Un asalto talibán; un asalto al Capitolio de los Estados Unidos; una guerra en Europa; un giro político de 180 grados en un sinfín de países; un Xi Jinping que pretende perpetuarse en el poder hasta su muerte; un Reino Unido descabezado y sin cabeza previsible… El mundo, como puede apreciarse, se encuentra “patas arriba”. Y si la situación para los países ya era difícil por la pandemia y las consecuencias económicas que de esta se derivaron, los mandatarios y, en esencia, la clase política se ha propuesto complicarla un poco más. 

Teniendo en cuenta la naturaleza de esta crisis, así como la dependencia de un virus que marcaba los tiempos y, por ende, la evolución de la economía, el mundo se encontraba en un escenario en el que la elevada incertidumbre nos impedía ver la luz al final del túnel. Pues basta decir que, desconociendo la evolución del virus, y la posible aparición de nuevas variantes, resultaba prácticamente imposible conocer el momento en el que todo llegaría de nuevo a situarse en esa normalidad previa a todo esto que mencionamos

Pero en un escenario como el actual, en el que, dejado atrás el virus, se siguen viviendo sucesos que, provocados por la clase política y, en ocasiones, por la inacción de la misma, siguen perturbando el funcionamiento de la economía, se produce una excepcional incertidumbre que, acentuando la problemática, incapacita aún más la visibilidad dentro de este túnel en el que se hayan inmersas numerosas economías en todo el planeta. Y esto, en un contexto en el que muchas economías siguen sin alcanzar esa recuperación plena, es un auténtico peligro.

La economía, como avisó el Fondo Monetario Internacional (por sus siglas, FMI), se enfrenta a una intensa desaceleración económica que, provocada por los bancos centrales y con el objetivo de frenar la inflación, pretende poner las cosas difíciles a unas economías que ya comienzan a sentir ese apagamiento del que advertía el organismo. Los crecimientos se apagan, y los países han pasado de estar en un proceso de recuperación económica a, en cuestión de meses, estar al borde de la recesión económica.

Hoy, los cuadros macroeconómicos muestran un presente y un futuro muy distante del que veíamos hace semanas. Las previsiones de los distintos organismos siguen revisándose a la baja, y las declaraciones de los principales mandatarios de estos organismos económicos siguen ofreciendo pesimismo, a la vez que recomiendan a la sociedad que se prepare para un futuro más difícil del previsto. En otras palabras y como dijeron los propios analistas de Moody’s y JP Morgan, se presenta un invierno difícil para las economías en el planeta; señalando también una mayor intensidad en unas que en otras.

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Un escenario incierto y en el que, como muestran las previsiones del FMI, realizar pronósticos es una tarea realmente compleja.

Pero a esta complicada situación que mencionamos se le suma esa excepcional incertidumbre que, derivada de esos sucesos mencionados sigue penalizando a la economía, en tanto incide e influye en las expectativas y las decisiones de los individuos, las empresas y, en esencia, los agentes económicos. Una incertidumbre que, como decíamos al inicio, viene en parte provocada por una clase política que, a la luz de los hechos, no está preparada ni a la altura. Y pese a que la pandemia nos permitió reabrir la economía, los sucesos a los que hago referencia siguen limitando los motores y, por ende, la capacidad de esta para crecer.

En tanto en cuanto se iba despejando la pandemia, los sucesos citados al inicio del artículo seguían promoviendo esa inseguridad y esa inestabilidad que, a la luz de los datos, afecta a la economía. Y ya hemos hablado en otras ocasiones del vínculo existente entre la economía y la incertidumbre, y las consecuencias de un exceso de incertidumbre en la economía. Además, si encima prestamos atención, sabremos que la incertidumbre nos resta crecimiento económico, y esto en un escenario como el actual, en el que las economías se desaceleran, no hace más que adelantar el fatal desenlace al que nos enfrentaremos todos el año que viene.

En resumen, se avecinan tiempos difíciles y la problemática, ya de por sí, presenta bastante complejidad como para estar preocupados por ella. Si a esta situación le añadimos esa falta de profesionalidad por parte de unos políticos que nos han llevado a vivir esos hechos, la complicada situación a la que nos enfrentamos se vuelve, como decíamos, aún más difícil. 

Por todo lo mencionado en este artículo, más profesionalidad por parte de la clase política y ¡a trabajar!

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