Por Luis Javier Álvarez Alfeirán*

Para los franceses, el arte culinario tiene que ver no solamente con una alimentación de calidad, estilizada y enaltecida en los grandes restaurantes; lo que hay verdaderamente detrás de todo ello es una filosofía, la del Art d’vivre, que no es otra cosa sino la de saber aprovechar el momento y el disfrute. Parece que, en general, nos hemos olvidado de ello. Hemos perdido la brújula en medio del ajetreo de la vida ordinaria y caótica, especialmente en las grandes urbes.

Entramos ahora a una etapa en el calendario que se caracteriza por las posadas, las reuniones familiares y de amigos, así como las convivencias que las empresas organizan con nuestros pares en el mundo laboral. En diciembre los restaurantes se llenan de comensales cargados de regalos y en franca convivialidad. Es un mes donde la facturación de estos crece por encima del promedio ayudada por los ingresos adicionales que la gente recibe en esta temporada; se come bien y se bebe mejor. Diciembre es un mes en el que parece que nos acordamos de vivir y dejamos a un lado las presiones del trabajo y las penurias económicas que, –en muchos casos–, se trasladan hasta el mes siguiente, motivo por el cual surge la expresión de “la cuesta de enero”.

El arte de vivir no se trata de otra cosa sino de hacer de cada etapa de la vida un momento decembrino, se trata de no dejarse ofuscar por las presiones diarias y darles tiempo a los amigos, a la familia, a nosotros mismos. Hace unos años un estudio de alguna universidad norteamericana sugería que si no dedicábamos tiempo a la vida social y personal, la persona no se encontraba en un equilibrio sano para el ejercicio de sus labores profesionales; que si se excedían en su horarios podía ser por culpa del exceso de trabajo (responsabilidad de la empresa) o de la falta de dedicación (responsabilidad del empleado), pero que en ambos casos se incurría en una falta que afectaba la vida de las personas y sus capacidades y que, por lo tanto, la empresa debería estar pendiente de ello.

Los recientes acontecimientos en el ITAM ponen esta misma visión en la perspectiva de la academia. Ambas partes, alumnos e institución deben reflexionar con profunda sinceridad y autocrítica, si sucesos lamentables como el recientemente ocurrido, se deben a una exigencia exagerada (responsabilidad de la casa de estudios), a un desidia, comodidad y dejadez por parte de los alumnos o a ambos. Sea cual sea el resultado de dicha reflexión, se debe orientar el resultado, ayudándonos a todos, a valorar el Art d’vivre y su importancia en la sociedad.

La familias deben reunirse con más frecuencia, los amigos apoyarse y animarse en un ambiente relajado, la vida laboral debe replantear sus espacios y exigencias, las escuelas analizar sus cargas de trabajo y su pertinencia, los niños deben ser capaces de salir a jugar junto a sus padres, los ancianos merecen ser escuchados con calma y atención, los individuos deben poder tener el espacio y el tiempo para sí mismos y practicar aquello que les gusta y los relaja; la sociedad debe convertirse nuevamente en un espacio de crecimiento y no de hostigamiento. El arte de vivir no tiene nada que ver con las posibilidades económicas de adquirir bienes y servicios sino de poderlos disfrutar y compartir con los demás.

En el mundo de la alta cocina no son los grandes restaurantes el sentido último de la experiencia, sino los motivos que nos reúnen en ellos, es decir; las grandes celebraciones, la convivencia ya sea por placer o por negocio que nos ponen en contacto con los demás. Se trata de familias reunidas un domingo, de aniversarios celebrados, cumpleaños festejados, logros cumplidos y muchos otros motivos que tienen como común denominador el encuentro entre seres queridos. ¡De eso de trata el Arte de vivir!

Contacto: Correo: [email protected]

Twitter: @DirectorLCBMx

  *El autor es Director de Le Cordon Bleu Anáhuac.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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