Recientemente hemos vislumbrado grandes cambios que nos han moldeado como humanidad. Hemos conseguido importantes avances y victorias en distintos temas que hoy han tomado una mayor relevancia como son la inclusión, igualdad de género, los aspectos de salud, los laborales, los relacionados a la tecnología, entre otros.

Han sido estos tiempos de grandes desafíos y retos los que también nos han permitido crear conciencia sobre el rol que como individuos y sociedad debemos de adoptar en esta etapa de cambios, en visualizar las oportunidades que nos permitan avanzar, en identificar los problemas y retos que enfrentamos y el aportar soluciones efectivas a estos. Y sobre esto, me atrevo a decir, querido lector, que la generación de jóvenes es la que más ha tomado acción en este sentido como nunca se ha visto en otro momento de la historia de la humanidad. Permítame explicarme.

Actualmente contamos con la población juvenil más grande de la historia que, de acuerdo con datos de la ONU, esta representa aproximadamente el 33%, convirtiéndolo en el grupo demográfico más grande del planeta. Pero no hagamos referencia únicamente a los jóvenes de edad, sino también a todos estos que, con canas o sin ellas, antes de preocuparse se ocupan de los problemas locales o globales o de las situaciones personales a través de su creatividad, jovialidad, energía, espontaneidad, entre otros atributos.

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Estos jóvenes llenos de sueños, de objetivos y de ideas para hacer de su entorno un mundo mejor, tienen la convicción de hacer algo para afrontar el enorme desafío de ser conductores de un proceso de desarrollo económico y social que permita también reducir la pobreza y ese abismo de desigualdad socioeconómica que existe en nuestro país. En otras y pocas palabras, en mejorar la calidad de vida de sus respectivas comunidades. Un objetivo que no es sencillo de lograr.

Afortunadamente, todos estos jóvenes tienen más ventajas que sus progenitores: niveles de educación más altos, han experimentado el ritmo incesante del cambio, tienen un mayor acceso a la información y su manejo, y algo muy importante, que están más familiarizados que nadie con las tecnologías de la información y comunicación cuyo conocimiento es clave hoy en día.

La tecnología es y seguirá siendo un actor cada vez más relevante en estos tiempos en los que la transformación digital ha sido y sigue siendo adoptada de manera acelerada. La tecnología se ha convertido en un componente inseparable de la vida social, laboral y recreativa de las personas y aún más para los jóvenes, lo cual representa una oportunidad muy valiosa para su formación como agentes de cambio y para dar forma a un mundo mejor para todos.

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Los jóvenes están demostrando que a través de la aplicación de la tecnología en el desarrollo de proyectos con un objetivo social es posible reducir brechas sociales y económicas en beneficio de quienes están en situación vulnerable o desventaja, lo que nos permitirá seguir avanzando hacia una sociedad más incluyente.

Para muestra me permito mencionar iniciativas que he tenido la oportunidad de conocer gracias a sus protagonistas, proyectos que reflejan la voluntad y capacidad de los jóvenes por lograr por un mundo más incluyente y equitativo: Ayure, una aplicación que conecta a las personas que reciclan basura con recolectores y centros de reciclaje; Okani plataforma que permite tener un mejor autocuidado y control de la diabetes a través de técnicas, elementos y dinámicas recreativas; Cuéntame que a través de una plataforma utilizada en cualquier dispositivo brinda terapia, meditaciones y talleres para cuidar la salud mental; HolaCode que apuesta al talento de desarrolladores de software en potencia de la comunidad de migrantes forzados, y Sala Uno que ofrece servicios de salud visual con el propósito de dar la posibilidad de ver bien y transformar la vida de las personas.

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Consideremos que la tecnología es una herramienta muy útil y hasta fundamental, si queremos verlo así, que impulsa el talento y potencial de los jóvenes. Y sin ser una obligación, es primordial que las organizaciones y quienes las conformamos nos involucremos en promover este talento que conforma el futuro social, y hasta económico, de nuestras respectivas comunidades.

No hay mejor inversión que la que se hace en los jóvenes, líderes del presente y del futuro, y en lograr que su potencial no pase desapercibido. En este sentido, no hay mejor batalla que la que se tiene al motivar a los luchadores de nuestro mundo, nuestro hogar y el de las siguientes generaciones.

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Alejandro López de la Peña es director general de T-Systems México*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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