Hablaba de los colores de la vida mientras pintaba temerario las sensaciones de sus emociones frente a la explosiva narrativa de la naturaleza, hablaba de los latidos del mar y de las fiestas cromáticas de los atardeceres…. Hablaba con la batuta de su pincel, intentando explicar lo inexplicable desde aquel corazón apasionado y hosco que cantaba a pinceladas la música de sus interminables búsquedas ….

William Turner, abducido por ese dialogo cromático que Goethe, en su estudio de filosofía de la ciencia única (holística) ya defendía en 1810 y cuyas sombras coloreadas, refracciones y cromatismos, ya fascinaban a físicos y filósofos en el siglo XVII con aquel planteamiento metodológico del TODO, pensaba, transmitía y pintaba, mientras en su hacer nos mostraba cómo la fusión de sus colores nos iban aproximando cada vez más a la luminosidad y a la fluidez de los colores que la propia naturaleza mostraba en la explosión de su realidad.

The Harbor of Dieppe, Joseph Mallord William Turner

La brillantez, el acierto, el esplendor en el hacer de ese viajero insaciable fascinado por la luz, nos abría a los expectantes espectadores un sendero luminoso por el recorrido de las salas que estos días el museo Frick Collection de Nueva York exhibe, dejándonos ver esos paisajes flotando entre las neblinas húmedas de los amaneceres y los ocasos dulces de doradas luces tocados con el salitre que ese Turner, el acuarelista sublime, el pintor de la luz, respiraba durante su apasionante y turbadora ejecución.

El pintor romántico excéntrico y de pocos amigos, incansable e insaciable, ávido de la filosofía soberbia de los espacios naturales, “el artista que mas conmovedora y acertadamente podía medir el temperamento de la naturaleza” (John Ruskin, critico ingles), guardaba el contenido narrativo de sus pinceladas y el material que esbozaba para sus obras durante sus múltiples viajes en aquellos cuadernos de dibujo donde anotaba sus proyectos, sus improntas, sus huellas, y donde llegaría a ser capaz de retratar el majestuoso poder del impacto de esa naturaleza en el ser humano por medio de catástrofes, fuegos, cataclismos, hecatombes, mostrando al mundo la insignificante levedad del ser frente a la fastuosa madre naturaleza.

El pintor de la luz, que naciera un 23 de Abril de 1775, fallecería a los 76 años de edad en su Londres natal, dejando un referente de alma, poesía y sensibilidad, y un inestimable legado artístico a la humanidad plasmado en la emoción de su obra.

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