo debido a las pocas oportunidades. Es decir, México tiene un superávit de 3.5 millones trabajadores jóvenes. 

Segundo, la recuperación económica mexicana es impulsada por los sectores dependientes del comercio internacional. Los bienes y servicios (manufacturas, transporte y comunicaciones) así como los estados orientados a la exportación (Jalisco, Coahuila y Nuevo León) son aquellos que han crecido por encima del resto. 

Tercero, el grado promedio de escolaridad de la población mexicana está en los niveles más altos de la historia, cercano a 10 años de educación. No obstante, más del 55% de la población trabaja en la informalidad donde los salarios, derechos y prestaciones laborales son limitados. Las condiciones laborales en México no son del todo propicias para potenciar las capacidades de los trabajadores. 

Dinámicas laborales México-Estados Unidos: integración posible y necesaria. 

La complementariedad de ambas economías nos invita a pensar en la coproducción regional, más allá de los beneficios del comercio internacional. Para lograrlo, un paso fundamental es la movilidad e integración laboral. 

Para Estados Unidos, la reorientación de la demanda laboral hacia México ayudaría a reducir presiones inflacionarias, controlar los flujos de personas en la frontera, propiciar un mayor crecimiento económico y fortalecer la resiliencia en las cadenas de suministro. Hoy, todas estas son necesidades de primer orden para los estadounidenses. 

Para México, los beneficios son claros. Se crean más y mejores empleos, se amplían los espacios de inversión en territorio nacional, se profundizan los lazos con la economía más grande del planeta, se incrementan oportunidades para el gran número de jóvenes desempleados y evidentemente, esto reduce incentivos delictivos. El ejemplo más claro es la industria automotriz y de autopartes. Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), en 2021 esta industria empleó a más de 930 mil personas, aportó cerca de $862 mil millones de pesos al PIB nacional, y es la número uno en la generación de divisas. En los últimos cinco años, el 20% de le IED en México es destinada al sector automotriz. Además, las 37 plantas de ensamble de las empresas registradas en la asociación, tienen presencia en más de un tercio de los estados del país. 

Para lograrlo, hay dos caminos muy claros. El primero es aumentar la producción de empresas americanas en México a través de IED que complemente y mejore la productividad de las cadenas productivas de Estados Unidos. Para esto, el sector privado se necesita una mayor coordinación entre países, aumentar la inversión dual en capacitaciones, y armonizar certificaciones que eficienticen las contrataciones y fomenten el trabajo remoto. Esto abre paso al segundo camino: el incremento en la movilidad laboral. Es vital reestructurar el sistema de visas que permita a mexicanos acceder a permisos laborales en industrias estratégicas y esenciales.

La idea central es facilitar las condiciones para que la mano de obra necesaria en la coproducción norteamericana tenga mayor libertad de movimiento e integración. Esta idea es arropada por el ally-shoring. Es decir, la reestructuración de las cadenas de suministro junto con países aliados para impulsar el crecimiento económico y aumentar la resiliencia productiva. El camino hacia un futuro próspero de la región es juntos, o no es. 

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Contacto:

Pedro Casas Alatriste L., director de Investigación y Políticas Públicas de la U.S.-Mexico Foundation. Licenciado en Economía y diplomado en Historia de la Filosofía por la U. Iberoamericana y Maestro en Políticas de Desarrollo Internacional por la U. de Georgetown.

Twitter: @PedroCasas

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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