La semana entre Navidad y Año Nuevo tiene características curiosas. Por un lado, parece que no pasa nada y en muchos casos, así es. La mayoría estamos de vacaciones o gozando un entretiempo en el que los ritmos de nuestros tiempos y movimientos se ralentizan. Estamos disfrutando de esa calma que hay antes de arrancar un nuevo periodo y muchos la aprovechamos para hacer recuentos, fincar propósitos, en fin, reflexionar. Las predicciones empresariales indican que para 2022, la mitad de sus ingresos provendrán de productos, servicios o negocios que aún no se han creado. La construcción de nuevos negocios puede ayudar a cerrar esa brecha a través de un crecimiento sostenible e inclusivo.

En medio de esta calma, nos damos cuenta de que el reloj corre sin descanso. Hace apenas un año, anhelábamos una vacuna. Desde el encierro, rogábamos a Dios que iluminara a los científicos para encontrar el camino, entendíamos que la ruta a la normalidad habría de empezar dando pasos para acabar con el virus que nos paralizó, mató y enfermó a tantos. Lo curioso es que ahora que la vacuna existe y existen varias, hay muchos que no se quieren vacunar. Se empezó a hablar de nueva normalidad demasiado pronto y ni cuenta nos dimos.

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Hay una enorme tentación de acelerar el paso y lograr aquella normalidad prepandémica. El deseo de volver a un mundo más estable y predecible puede ayudar a explicar un renacimiento de los noventa. Se puede comprender el atractivo de volver a una década tan espcial y que puede parecer tan remota. Una década en la que la competencia entre las superpotencias había terminado abruptamente, la democracia liberal triunfaba, los trajes eran sobredimensionados, el trabajo terminaba cuando la gente dejaba la oficina e Internet aún no estaba interrumpiendo las industrias acogedoras y establecidas ni avivando el mercado. En aquellos años la máquina de indignación no había suplantado al discurso público. 

Por supuesto, nos damos cuenta de que ese deseo es demasiado nostálgico, lo sé. De cara a un nuevo año y en las circunstancias actuales del mundo, vale la pena señalar algunos de los beneficios que vienen con la imprevisibilidad predecible de hoy, con el cambio de rumbo que llegó y no se irá. No podemos desandar los pasos y, en medio de todo, ha habido ventajas que vale la pena mencionar. A muchas personas les gusta trabajar desde casa. Los servicios remotos pueden ser más económicos y accesibles. La rápida difusión de la tecnología podría traer avances inimaginables en la medicina y la mitigación del calentamiento global.

Aun así, subyace la inquietante idea de que una vez que un sistema ha cruzado algún umbral, cada empujón tiende a alejarlo más del antiguo equilibrio. Esa mirada nostálgica que cada uno de nosotros sitúa en algún punto del pasado puede ser romántica y lejana, incluso ilusa. Muchas de las instituciones y actitudes que trajeron estabilidad al viejo mundo parecen inadecuadas para el nuevo en el que nos toca interactuar. La pandemia abrió una puerta que la Humanidad cruzó y parece que no hay marcha atrás.  Sólo queda reflexionar qué haremos en el 2022 a partir de esta circunstancia.

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Mirar al frente con una mirada reflexiva es lo pertinente. Al cierre del 2021, vale la pena revisar los temas que son de relevancia y pensar cómo podemos subirnos a esas predicciones que indican que la mitad de los ingresos que se generen el año que está por comenzar vendrán de productos y servicios que hoy no existen. Lo que sigue siendo vigente es que estos proyectos tienen que estar sustentados en la resolución de una necesidad. Si lo entendemos, estaremos en capacidad de participar en estas nuevas tendencias. ¿Cuáles son?

Las mujeres incrementamos nuestra participación en 2021 ya que el trabajo en casa nos dio la posibilidad de estar con un ojo al gato y otro al garabato. Por lo tanto, es necesario impulsar todos los esfuerzos para estimular esta participación. No hay duda de que la fórmula funciona cuando se fertiliza el camino para que las mujeres nos podamos desplegar con todas nuestras potencialidades.

La diversidad es uno de los temas que han marcado la agenda del 2021. Cerrar las brechas raciales no se trata sólo de destorcer lo que creció chueco sino de dinamizar los mercados y de hacerlos crecer a su máxima potencialidad. Por lo tanto, los productos y servicios que dejen de ver a un solo sector y amplíen sus posibilidades, aumentan sus posibilidades de éxito.

La soledad es un tema que preocupa a la Humanidad. En países desarrollados, como Inglaterra, por ejemplo, el problema es tan grave que ya hay un ministerio de la Soledad. El aislamiento no ayudó y profundizó el problema. Cualquier tipo de producto o servicio que ayude a formar comunidad, tiende a tener éxito. Los talleres de lectura, los centros culturales, las espacios de meditación y ejercicio espiritual, los clubes y gimnasios o cualquier actividad que ayude a la reconstrucción del tejido social van encaminados a resolver una gran necesidad de mercado.

 La familia es el espacio de recomposición natural del tejido social, por lo tanto, dejar atrás la lucha entre las ambiciones profesionales y las exigencias familiares es una tendencia que generará muchas oportunidades. Los negocios que estén ahí para reconciliar dos de las grandes necesidades de las personas —su aspiración de realización y el cariño de sus seres queridos— estarán enfocados en una ventana de oportunidad enorme.

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Inclusión es una de las grandes oportunidades que debemos atender. El enfoque general de una visión eurocéntrica, con estándares de belleza y logro muy delimitados a cierto grupo racial nos lleva por contraposición a ver que hay un enorme sector de la población que está desatendido y ansioso por ser reconocido. 

Ahora que estamos disfrutando de esa calma que hay antes de arrancar un nuevo año y que muchos aprovechamos para hacer recuentos y reflexionar, podemos poner atención en los sectores que necesitan ser atendidos. Si las predicciones indican que para 2022, la mitad de sus ingresos provendrán de productos, servicios o negocios que aún no se han creado, podemos anotarnos en la lista de los que quieren generar un mundo nuevo. La construcción de estos negocios puede ayudar a cerrar esa brecha a través de un crecimiento sostenible e inclusivo. Eso podemos hacer en el 2022.

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