Me pregunto si al empezar un negocio o al imaginar un nuevo proyecto, las personas se plantean esta pregunta: ¿qué prefiero crear una organización ágil o con una estructura esbelta? Difícilmente nos encontraremos a alguien planteándose estas disyuntivas. Y, si acaso lo hacen, lo más seguro es que los más listos respondan que prefieren tener ambas. Tienen razón. Ambas cualidades son deseables y nos plantean esa aspiración que nos permita ser más rentables, haciendo más con menos.

Si tenemos la capacidad de pensar fuera de la caja, tal vez podamos encontrar un diseño organizacional reflexivo que combine la gestión ágil y magra. Ésta puede ser la combinación perfecta para las empresas en busca de una mejora duradera del rendimiento.  Claro, que hay momentos en los que nos resulta difícil imaginar el largo plazo. Y, es justamente en estas épocas en las que nos damos a la búsqueda de soluciones que nos lleven a sortear el temporal, sobrevivir y salir adelante.

El imperativo de hacer más con menos —es decir, tener una filosofía lean— y adaptarnos a las exigencias del mercado y a las preferencias cambiantes de los clientes —lo que implica ser ágiles— parece no tener un punto de intersección. Cada día, es más frecuente sentir la exigencia de los consumidores hacia la personalización de los productos y servicios, a la especialización y refinamiento de sus requerimientos y también padecemos los cambios repentinos que nos obligan a adaptarnos a sus exigencias. Si quiero ese nivel de exclusivismo, necesito muchas manos que ayuden. Por lo tanto, mi estructura lejos de ser magra se engrosaría. Y, si busco adelgazar mi organización ¿cómo lograré estar a la altura de los requerimientos del mercado?

Pareciera que hemos entrado a un juego infantil de elección entre ir con melón o con sandía. Y, de hecho, hemos visto como muchas empresas que optaron por adelgazar sus estructuras y al principio de la pandemia decidieron despedir a un gran porcentaje de sus empleados, no consiguieron mejorar los resultados. Por otro lado, aquellas que lograron ser resilientes y supieron adaptarse a las nuevas circunstancias y en vez de deshacerse de sus recursos, los pusieron a trabajar, están dándole batalla al mercado. La buena noticia es que podemos recorrer ambos caminos a la vez.  

Lo primero es tomar aire y entender que siempre ha habido clientes exigentes y que la volatilidad es una característica natural e inherente a los negocios. Dicho de otra forma, nos tenemos que acostumbrar a lidiar con la incertidumbre y con la veleidad de la gente. Es más, estas características son un impulso para el mercado ya han permitido avances genuinos en costo, conveniencia y personalización, creando un valor extraordinario para los compradores al tiempo que elevan la barra de rendimiento para los productores cada vez más alto.

La decisión al momento de diseñar y operar un negocio no debe complicar los esfuerzos de los líderes y de su equipo para adaptarse a las nuevas circunstancias, se trata de hacer cambios inteligentes en sus organizaciones. Al optar por un camino, debemos evitar clavarnos un tenedor en el ojo, más bien, tenemos que facilitarnos el camino. Las organizaciones inteligentes han heredado el legado de Lean y el impulso de la agilidad.

Es decir, no tenemos que salir corriendo como el Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas, sin rumbo y sin propósito, con tal de lucir ágiles. Ni se trata de º

La gestión ajustada —lean— ha ayudado a las organizaciones a crear valor. Las organizaciones lean buscan identificar y eliminar la actividad que no es valorada por el cliente o el usuario final. Este análisis sistemático de procesos y flujos de valor para reducir los residuos, la variabilidad y la inflexibilidad aumenta el desempeño en el control de costos, la calidad del producto, la satisfacción del cliente y la participación de los empleados. Además, se adopta la mentalidad de mejora continua y procesos de trabajo flexibles en los que todos los empleados aportan nuevas ideas y sugerencias, para que la organización mejore con el tiempo. Liberadas de tareas que no generan valor, las personas se centran más en lo que importa a los clientes. ¿Suena magnífico, no es así?

La agilidad es más reciente, el Manifiesto Agile y sus postulados se han expandido rápidamente en industrias, como las telecomunicaciones y la banca, y, más recientemente, a industrias pesadas como la minería y el petróleo y el gas. En lugar del proceso tradicional de desarrollo de un nuevo producto o servicio, que solía ser altamente secuencial y lento, ágil busca ser más rápido y flexible. Los modelos ágiles requieren un desarrollo participativo que tenga como objetivo poner entregar producto o servicio en las manos de los clientes lo más rápido posible. Más allá de implementar una metodología o tecnología, crear empresas ágiles requiere de una transformación profunda y estructural que se reflejará en una innovación continua.

Ambas metodologías han demostrado su valía como sistemas integrados para ayudar a mejorar el trabajo. El error que encontramos que muchos emprendedores, líderes y organizaciones es creer que necesitan elegir entre los dos. De hecho, eso no es cierto. No solo es elegir, sino que las dos metodologías se complementan entre sí si se aumenta el impacto que genera.  Con este enfoque, extraemos de lo mejor de ambos métodos:  las empresas de adaptan sus formas de trabajo y elementos organizativos para formar una solución personalizada más completa y rápida de lo que ha sido posible.

Es decir, no tenemos que elegir entre uno u otro, sino extraer de ambas metodologías lo mejor para tener las partes más brillantes de ambos mundos. La transformación mundial se ha acelerado y avanza a tal velocidad que las empresas deben tener la capacidad de modificar sus modelos de negocio para asegurar una mayor entrega de valor al cliente en menor tiempo. Construir ágiles y esbeltas va mucho más allá de un manual, un procedimiento, una metodología o una tecnología. Ser verdaderamente ágiles y esbeltos es una filosofía empresarial que surge de la reflexión y representa una evolución integral de la compañía para generar rentabilidad por medio de la innovación constante, aprovechando los recursos que tiene.

En esta condición, si el debate está abierto y me ponen a elegir entre ser una organización ágil o esbelta, mi elección será quedarme con las dos. Es decir, con lo mejor de cada una.

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Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena

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