Un grupo de personas con una enorme lona en donde se han registrado a manera de conteo ciudadano los votos que se han emitido en la casilla especial 01, bloquean los carriles centrales y laterales del Anillo Periférico y Tlalpan. Su consigna es muy clara: ¡Queremos votar! Las 750 boletas presidenciales casi se han agotado.

Una veintena de policías de tránsito han logrado que el gentío se distribuya sobre un camellón. Desde las banquetas aledañas, grupos de granaderos perfilan sus escudos transparentes y portan sus cascos como muestra de amenaza latente. Los primeros autos comienzan a pasar. Algunos con muestras de apoyo a los descontentos. Otros, furiosos, a toda velocidad y ofendiendo a los manifestantes.

Una señora con un puesto ambulante de papas saladas y enchiladas observa el panorama. Sobre la banqueta hay muchos otros puestos. Un niño pregunta a su padre hasta qué hora tendrán que seguir vendiendo los raspados que su papá acarrea en una bicicleta. El señor, resignado contesta: como hasta las 5.

Aunque la secretaria de esta casilla electoral se ha colocado entre la multitud para intentar explicar que al término de alguno de los juegos de boletas tienen que cerrarse las elecciones en esa casilla, voces agresivas exigen su derecho a votar. Otras más van resignandose. Y los últimos en tener la oportunidad de votar salen victoriosos. Como Francisco Torres, estudiante de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, quien viene de San Luis Potosí.

La decisión de las autoridades electorales en esta casilla fue sencilla pero básica: numerar del 1 al 750 en la muñeca izquierda a las personas para poder despachar al resto. Sin embargo decenas de personas, en su mayoría acompañadas, insisten en acercarse a una interminable hilera con la esperanza de poder votar.

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Distintos testimonios denuncian irregularidades en esta dinámica de voluntad ciudadana, como la que expresa Ana Pérez, del departamento de Cardiología del Instituto Nacional de Rehabilitación Luis Ibarra, quien viene desde Veracruz: “hubo una funcionaria del INE que se metió en la fila aunque se supone que nos enumeraron. La chica se puso con un plumón un número, y se metió. Todos alegaron. Empezó a poner pretextos, pero la grabaron y se tuvo que salir”, cuenta.

Otra pareja proveniente de Acapulco también relata un caso parecido: “una funcionaria representante del PRI se metió a la fila. Llegó ella y pidió un plumón y se escribió un número, el  721. Dijo que su secretario se encontraba ahí,” relatan Jorge Escobar y Carmen R. B., a quienes les tomó ocho horas votar.

Estefanía viene de Oaxaca. Está formada desde las 13:00 horas. Renta con unos tíos en la CDMX y su queja es muy específica: “están aceptando que voten personas de otras delegaciones, que por flojera vinieron a votar aquí y que pudieron votar en sus casillas. Nos están quitando la oportunidad de votar a la gente que viene de fuera.”

El estudiante Torres también encontró inconsistencias: “al final gente del mismo INE se estaba metiendo para votar. Llegamos, empezaron a contar y empezaron a enumerar,  pero no hubo ningún filtro que dijera, sabes que, eres local, vete a tu casilla. No nos pidieron credencial para saber de dónde veníamos.”

La incertidumbre reina. Muchos observan las boletas locales pendientes y piensan que se trata de algún tipo de engaño. Incluso un observador del INE se ha propuesto esclarecer a la multitud que el cierre de la casilla se da legalmente y conforme a proceso, pero el enojo se multiplica. El grupo de manifestantes se mantiene sobre el camellón y rodea la casilla especial. Nadie cede.

 

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