Las reacciones inmediatas a la filtración de la carta enviada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, en la que pide a la corona española el reconocimiento de los agravios que implicó la colonización, transparentó los desniveles de la discusión ideológica que hoy anima no sólo a la opinión pública nacional, sino también de otros lugares. Alineados en bandos encontrados, los argumentos fueron desde el insulto (como los del escritor español Arturo Pérez Reverte y el político panista Diego Fernández de Cevallos) hasta la multiplicación de mensajes que daban cuenta de los casos en que, por razones equiparables, otras naciones han solicitado y/o expresado disculpas a otros países o comunidades en el pasado reciente. Al margen (aunque incidiendo en la discusión abierta) el gobierno español declaró “inaceptable” la solicitud. No obstante, lo que podría ser objeto de una discusión rica, esclarecedora y propicia para reconstruir nuestra historia con análisis reflexivos y complejos, se convirtió en un intercambio de necedades, sustentadas en la ignorancia y los odios ideológicos polarizantes. Fernández de Cevallos calificó como “ocurrencia” la petición. Pérez Reverte llamó “imbécil” a López Obrador. En ese tono, en las cuentas acostumbradas de las redes sociales, se reprodujeron epítetos y descalificaciones (aunque hay que reconocer que, en paralelo, también no pocas muestras del enorme ingenio que puebla, para nuestra fortuna, la red de redes). No es la primera vez que una solicitud de este tipo ocurre. Y tampoco será la última. El mismo Estado español, en 2015, pidió perdón a la comunidad sefardí por su expulsión en 1492. Distintos países de la Comunidad Europea hicieron lo propio, en 2001, reconociendo agravios cometidos (por colonización, tráfico y esclavitud) contra los pueblos africanos. Holanda se disculpó con Indonesia en 2013. Alemania pidió perdón por el holocausto. El Estado Vaticano lo hizo por la Inquisición y revisa, después de largas negativas, su papel en contra de los judíos o, cuando menos, su vergonzoso silencio por los crímenes cometidos por el régimen nazi. El Papa Francisco pidió un perdón general a los pueblos originarios de América. Japón ha manifestado su arrepentimiento (como Estado) por hechos de la Segunda Guerra Mundial. Adicionalmente, pidió perdón a Corea por la colonización. Canadá, en fin, ha solicitado al Vaticano que pida perdón a los indígenas de aquel país. ¿Por qué se generó la enconada discusión en México por esta solicitud? Es muy obvio que confluyen factores ideológicos, revanchas políticas y una animosidad que, desde hace muchos años, se enseñorea en nuestro ambiente público. Pero no sólo eso: la ignorancia, la incapacidad para distinguir una “ocurrencia” respecto de acciones respaldadas por una visión de Estado y la apelación a la historia, producen un discurso repetitivo, vacío y cansino que, en su dinámica cantaletera, evade toda posibilidad de comprensión. Pero si alguien duda de la pertinencia de mantener los afanes de reflexión sobre estos temas, basta que revise la mentalidad colonialista, la arrogante patanería con que Pérez Reverte respondió en este caso. No. La Historia es algo más que una disciplina para ejercicios mnemotécnicos o para torturar infantes en las aulas.   Contacto: Correo: [email protected] Facebook:joséluis.cerdandíaz LinkedIn: jose luis cerdan diaz Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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