En su libro The Devil Finds Work, el escritor James Baldwin utiliza la cinta clásica Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962) para explicar cómo y de qué manera falla el colonialismo de las potencias mundiales. Baldwin expone la manera en que el Imperio Británico aprovecha los ideales del protagonista a su favor y cómo él no es consciente de su lugar como herramienta de un conquistador. La guerra de Lawrence contra los turcos, que culmina en una matanza, no se trata de llevar la civilización a los incivilizados, sino del control económico y geográfico. Las ideas son un engaño y, por eso, Lawrence –junto con sus ideales– muere en el campo de batalla, aunque el accidente que le quitó la vida suceda tiempo después en suelo británico. “La verdad es que Lawrence fue deliberadamente formado y deliberadamente usado, y, en ese momento, magníficamente ejecutó las intenciones del Estado que lo formó”, subraya el narrador norteamericano. War Machine (2017), el trabajo más reciente de David Michôd, aborda temas similares a los de Lawrence de Arabia -guardadas las distancias, claro- y se inscribe en la tradición del cine antibélico norteamericano, a la que pertenecen películas como Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, 1930), Cara de guerra (Full Metal Jacket, 1987) o Zona de miedo (2008). Estamos ante una cinta que muestra lo fútil de la maquinaria de guerra del país más “poderoso” del mundo y lo poco efectivo de su entrenamiento en Irak y Afganistán. Michôd propone un sardónico fresco casi naturalista para narrar el gris paso del General Glen McMahon (Brad Pitt, en permanente mueca fársica) como líder de las tropas estadounidenses en suelo afgano. Su llegada, como presume la voz-off, suponía el inicio de una etapa diferente para la guerra gracias al gobierno de Barack Obama, aunque, como se mostrará, el avance termina siendo nulo para todos los involucrados. La exploración de Michôd utiliza el humor como su herramienta principal, sin embargo, las risas llegan con un golpe seco. Es la antítesis de M.A.S.H (1970), la joya de Robert Altman, y la hermana espiritual de In The Loop (2009) y la prima segunda del humor de los Coen. Los soldados de War Machine no son ridiculizados, sino mostrados en su plena insignificancia para el resto del mundo. El gobierno de Obama prefería barrer, esconder todo bajo la alfombra y pretender que la aventura afgana nunca sucedió; Glen McMahon, al ser un militar entrenado, está incapacitado para seguir esa orden. El ejército entrena para combatir, pero cuando su misión se enreda con la burocracia se transforman en Katy Jurado tratando de obtener el cadáver de su marido en Fe, esperanza y caridad (1974).
Al mismo tiempo, Michôd cuestiona el orgullo con el que las fuerzas armadas intentan mantener sus objetivos en el horizonte. Brad Pitt y un soldado raso norteamericano (afroamericano para acentuar el momento) discuten en una de las escenas claves del filme: el joven cuestiona las razones que lo obligan a arriesgar la vida en el frente, por personas (los locales) que en realidad no pidieron y no parecen necesitar su ayuda. Cada bala, explica, crea varios enemigos más. El gasto militar y su vida se ofrendan en un engaño, un timo. No hay orgullo bélico suficiente para justificar el sacrificio. La deslavada estética de War Machine es un fiel reflejo del poco avance que ha tenido la misión civilizadora de Estados Unidos en Irak y Afganistán. Justo como descubre Lawrence después de ejecutar los deseos del imperio, la corona nunca se detuvo a pensar si los lugareños querían cambiar de paradigma político. En una guerra (y en los intereses económicos), la vida humana poco importa.   Contacto: Twitter: @pazespa Tumblr: pazespa Página web: Butacaancha.com Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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