Internet nació como un proyecto de carácter militar durante la guerra fría cuyo principal objetivo era mantener una comunicación descentralizada ante un posible ataque masivo a territorio estadounidense. Años más tarde, el programa se liberó hacia universidades en Estados Unidos y Europa.

A principios de los 90, Tim Berners – Lee, investigador del Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), creó los protocolos TCP-IP que hasta la fecha se utilizan para transferir información entre computadoras y con ello, dio pie al nacimiento de la World Wide Web, lo que abrió la puerta a múltiples usuarios fuera de los entornos académicos.

Con la democratización de la WWW llegaron las diferentes narrativas que contemplaban a Internet como un pilar de la democracia porque podría ser una herramienta que hiciera que la información de todo fluyera de manera horizontal y, al mismo tiempo, convertirse en un espacio de denuncia mundial que señalara casos de corrupción y los intereses secretos de los gobiernos y corporaciones, como lo fue el portal WikiLeaks, por ejemplo.

Sin embargo, con el paso de los años, lo que se vislumbró como un territorio de cooperación internacional, empezó a ceder a presiones geopolíticas, legislativas e incluso, comerciales, por lo que Internet empezó a tener muchas barreras determinadas por gobiernos locales.

China es un ejemplo concreto. No solo el acceso a Internet ha sido limitado al interior del país a través de un gigantesco firewall que le permite al Estado filtrar todos los sitios que no se alineen a sus intereses; también ha creado una serie de portales que replican a los que están afuera de su jurisdicción, desde aplicaciones de transporte y diseño, hasta redes sociales.

Esta red interna ha empezado a tener réplicas y colaboraciones con Irán, Cambodia, Vietnam y Rusia, creando una especie de Internet que corre en paralelo al que nosotros conocemos. Es decir, una Internet que ha creado sus propias fronteras geográficas y de contenido.

Por su parte, desde la invasión a Ucrania, Rusia ha recibido una serie de sanciones de todo tipo, entre las que se encuentran limitaciones a sitios de Internet y medios de comunicación en territorio europeo. Por ello, la tecnología y redes chinas comienzan a ser de gran utilidad en este contexto.

La guerra comercial de Estados Unidos contra China también ha creado una serie de limitaciones, no solo de empresas de tecnología, también de redes sociales como TikTok que será obligada a venderse a un grupo estadounidense o bien, ser prohibida. Esta acción se suma a una cada vez más grande lista de prohibiciones o condicionamientos sobre aplicaciones y contenidos en todo el mundo, y que van desde la obligación de tener servidores locales que autoridades puedan revisar, hasta la prohibición total de portales, aplicaciones y comunidades.

Las limitaciones que existen en la actualidad, dadas por conflictos políticos o comerciales, así como el desarrollo de tecnologías que solo se permiten en ciertos territorios está dando por sentado que nos aproximamos a la aparición de varias redes internacionales que, lejos de ser globales, señalan y aumentan las diferencias políticas y económicas entre países. Así, es posible que lo que hoy conocemos como Internet se convierta en un cúmulo de redes de interconexión entre socios de bloques económicos y una web mundial deje de tener sentido.

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