Por Eduardo Pérez Motta* En México, el régimen de competencia nació a la par del TLCAN. Aunque, desde la Constitución de 1857, se prohibían los monopolios y prácticas monopólicas, no fue sino hasta 1992 cuando se promulgó la primera Ley Federal de Competencia Económica (LFCE), en línea con la negociación del TLCAN y los compromisos que se adoptarían.

El TLCAN se enmarcó en una nueva estrategia de política económica-comercial que implicó importantes acciones orientadas a aumentar la eficiencia y productividad en México, para así poder competir y aprovechar las oportunidades que el TLCAN abriría. En ese contexto, se crearon leyes e instituciones de competencia, propiedad industrial, inversión extranjera, normalización, etc.

El capítulo de Competencia del TLCAN estableció compromisos básicos: contar con legislación contra prácticas anticompetitivas y aplicarla, reconociendo que ello contribuye a lograr los objetivos del propio TLC. Se mantuvo el derecho de tener empresas del Estado. Aunque básico, fue esencial para impulsar la creación de nuestra primera ley y autoridad de competencia. La LFCE de 1992, inspirada en las mejores del momento, se reforzó con dos reformas subsiguientes. Finalmente, la reforma constitucional de 2013 y la nueva LFCE de 2014 pusieron nuestro régimen a la altura de los más avanzados, y la Cofece (como organismo autónomo) goza de más independencia legal que la mayoría de sus homólogos. La relación entre autoridades de competencia de México, EU y Canadá ha sido productiva y dinámica, pues constantemente colaboran en investigaciones, análisis de concentraciones, asistencia técnica, etc. La relación con las agencias de EU ha sido especialmente estrecha. Esta cooperación existiría aun sin TLCAN, ya que responde a la necesidad de aplicar las leyes a mercados integrados, y no sólo a mecanismos formalmente establecidos en el TLCAN. Al inicio de la cuarta ronda de renegociación, se anunció la conclusión del capítulo de Competencia. Aunque por ahora se desconoce su contenido, es razonable suponer que sería parecido a lo convenido en el Trans-Pacific Partnership (TPP), recientemente acordado por los tres socios del TLCAN. El capítulo de Competencia del TPP fue a más detalle y profundidad que muchos, especialmente en principios de transparencia y debido proceso. Este último exige a las autoridades respetar estrictamente las formalidades de procedimientos legales (en lo civil, penal y administrativo) para garantizar los derechos de las partes sujetas a los mismos. En TPP, los países se comprometieron no sólo a aplicar su respectiva ley de competencia, sino a asegurar que su régimen estuviera en línea con las mejores prácticas internacionales. La cooperación entre autoridades de competencia no se cubrió con tanto detalle en el TPP, posiblemente por el número y la diversidad de países involucrados. Se esperaría que el capítulo de Competencia de un TLCAN 2.0 ampliara y profundizara los mecanismos de cooperación y coordinación entre las agencias de nuestros países. Declaraciones públicas de uno de los comisionados de la Cofece apuntan en ese sentido. El TLCAN fue el motor de arranque para la política de competencia en México, pero nuestro sistema avanzó rápida e independientemente del mismo. Nuestro sistema hoy está entre los mejores y propicia una relación de igual a igual con las autoridades de competencia de EU y Canadá. Gracias a esto y a la naturaleza no controversial, sino cooperativa, del capítulo, era de esperarse que se acordara rápido. No puede tomarse como un indicio del curso que seguirá la negociación en su conjunto. El TLCAN ha sido un pilar para la integración de mercados y cadenas de valor en Norteamérica. Esto es ya una realidad que no se sostiene sólo del TLCAN. Pase lo que pase, EU seguirá siendo un mercado natural para México. Atender las tareas pendientes para ser un país más competitivo y productivo, capaz de brindar certidumbre y atraer inversiones, seguirá siendo responsabilidad de México. *Eduardo Pérez Motta es socio de Agon Economía y Derecho, y expresidente de la Comisión Federal de Competencia.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.  

 

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