“Se debe orar que se nos conceda una mente sana en un cuerpo sano. Pedid un alma fuerte que carezca de miedo”. Décimo Junio Juvenal.

Sin importar si somos altos ejecutivos, estudiantes, emprendedores, si ya tenemos muchos años de experiencia o si apenas estamos empezando a volar en el mundo corporativo, el equilibrio entre los aspectos personales, la actividad profesional y la vida comunitaria es esencial. Desde el Antiguo Imperio Romano, ya lo decía Juvenal: Mente sana en cuerpo sano. La sabiduría ancestral nos ha enseñado que el balance entre nuestro cuerpo, mente y comunidad es el primer escalón para el desarrollo. Si descuidamos uno, tarde o temprano, los otros se resquebrajarán.

Las nuevas tendencias administrativas van en busca de defender la armonía integral del ser humano. Eso significa recuperar lo sencillo, la serenidad, el saber, la ternura y ponerlas por encima del utilitarismo, el ruido, la frivolidad, lo incendiario. En esta reflexión, la mirada se tiende a favor del equilibrio. 

Debo aclarar que no se trata de una versión edulcorada que busca un mundo corporativo como algodón de azúcar. Todo lo contrario, se necesita el rigor de los parámetros de desempeño, pero también, de acabar con la micro-gestión. Es dejar atrás ese estilo en el que se observa minuciosamente el trabajo de los subordinados, olvidarnos de esas horas silla que dan mayor importancia a la presencia que a los resultados porque tarde o temprano, esta forma de “jefear” termina produciendo inseguridades, tensión emocional, descontento y falta de confianza en sus capacidades de los miembros del equipo de trabajo. Y, por supuesto, una micro-gestión continuada puede llegar a provocar estrés, nerviosismo e incluso diferentes problemas de salud mental a los trabajadores. Se abre la grieta del desequlibrio.

Es increíble como esos malos hábitos de dirección se han insertado entre los liderazgos y parece que han echado raíces. Lo peor de todo es que este estilo de gestionar va directo al desbalance y trae resultados muy pobres. Esto es así porque vuelve dependiente a las personas, promueve la disminución de miras y acaba con la creatividad. La relevancia de rescatar el equilibrio entre la gente que colabora con nosotros es primordial. La razón es simple: las personas que tienen una vida equilibrada se desempeñan mejor, son creativos, se aseguran de buscar la excelencia y se encaminan a la innovación. 

No obstante, seguimos viendo que las personas descuidan su balance y luego se preguntan por qué no consiguen los resultados que quisieran. Lo cierto es que es frecuente toparnos a personas que se encarrilan en la vida profesional y se olvidan de comer sano, de hacer ejercicio, de cuidar su bienestar. Nos olvidamos de desayunar, no comemos a nuestras horas y si lo hacemos nos llevamos a la boca cualquier cosa para aplacar el hambre, llegamos tan cansados que preferimos irnos a dormir que cenar. Si nos duele la cabeza o el estómago, nos automedicamos y posponemos una cita con el médico. En fin, vamos como el Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas corriendo con mucha prisa sin detenernos a poner atención a las alertas de nuestro cuerpo. 

Te recomendamos: Semana laboral corta, ¿lujo o necesidad?

También, vemos muy a menudo como en el remolino de la vida profesional, nos vamos enredando en el manejo de tiempo y de repente, nos damos cuenta de que nos estamos alejando de las personas que decimos que son las que más nos importan. De pronto, nos damos cuenta de que hace semanas que no los vemos, que no compartimos el pan y la sal con nuestros familiares y amigos, que nuestros temas de conversación se van limitando a los temas de nuestra cotidianidad. El rompecabezas de la complejidad del ser humano tiene piezas personales, profesionales y sociales. Si sólo utilizamos una, no podremos completar la figura. Así de contundente es la falta de balance.

Desde la antigüedad y hasta la eternidad, las batallas internas van de los extravíos y la búsqueda por recuperar nuestro centro. El problema está cuando ni siquiera somos capaces de definir qué es el equilibro al que nosotros aspiramos. El verdadero reto es distinguir cuál es la grieta por la que se escurren nuestras prioridades. Poner atención en estos conceptos nos llevan a prever el desmoronamiento de nuestro balance. Asimismo, nos hacen defender los puntos en su verdadero valor. Es fácil: mente sana en cuerpo sano.

Podemos empezar con pequeños pasos para proteger nuestro equilibrio. Por ejemplo, hay que salvaguardar lo básico para mantenernos sanos: comer a nuestras horas y en forma sana. Olvidarnos de los malos hábitos de tomar nuestros alimentos sobre nuestro escritorio o frente a la computadora. Hay que hacerlo con la conciencia de lo que estamos haciendo, usar esos momentos para despejar la mente y darle oportunidad al aire de oxigenar nuestro cerebro. Dormir, descansar. Practicar algún deporte, movernos, hacer ejercicio.

Los beneficios son de amplio espectro y no son nada más físicos. Una mente sana está dispuesta a explorar en forma curiosa aquello que no se resuelve en forma rápida, permite que las ideas se abran camino como si fuera un ser vivo y se le da paso para llegar a su destino. Una persona equilibrada permite que florezca la sensibilidad, alumbra las zonas oscuras y permita que fluya la fuente de la creatividad y la innovación. Se aceptan las críticas, las opiniones diversas, los consejos. Por supuesto, el balance entre la persona, la vida profesional y comunitaria nos lleva a entender la exigencia del desempeño y ponernos a la altura de los desafíos. 

En el desequilibro, procrastinamos. Nos cansamos porque nos falta sueño, nos sentimos debilitados porque no nos alimentamos bien, nos olvidamos de lo relevante y nos resulta incomprensible la exigencia. No hay noche que no despertemos mortificados por el alud de pendientes que tenemos y no vemos la forma de realizarlos. Entramos en un laberinto sin salida, nos quedamos en el centro de la Torre de Babel. Nos enconchamos, no respondemos a ningún requerimiento, a ningún encargo. Nada nos recompensa. No aceptamos ayuda ni la pedimos. Nos perdemos en el extravío más profundo.

En este círculo vicioso, vamos desaprovechando oportunidades y olvidamos el sentido y la dirección. Sentimos que nuestros esfuerzos se quedaron sin destinatario. Entonces, una delgada grieta se empieza a formar en nuestro ser, luego se agrietan las murallas de nuestra persona y nuestros cimientos se resquebrajan.

Una mirada profunda se enriquece con los aspectos más personales, sociales y profesionales del individuo. Una mirada que se alarga más allá de la inmediatez, que profundiza e indaga en el carácter más humano que moldea y equilibra al mundo. Por ello, las nuevas tendencias administrativas van en busca de defender la armonía integral del ser humano. Eso significa recuperar lo sencillo, la serenidad, el saber, la ternura y ponerlas por encima del utilitarismo, el ruido, la frivolidad, lo incendiario. Se entiende que el balance y el desempeño son el primer e indispensable peldaño del desarrollo.

Contacto:

Correo[email protected]

Twitter: @CecyDuranMena

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

Suscríbete a Forbes México

 

Siguientes artículos

energia-auto-electrico
Urge a México una política integral para avanzar hacia la electromovilidad
Por

Una política de electromovilidad permitirá al país reducir las emisiones y escalar su posición en la industria automotri...