Es difícil asociar al capitalismo con una ética en los negocios, ya que el concepto nos remite a empresas que buscan su beneficio a toda costa, generando desigualdad, siendo poco empáticas con el entorno en el que se desempeñan. ¿Es posible que el mundo de los negocios pueda tener una relación distinta con el mundo? El siguiente relato tradicional chino puede guiar nuestra reflexión.

Se cuenta que hubo una vez una fábrica donde laboraban únicamente mujeres. Para desempeñar su trabajo, cada una debía llevar una lámpara de aceite. Una de las trabajadoras era sumamente pobre y su sueldo no era suficiente para comprar aceite. Al darse cuenta de que su lámpara estaba siempre apagada, algunas de sus compañeras le reclamaron, diciéndole que debía renunciar si no cumplía sus obligaciones como las demás. La mujer les respondió: “Es cierto que no tengo dinero para comprar aceite y sé que estoy en deuda con ustedes. Para tratar de compensar, yo llego más temprano todos los días y limpio nuestro taller para que todas trabajemos con comodidad. Lo único que les pido es que me dejen seguir aprovechando sus lámparas: compartir un poco de su luz no les cuesta nada”. Sus compañeras se dieron cuenta de lo egoístas que habían sido y desde entonces le tuvieron un especial aprecio por esta lección.

Pensar únicamente en el propio beneficio puede conducir a olvidarse que hay pequeñas acciones que no cuestan nada y pueden ser la diferencia para quienes nos rodean. Es desde esa perspectiva del servicio y la empatía que puede repensarse la noción del capitalismo.

Lo humano tiene cabida en la actividad empresarial

Desde hace algunos años surgió un movimiento empresarial llamado capitalismo consciente, cuya propuesta radica en que la actividad empresarial debe ir más allá del beneficio financiero, logrando un impacto en todos los individuos implicados en la organización. Las empresas que se identifican con esta propuesta apuestan por acciones como el crecimiento profesional y personal de sus colaboradores, el cuidado del medio ambiente, la participación en los intereses de las comunidades donde se encuentra la organización, entre otras.

Las compañías que buscan alinearse a la visión del capitalismo consciente recuerdan que el ámbito de los negocios no tiene por qué perder el lado humano: la actividad de toda empresa se realiza con personas y para personas. Desde esta perspectiva, una organización se ve a sí misma como poseedora de un propósito mayor: son factores de transformación de los seres humanos y del planeta.

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Las empresas como parte del mundo

Al colocar al ser humano al centro de su actividad, el capitalismo consciente ve como generadores de valor a cada uno de los elementos ligados a la organización: colaboradores, proveedores, la sociedad o comunidad y el medio ambiente.

El punto de partida es que las prácticas de una organización busquen siempre el beneficio de los implicados: solucionar problemas reales de sus clientes, estar alineados en intereses con proveedores y socios, brindar un ambiente de trabajo digno para sus colaboradores, retribuir desde lo ético a la sociedad, hacer lo posible por estar en armonía con el medio ambiente.

La consciencia como cultura de trabajo

Las organizaciones que se identifican con el capitalismo consciente hacen de su forma de operar un valor en sí mismo: su propuesta de valor, su identidad como empresa incluye esta responsabilidad como la guía de sus procesos.

Esta forma responsable de entender los negocios se basa en una serie de valores que las empresas hacen propios y los viven en el día a día. Como consecuencia, se consigue una reputación, el público identifica a estas organizaciones por su manera de hacer negocios con integridad, solidaridad, justicia, igualdad y otros valores trascendentales.

En este aspecto resulta clave el que la empresa fije una metodología a largo plazo y no temporal: la consciencia no es una moda pasajera, sino una filosofía empresarial. Resulta, por lo tanto, importante que el liderazgo de una organización se realice desde una postura de conciencian y ética que guíe los pasos hacia una nueva forma de entender los mercados, donde ya no se trata de competir por el mayor beneficio económico o de ser el mejor, sino de que nuestro trabajo sea lo mejor para el entorno y los stakeholders.

Ser consciente también es rentable

Resulta evidente que el público le da un valor a la consciencia de una organización. De acuerdo con un importante estudio, el 58 % de las personas comprará o recomendará productos con base en sus creencias y valores, el 60 % elegirá un lugar para trabajar con ese mismo parámetro y el 80 % invertirá en función de una forma de ver los negocios.

Esos números significan que la imagen de una empresa redunda en sus resultados económicos. Tener una imagen sólida como organización hace que los clientes sean fieles a los servicios o productos que se ofrecen y su recomendación es, además, una de las formas de marketing más efectivas.

Preocuparse por el crecimiento no solo profesional, sino personal de tus colaboradores hará que su nivel de compromiso sea mucho mayor y su nivel de deserción sea muy bajo. Ambos resultados serán notables en los números de la organización a largo plazo y de manera constante.

Una empresa que logra trabajar de manera efectiva con la propuesta del capitalismo consciente debe aprovechar esa ventaja y hacerla saber a su público, sentirse orgullosa de su esfuerzo. Si el trabajo de una compañía consciente es fidedigno, todo su entorno agradecerá conocer la manera en que entienden su labor empresarial.

Las empresas conscientes aprovechan de manera efectiva aspectos que mucho tiempo se dejaron fuera del mundo de los negocios, como lo emocional, lo ético, lo cultural o lo social. Sacar provecho de esa riqueza puede ser un punto de inflexión para alcanzar el éxito. El capitalismo consciente, una filosofía empresarial con un propósito elevado que crea valor para las personas y el mundo.

Contacto:

Twitter: @mariorizofiscal

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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