Por: Luis Javier Álvarez Alfeirán

La inflación se está apoderando de las economías de todo el mundo, cifras del Índice de Precios al Consumidor (IPC) Interanual se acercan peligrosamente a los dos dígitos (en algunos países ya lo han alcanzado) y alertan a los bancos nacionales de todos los países que se ven obligados a establecer políticas monetarias buscando contener una escalada que pareciera ser desastrosa. La guerra, que tiene a Europa a las puertas de una inminente crisis energética de cara a un invierno cada vez más cercano, incrementa las fricciones entre los pueblos y sus gobernantes; la escasez de granos, siendo Ucrania uno de sus principales productores, provoca un escalada en alimentos básicos para la población mundial; los factores climáticos cuya extraordinariedad nos es lamentablemente cada vez más común, y los efectos de la aún vigente pandemia se conjugan en un platillo difícil de digerir para la mayoría de las personas.

Las perspectivas a futuro no parecen ser alentadoras; en México, el salario no puede competir con el aumento de los precios al que se enfrentan miles de personas cada día en los mercados de los pueblos y ciudades y que conllevan un cambio en sus hábito de consumo. La calidad y la cantidad de la compra disminuye, no así las posibilidades culinarias que, a través de ingredientes sencillos hacen de nuestra cocina baluarte y bandera de nuestra cultura.

La gastronomía nacional, ofrece posibilidades enormes para hacer frente a esta realidad. El maíz, el chile y el frijol han sido sostén de las familias mexicana desde tiempos prehispánicos y lo siguen siendo hasta nuestros días. La diversidad de combinaciones que se pueden elaborar con tan solo estos tres ingredientes dentro de los muchos que nos ofrece la cocina del México moderno, hace de nuestras mesas una de las más variadas del planeta. 

La realidad social proyecta tendencias en hábitos de compra y de consumo sin despegarse de su esencia; crecen los huertos urbanos y la inclinación por productos estacionales que son más baratos; el autoconsumo y el consumo local presentan tendencias a la alza dejando como consecuencia un beneficio económico, que, aunque escaso e insuficiente, queda al menos más  repartido y balanceado dentro de algunas comunidades.

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Pero para el mexicano, la comida no sólo alimenta el cuerpo sino también el alma, a México nunca le han faltado motivos para celebrar y, a las puertas de nuestras fiestas patrias, la cocina tradicional mexicana será protagonista y vínculo de unión entre nosotros, aún ante las precarias condiciones de nuestros tiempos. La economía afecta sin duda el bolsillo de todos, pero no mina nuestra identidad y la riqueza que la sencillez aporta a nuestra cultura. El riesgo que significan los sucesos políticos mundiales, las circunstancias de salud o la amenaza de la así llamada austeridad republicana o  pobreza franciscana quedarán en el mural de la historia como políticas públicas fallidas de gobiernos nacionales y extranjeros que no han comprendido nuestros tiempos y viven alejados de sus ciudadanos, pero la grandeza del ser humano, nuestra identidad nacional como mexicanos, aquella que se festeja en familia alrededor de la mesa, tendrá horizontes más lejanos y sabrá sortear los vientos tempestuosos adaptándose a una realidad que, aunque actual, no es nueva para la mayoría. 

Las arrebatadoras condiciones políticas, sociales y económicas de nuestra sociedad moderna nos hacen vulnerables, pero la resiliencia de un país como México ha sido puesta a prueba en innumerables ocasiones y ha demostrado que “¡no hay salsa que pique demasiado para un mexicano!”

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Contacto:

Luis Javier Álvarez Alfeirán, MA. Director de Le Cordon Bleu Anáhuac*

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twitter: @DirectorLCBMx

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