Cuando la emoción le gana a la razón el resultado no siempre es bueno. En pocas palabras, esa es la esencia de la contabilidad mental. 

El término contabilidad mental fue acuñado por el economista Richard Thaler, muy influido por los trabajos de Daniel Kahneman (ambos ganadores del Nobel de Economía) y Amos Tversky (psicológo matemático y cognitivo creador de algunas de las teorías más relevantes en la historia de la psiología y la economía). Los tres colaboraron y produjeron trabajos que han definido el campo de la economía conductual.

Antes de ellos, la teoría económica estándar se basaba en el supuesto de que los consumidores nos comportábamos racionalmente, pero Thaler realizó estudios que demostraron que una cosa es lo que deberíamos de hacer y otra, muy distinta, lo que hacemos. 

Un texto muy interesante de The Decision Lab señala que la contabilidad mental explica cómo tendemos a asignar un valor subjetivo a nuestro dinero, por lo general de formas que violan los principios económicos básicos. Aunque el dinero tiene un valor consistente y objetivo, la forma en que lo gastamos suele estar sujeta a reglas diferentes, dependiendo de cómo lo hayamos ganado, de cómo pretendamos utilizarlo y de cómo nos haga sentir eso.

¿A poco no te pasa esto también?

Imagina que el último año has ahorrado para irte de viaje o comprar algo caro como un auto o algo similar. Has estado limitándote y te queda en el bolsillo el último billete de 500 de la quincena. ¡Uf, te resistes a gastarlo por lo que representa!

Pero imagina también que caminando por la calle te encuentras tirado un billete de 500, ¡qué suerte, eso casi no te pasa a ti! Y para celebrarlo te vas al cine o invitas a alguien especial a una cena. Después de todo, es un dinerito extra. 

En ambos casos hablamos del mismo billete de 500 pesos, pero su valor parece diamentralmente opuesto: uno ganado con el sudor de tu frente y el otro por un golpe de suerte. 

Richard Thaler tiene la teoría de que nuestras emociones y no el pensamiento racional dan forma a la forma en que gastamos, ahorramos e invertimos dinero. En otras palabras, nuestro cerebro toma decisiones financieras subjetivas basadas en nuestros sentimientos, preferencias y convicciones. 

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Dejamos de ver la foto completa sin darnos cuenta

De acuerdo con la teoría de la contabilidad mental, las personas tratamos el dinero de manera diferente, dependiendo de factores como el origen del dinero y el uso previsto, en lugar de pensar en él en términos de “línea de fondo” como en la contabilidad formal.

Un término importante que subyace a esta teoría es la fungibilidad, o sea el hecho de que todo el dinero es intercambiable y no tiene etiquetas. En la contabilidad mental, las personas tratan los activos como menos fungibles de lo que realmente son.

¿Y eso…con qué se come? Una de las principales propiedades del dinero es su fungibilidad, es decir, que está formado por unidades intercambiables e indistinguibles entre sí. El dinero es fungible porque cada peso vale lo mismo independientemente de su procedencia o de cómo se gaste. Además, el dinero no viene con etiquetas: el mismo peso que se gasta en el café de la mañana también se puede gastar en ropa.

Debido a la contabilidad mental, tendemos a tratar el dinero como algo menos fungible de lo que es per se y clasificamos el dinero en diferentes cuentas bancarias mentales a las que aplicamos diferentes reglas (de nuevo, basándonos en las emociones y no en la razón).

Así pues, es más probable que gastemos los ingresos inesperados (como el billete encontrado) en bienes de lujo que en bienes esenciales. Aunque “racionalmente o en términos de valor” no hay nada diferente en un billete de 500 pesos, la forma en que nos llega le da un toque especial y por ello lo gastamos de esa forma. 

¿Acaso no pasa eso también con el aguinaldo, los bonos o cualquier otro beneficio que recibimos a lo largo del año? Al tomar decisiones sobre cada cuenta mental por separado, perdemos el panorama general de nuestro bolsillo. 

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Piensa en cómo gastas y analiza si puedes hacer cambios al ser más consciente de ello

Nuestra tendencia a trabajar con cuentas mentales se refleja en varios dominios de la ciencia del comportamiento aplicado especialmente en la industria de los servicios financieros.

Debido a la contabilidad mental, a menudo nos comportamos de forma ilógica cuando se trata de dinero. No tenemos en cuenta la “visión de conjunto” de nuestra situación financiera, respondemos de forma diferente al ganar o al perder dinero, dependiendo de cómo se nos presente la situación.

Gastar de más en refresco y palomitas en el cine es algo que aceptamos sin más, aun sabiendo lo inflado de los precios, pero lo justificamos porque nos venden una experiencia en conjunto.

Pagar varias compras al mes con la tarjeta de crédito y recibirlas todas en un solo estado de cuenta en la fecha de corte nos parece más llevadero que recibir una a una cada notificación. ¡Bajo esos lentes la foto es mucho más bonita!

Además de llevarnos a presupuestar mal, nuestro hábito de contabilidad mental puede ser fácilmente aprovechado por cada campaña de marketing que vemos en la televisión, en las redes sociales y más. 

En resumen, percibimos las ganancias y las pérdidas de forma distinta según el marco en que se produzcan.

¿Por qué es importante pensar sobre nuestros hábitos de consumo? 

En general, la contabilidad mental altera nuestra percepción de las finanzas y facilita que gastemos más de la cuenta. Una vez que hemos creado una cuenta mental para el café matutino, dejamos de pensar de forma crítica si realmente necesitamos destinar tanto dinero a ese fin o si estamos pagando un precio razonable por él, simplemente se convierte en un hecho.

Guardar nuestro dinero en diferentes cuentas mentales también nos impide ver que parte de nuestro dinero podría emplearse mejor en otra cosa. Las “cuentas” separadas nos hacen sentir que las cosas cuestan menos de lo que cuestan.

Tener consciencia de esto, no puede ayudar a pensar de manera más objetiva y evitar dañar nuestra salud financiera.

Los especialistas de The Decision Lab señalan que la contabilidad mental puede distorsionar nuestra percepción del dinero y llevarnos a gastar basándonos en la intuición y no en la razón, pero que, por suerte, haciendo un esfuerzo concertado se puede romper ese mal hábito financiero. 

Desde su perspectiva, lo mejor para evitar la contabilidad mental es actuar de forma deliberada con tu dinero: piensa críticamente en tus hábitos de gasto y pregúntate honestamente si hay margen de mejora. El otro tip es aprender a llevar un presupuesto para determinar los rubros esenciales y no esenciales y decidir conscientemente cuánto gastarás en cada uno de ellos. Eso te permitirá vigilar tus gastos, no malgasatar en cosas innecesarios y crear un plan estratégico (y consciente) con tu dinero.  

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