Por Andrés Felipe González Gutiérrez*

Si bien es cierto y a la vez, muy conocido, el hecho de que no existe mejor ejemplo de liderazgo agrícola y agroindustrial en todo el hemisferio americano que México, así como su popular cocina que no distingue fronteras y sus ingredientes, frescos y procesados que hoy conquistan todas las esquinas del planeta, lo que muchos ignoran es el alto compromiso del país con una industria de alimentos predominantemente sostenible, incluyente, eficiente y moderna.

La participación de México, nada más, en las exportaciones hacia el primer importador de alimentos del mundo (Estados Unidos), corresponden a más del 60% del total del suministro de productos agrícolas frescos y procesados y, por si fuera poco, algunas de las empresas más importantes del hemisferio, como Grupo Bimbo o Gruma, también son mexicanas.

Este liderazgo, que pareciera casi natural, a pesar de que las ventajas comparativas del país no necesariamente son las mejores por su ubicación geográfica con respecto a otros países con mejores condiciones para la producción de alimentos como Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y parte de Brasil.

El mérito a la resiliencia del sector agrícola y agroindustrial mexicano en el continente es indiscutible incluso, aún más, si se toma en cuenta que los países sobre la línea tropical no han aprovechado realmente su potencial y todavía se encuentran lejos de las cuotas de producción y exportación de los alimentos mexicanos.

Liderazgo y modernidad

Algunos elementos son clave para entender este liderazgo. Uno de ellos es el compromiso con una agricultura moderna, ejemplos como el uso de sistemas de riego eficiente en más del 50% del área de riego del país, lo pone a la cabeza por encima de otros países de la región.

Otro ejemplo más es una maquinaria agrícola mucho más moderna con respecto a otros países, con tractores, cosechadoras y equipos de siembra que han permitido incrementar la productividad y disminuir los costos laborales. Finalmente, México también es ejemplo regional en la implementación de agricultura de precisión, pues es un país con un uso intensivo de GPS, drones, sensores de suelo y sistemas de información gráfica para la optimización de la producción en mayor cantidad que el resto de América Latina.

Todo esto comprueba efectivamente que México es un ejemplo envidiable de vocación agrícola y agroindustrial en la región. Pero lo más destacado, y en especial, lo que debería ser el modelo a seguir para todos los países del hemisferio, incluyendo Canadá y los Estados Unidos, es su compromiso con una industria alimentaria realmente sostenible.

La columna vertebral de la alimentación: el maíz

Uno de los casos y tal vez de los más conocidos, pero sobre el que quisiera empezar, ha sido un tema sujeto a debates y a una polémica que inevitablemente, por su popularidad, ha alcanzado discusiones de tono político ,y tiene que ver con la defensa sobre la restricción del uso de maíz genéticamente modificado procedente de los Estados Unidos.

Detrás de esta defensa hay no solamente un compromiso con la salubridad de los consumidores o la protección de la genética de un país cuya columna vertebral alimentaria ha sido desde hace siglos el maíz; sino, un acto de absoluta coherencia, pues México, ha sido abanderado en el Manejo Integrado de Plagas (MIP).

Los agricultores del país han adoptado enfoques más sostenibles para el control de plagas y enfermedades, utilizando enemigos naturales y prácticas culturales en lugar de depender únicamente de pesticidas químicos. El control biológico y el MIP han logrado reducir los efectos negativos en el medioambiente y la salud humana sin necesidad de requerir el uso de Organismos Genéticamente Modificados.

Sin embargo, la sostenibilidad va más allá del impacto ambiental. México, a través del programa, Sembrando Vida, enfoca sus esfuerzos en incrementar la productividad agrícola con más siembra de árboles frutales y de especias; pero también en sustituir el área destinada a cultivos que eran improductivos por suelos rentables que permitan mitigar la pobreza en zonas rurales y neutralizar la huella de carbono e incluso, frenar la migración de Centroamérica hacia los Estados Unidos mediante ofertas de visados especiales de trabajo.

El impacto de este programa ha tenido eco en otros países centroamericanos como El Salvador y Honduras. Sin duda alguna, la estrategia del gobierno mexicano a pesar de su sencillez, no le quita su efectividad y encuentra en las actividades agrícolas un propulsor de crecimiento, sostenibilidad y desarrollo.

Si en verdad queremos apostarle a una América Latina con mayores ingresos y sostenibilidad, deberíamos emular el caso mexicano y poner al sector agrícola y agroindustrial en el centro de la actividad económica.

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*Por Andrés Felipe González Gutiérrez, especialista en internacionalización de empresas latinoamericanas y autor del libro América Latina a la Conquista del Mercado de Alimentos Estadounidense.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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