Una de las discusiones que más nos preocupa es la que va en torno a la digitalización en la estamos inmersos y a las consecuencias que nos trae la inteligencia artificial. Nos preguntamos cuáles son los límites a los que puede llegar, dónde se encuentra la frontera ética del uso y abuso de herramientas que por un lado nos facilitan la vida y por el otro nos asustan. Desde luego, hay varios argumentos en contra de los chatbots basados en modelos de lenguaje como ChatGPT, en la omnipresencia de las pantallas y sus efectos. Llega un momento en el que tanta tecnología más que ayudarnos nos puede abrumar. 

¿Y si dejáramos de pensar tanto en ello? Los argumentos en contra y a favor de la tecnología no son nuevos. Ya a principios del siglo XX, Henry Ford decía que: “El verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos.” Ford destacó la importancia de que el progreso y el avance tecnológico estén al alcance de todos, no solo de unos pocos privilegiados. Veía al progreso como un factor integrador y no como un efecto aislante. 

Ya desde aquellos tiempos, la preocupación se centraba en evitar dejar a las personas atrás a medida que avanza la tecnología. Ford creía en la necesidad de hacer que la tecnología sea accesible para todos, para que mejorar la vida de todas las personas y no solo de algunas, una especie de democratización del progreso. Las preocupaciones sobre la desigualdad y la accesibilidad siguen siendo una consideración importante a medida que la tecnología continúa avanzando y transformando nuestras vidas. 

Hoy la digitalización es parte de nuestras vidas. Prácticamente, todo el mundo tiene acceso a un teléfono inteligente. Las cifras son contundentes: En 2021, el número de usuarios de smartphones en México fue estimado en aproximadamente 84.4 millones. Se prevé que el número de personas que hacen uso de estos dispositivos móviles supere los 95 millones en 2025. Eso es un gran logro. 

No obstante, también nos damos cuenta de la sobresaturación que hay de medios digitales. Basta elevar los ojos —que seguramente están ocupados observando a una pantalla— para darnos cuenta de que nuestros semejantes están más atentos a lo que sucede en sus dispositivos que a su entorno, incluso cuando ello ponga en peligro su seguridad. Vemos peatones que cruzan la calle sin mirar a ambos lados por ir con los ojos fijos en sus teléfonos, automovilistas que van manejando y chateando, oficinistas que se distraen con un videojuego en vez de enfocarse en su trabajo. Todos hemos caído en esas tentaciones. No en balde las contracturas de espalda y cervicales se han vuelto tan comunes. Hoy los seres humanos vamos con una postura jorobada de tanto estar viendo nuestras pantallas.

Por esta razón, parece que, así como la digitalización nos ha facilitado la vida, también los la complica. Da la impresión de que más que aumentar nuestra productividad, lo que aumenta es la distracción y se resta nuestra salud mental. En el libro “Digital Minimalism: Choosing a Focused Life in a Noisy World” de Cal Newport, el autor se hace cargo de estas preocupaciones y nos pone en la mira las consecuencias de estar sobre digitalizados. La propuesta parece ir contracorriente, aunque destaca dadas las implicaciones que tenemos al saturarnos de tantas aplicaciones. 

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Sin ser alarmista, Cal Newton argumenta que la adicción a la tecnología y la sobrecarga de información que experimentamos en la era digital están contribuyendo a la ansiedad, el estrés y la falta de atención. En su lugar, propone un enfoque minimalista para la tecnología, en el que seamos más selectivos en nuestra elección de herramientas y aplicaciones digitales, y en el que establezcamos límites claros sobre el tiempo que pasamos en línea.

El autor argumenta que la adicción a la tecnología y la sobrecarga de información que experimentamos en la era digital están contribuyendo a la ansiedad, el estrés y la falta de atención. En su lugar, propone un enfoque minimalista para la tecnología, en el que seamos más selectivos en nuestra elección de herramientas y aplicaciones digitales, y en el que establezcamos límites claros sobre el tiempo que pasamos en línea.

. En el libro “Digital Minimalism: Choosing a Focused Life in a Noisy World” podemos encontrar una serie de consejos que integran una guía práctica para reducir el tiempo que pasamos en línea y en dispositivos digitales para mejorar nuestra productividad y salud mental. No es tan difícil como suponemos. Newport ofrece una estrategia en tres pasos para adoptar un estilo de vida digital minimalista: 

1) Explorar y redescubrir actividades y pasatiempos no digitales que nos resulten significativos. 

2) Identificar los servicios y aplicaciones digitales que realmente aportan valor a nuestras vidas, y eliminar los que no lo hacen.

3) establecer límites claros en el tiempo que pasamos en línea y en dispositivos digitales, a través de prácticas como la “abstinencia digital” y la “depuración digital”.

Asimismo, es necesario abordar el punto de vista ético y de la responsabilidad de las empresas tecnológicas en la creación de productos digitales que sean menos adictivos y más beneficiosos para los usuarios. Reducir nuestra dependencia de la tecnología con el objetivo claro de mejorar nuestra calidad de vida en un mundo cada vez más conectado digitalmente.

Buscamos evitar convertirnos en seres a los que les falta empatía y comprensión emocional. No queremos ser personas que pueden entender el lenguaje natural y proporcionar respuestas precisas, pero que no logran entender el tono, las emociones o el contexto de la conversación, lo que puede llevar a respuestas inapropiadas o insensibles, porque estamos distraídos.

Tampoco queremos que nuestra falta de empatía nos lleva a tener sesgos y prejuicios que se pueden perpetuar y transmitir, lo que trae consecuencias riesgosas en nuestro ámbito personal y profesional. Los prejuicios y sesgos son limitaciones en la comprensión del contexto. El riesgo que corremos al estar sobredigitalizados es que demos respuestas precisas a preguntas directas que no sirvan o que tengan dificultades para adaptarse a situaciones más complejas. 

Falta de creatividad y pensamiento crítico: Entre los principales argumentos que debemos defender está la relevancia de crear contenido auténtico y relevante. Claro que tenemos que aprovechar al máximo las herramientas y tecnologías digitales disponibles. Por supuesto, es necesario mantenerse actualizado y adaptarse a los cambios en el entorno digital sin perder la capacidad para proporcionar soluciones creativas o fuera de lo común: sorprendentes. 

El reto es despedirnos de lo que nos enajena y nos impide pensar críticamente o cuestionar argumentos. Usar la tecnología a nuestro favor para integrarnos al progreso, en vez de que nos sirva como un aislante de una vida en comunidad. Vale la pena analizar y preguntarnos si nuestras herramientas nos ayudan o nos condenan a la soledad. 

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