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Estas son las 30 promesas de los negocios 2024
Hablar de smart cities no es sólo pensar en estar conectados vía Wi-Fi. Una de las claves está en aprovechar la innovación para mejorar la competitividad. Eso piensa un gurú en la materia, quien desliza la idea que los mexicanos tenemos grabada en piedra: a las ciudades latinoamericanas les hacen falta “algunos” requisitos para generar bienestar.   Por Hiroshi Takahashi   Los políticos del sur del viejo continente lo recuerdan como el español que ayudó a Barcelona a convertirse en la capital europea de la innovación. Antes de llegar a América, Jordi Botifoll triunfó en España, Francia, Italia, Grecia, Portugal, Mal­ta, Chipre e Israel. Ahora es el presidente de Cisco en América Latina, y defiende una hipó­tesis: una ciudad que pretende ser inteligente debe hacer uso de la tecnología para generar bienestar en las personas. “Una ciudad inteligente permite un desa­rrollo económico, un desarrollo social y un de­sarrollo del medio ambiente, con ahorros claros de energía y menor contaminación”, expone. Bajo estos principios, Jordi no se anda por las ramas y acusa que muchas ciudades trabajan sin orden, lo que se manifiesta a través de la conexión que gravita en sus dependencias y empleados, que usan tecnologías y procesos distintos. “Entonces, una ciudad inteligente lo es porque integra diferentes tecnologías, promueve el trabajo en equipo y la conexión de los diferentes procesos, lo que facilita su optimización; de ahí viene todo el beneficio para el ciudadano, la productividad y competitivi­dad de la ciudad”, asegura. “Lo primero que hay que hacer –explica– es definir el protocolo. “En esas fases se inicia la integración, se define la tecnología, la regulación inteligente sobre el uso de esa tecnología y, a su vez, los servicios avanzados para el ciudadano. “Si se cubre con esto, el entorno de la ciu­dad cambiará; imagínate: habría un transpor­te inteligente que evitaría la pérdida de pro­ductividad debido al tráfico; también tendrías hospitales con red avanzada, interconectados y con elementos de colaboración. Algo más: escuelas optimizadas y sistemas avanzados en seguridad, red de agua y electricidad. “Estamos hablando del reciclaje de ‘las basuras’ de una ciudad, de la gestión de estacio­namientos que impactan en la gestión del trán­sito. Estamos hablando de diferentes áreas propias de la ciudad, que permitirían un entorno más competitivo, lo que a su vez contribuiría a la creación de startups y de un tejido industrial innovador.”   No todo es tecnología ¿Cuánto tiempo tardaría en replicarse el modelo de Barcelona en una ciudad de América Latina? ¿Es muy difícil? Una implementación rápida implica reunir bandos políticos, que sean homogéneos, dentro de una ciudad. Una vez que existe ese liderazgo político homogéneo se requiere conocimiento sobre cómo replicar o crear; va­mos, no se trata de reinventar lo ya conocido, sino de replicar lo que ya está conocido como muy avanzado, pero también de crear cosas que son muy particulares de esa ciudad. El hacerlo rápido parte del hecho de que sea po­sible invertir en una infraestructura tecnológi­ca y en la definición de los rubros de la gestión de una ciudad. Yo diría que todo eso es mucho más rápido de lo que era hace unos años.   ¿En cuánto tiempo podríamos ver resultados? Una ciudad inteligente en su plenitud, desde su origen hasta su finalidad, puede tomar entre dos o tres años para construir esos elementos tec­nológicos. Si se inicia con celeridad, es posible acelerar el proceso; todo depende de las trabas burocráticas con las que uno se pueda encontrar. Si todo esto se elimina con un gran liderazgo, es posible encontrar una forma de acelerarlo.   ¿Cuál consideras que es la ciudad más inteligente y qué retraso tenemos en América Latina con respecto a ésta? Yo creo que en algunas ciudades todavía se re­quiere inversión. Es decir, hay unos años de gap entre algunas ciudades avanzadas europeas y latinoamericanas. En Latinoaméri­ca, en algunos casos son ciudades muy gran­des. Me consta y estoy consciente de que hay mucha inversión por parte de los operadores de telecomunicaciones. Muchísima inversión.   Pero, ¿estamos a años de distancia? Hay un gap, pero éste se puede reducir relati­vamente rápido, en uno o dos años. Se requie­re mucha colaboración pública y privada. Hay una gran oportunidad y los modelos regulato­rios deben promover estas inversiones.   ¿Cuáles son los retos que enfrentas en América Latina? Es una mezcla; es como en Europa, donde hay ciudades con un liderazgo político muy humilde […] Lo mismo pasa en América Latina. Hay de todo. Lo que es cierto es que en América Latina se necesitan todavía grandes inversiones en infraestructura básica. Eso implica que el dinero se tiene que repartir más, entre infraestructura básica e infraestructura tecnológica. En Europa, la infraestructura básica ya está hecha, por lo que las inversiones en infraestructura tecnológica pueden llegar a ser más fáciles. América Latina requiere todavía de más infraestructura básica; hablo de puentes, carreteras, y de todo lo demás.   ¿Qué puede tener una ciudad inteligente? Es posible tener sensores de múltiples tipos para grabar o automatizar procesos propios de la ciudad. Todo esto genera big data, que va a un centro de datos donde se interpreta, y así se po­nen en marcha procesos de origen tecnológico, que también necesitan del factor humano. Por ejemplo, hay interesantes modelos de manejo de espacio urbano, donde un sensor detecta un incendio y llama a los bomberos. Ese proceso combina tecnología, software, aplicaciones y la acción humana.   ¿Por qué esto es importante para América Latina? Según los indicadores de competitividad del Foro Económico Mundial, los países latinoamericanos se ubican en los asientos 50, 60. Chile es el único país latinoamericano que está en la franja de los 30. Este índice es vital para que una economía sea competitiva y el PIB siga creciendo de manera diversa, no sólo dependiendo de los commodities que el país pueda exportar. La competitividad es sinónimo de mayor fortaleza a la hora de los ciclos económicos.   ¿Qué puede ser el catalizador? Lo que dice nos lo han repetido muchas veces… La infraestructura ya es un catalizador, y hablo de infraestructura tecnológica avanzada; después está la educación, basada en nuevos tejidos industriales en la sociedad del cono­cimiento. También hablo de la posibilidad de innovar, lo que implica unir a las universidades y al sector privado para que la inversión en las universidades se convierta en innovación. Con ello se pueden crear empresas con posibilida­des de exportar en un mercado competitivo.   ¿Cuál es su expectativa para América Latina? La oportunidad es muy grande porque hay mucho por hacer. Evidentemente hay países con una cierta dificultad macroeconómica, pero el potencial está también en cualquier caso. Lo que se requiere es enfocarse en esas áreas que pueden ser catalizadores de la transformación. ¿Qué ciudades debemos observar? Guadalajara (México) es una ciudad muy in­teresante. Pero también Medellín (Colombia), Río (Brasil), Yachai (Ecuador). En la Ciudad de México también hay equipos trabajando. Foto: tequilajalisco.netNos/ Tequila, Jalisco.

 

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