El inicio de este 2022 el mundo miraba el avance de Rusia contra Ucrania con asombro y hasta cierta incredulidad, parecía imposible que a estas alturas de la historia y con los aparentes aprendizajes del pasado el mundo pudiera ver otro frente de conflicto innecesario y doloroso. Con el paso de los meses, crece la incertidumbre y se aleja el escenario de paz que pueda llevar a una solución que favorezca a la población civil y despeje los intereses mezquinos que han rodeado el conflicto.

Las subsecuentes olas de insurrección en Irán llaman poderosamente a las nuevas generaciones que han crecido bajo el yugo opresor de un régimen intolerante y lleno de sesgos que limitan el desarrollo libre de niñas y mujeres. El eco de las voces feministas alrededor del mundo, no solo consignan la violencia sistematizada y la brutalidad policial, sino la falta de empatía y la amplia polarización que ha dañado el tejido social al grado de validar y normalizar esquemas de violación a los derechos humanos.

Asomadas en el Caribe, las protestas en Cuba no solo dan voz a la población empobrecida, rezagada y oprimida. Una población sumergida en los años cincuenta, que ha visto al mundo pasar sin que aún su misma revolución los haya volteado a ver. El problema de Cuba y de muchos países en el mundo es el populismo, el intento de gobiernos progresistas que han perpetuado su estancia en el poder saqueando, engañando y traicionando al pueblo bueno que en su momento les encumbró en la cima de los nacientes gobiernos posrevolucionarios.

La antesala de las elecciones intermedias se da en un ambiente complejo para el actual presidente Biden, quien ve lejana la posibilidad de entregar los resultados de gestión que le permitan asegurar un segundo periodo en la Casa Blanca. Con un corto margen de maniobra en todos los planos, el ejecutivo estadounidense enfrenta grandes retos, la estabilización interna ha sido casi imposible toda vez que la herencia del trumpismo aún resuena en el Congreso y alimenta la amenaza de un regreso del grupo del ex presidente en las próximas elecciones presidenciales del 2024.

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Oleadas ultraconservadoras en el panorama europeo preocupan a los liderazgos de la Unión Europea, que además de enfrentar los vaivenes del mercado de los energéticos, enfrentan la inestabilidad social y política que en varios países cuestiona, también, el integracionismo y abre la puerta a la consolidación de los ultranacionalismos. 

La permanencia del ejército en las calles mexicanas evoca diversos momentos históricos, de nuestra historia y de la de otros países, todos trágicos y llenos de dolor. La crisis política que se padece en México es una crisis estructural, las instituciones luchan por sobrevivir, por prevalecer en medio del caos y la incertidumbre, en un ambiente carente de liderazgos propositivos y transformacionales, con una verdadera visión de futuro.

2022 es ya un parteaguas en la historia del siglo XXI, incluso un parteaguas dentro de la pandemia global, esa pandemia que llegó con un disruptor biológico para mostrar la vulnerabilidad del ser humano, de las sociedades modernas y que se ha quedado por los liderazgos egoístas y populistas. 

La próxima normalidad, no es aquella libre de virus y olas de contagio. Es aquella en la que la sociedad civil logre consolidar proyectos nacionales incluyentes, libres de los esquemas rancios de poder, de intereses mezquinos que les alejan del bienestar (el verdadero bienestar) y en la que la toma de conciencia sobre cambio climático y acciones socialmente responsables sea, verdaderamente la brújula de navegación. 

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