Un sistema de elecciones y representatividad sirve, en su mejor espíritu, para que sus elegidos sean la voz de los ciudadanos. Un sistema que realmente hiciera honor a su razón de ser implicaría que, cuando la voz del líder ya no reflejara las ideas y necesidades de sus miembros, así como los estatutos máximos de la agrupación, tuviera que dejar el cargo. Los esquemas de representatividad son pilares clave de la democracia, ya que éstos mantienen el control en balance entre los representados y los líderes, para evitar que estos últimos se conviertan en dictadores permanentes. En México, estamos en medio de una crisis: los diputados y senadores, en su mayoría, no reflejan la voz de los ciudadanos del territorio que los eligió; en el caso de los plurinominales, ni siquiera llegaron por el voto popular directo. Estos funcionarios, pagados con dinero que los ciudadanos aportan, incluso han dejado de tener contacto con sus “representados”. Los diputados y senadores votan en sus respectivas cámaras lo que sus partidos les indican. En muchas ocasiones, sus votos llegan a ir en contra de los propios deseos de sus votantes. Por su parte, los líderes de los partidos tampoco representan la voz de sus “militantes”; vamos, ni siquiera hay elecciones libres y transparentes al interior de sus agrupaciones políticas. Una vez que sus partidos están en la Presidencia, se aferran al poder y hacen caso omiso de la voz de sus miembros. Si al interior de los partidos hay un vacío democrático, ¿qué será cuando sus candidatos lleguen a los puestos públicos? El Ejecutivo mismo ha dejado de representar a sus electores: las cifras de aprobación indican que apenas uno de cada cinco mexicanos(as) está satisfecho con el actuar del mandatario y su gobierno; y la desaprobación aumenta conforme salen a la luz nuevos casos de corrupción, impunidad y saqueo nacional. Los ciudadanos clamamos por transparencia, justicia, seguridad, educación, salud e infraestructura, pero no nos hacen caso. A veces ni titular tienen las instituciones; menos, eficacia operativa. Los gobernadores y exgobernadores imputados, perseguidos legalmente o encarcelados, dejaron de representar a quien los eligió desde el día uno en que fueron elegidos. Eso se llama engañar a sus representados y/o votantes. En el caso de los líderes sindicales, resulta igual o peor, si es que se puede ser aun peor; no sólo no reflejan la voz defensora de sus agremiados, sino que abusan de ellos, los aprovechan para fines personales y lucran con sus conciencias en tiempos electorales. Entre los sindicatos, la democracia y la transparencia es algo que ni se menciona. Mal hecho, porque viven de recursos públicos y de sus agremiados. Para esto tenemos árbitros, ¿no? El tema es que organismos como el INE o el TEPJF tampoco son representativos de la ciudadanía; al contrario, están totalmente tomados por la estructura partidocrática. A su vez, el INAI, si bien hace su mejor esfuerzo, en ocasiones sus dictámenes quedan en meros deseos, poco respetados por las instituciones, miedosas y opacas para revelar la información. En las próximas elecciones, se tendrá la figura de los candidatos “independientes”, a quienes algunos llaman “ciudadanos”, cuando, en realidad, ninguno de los que lograrán el registro estará libre de vínculos partidistas. Es más, el título de “ciudadano” ya se lo había apropiado un partido (Movimiento Ciudadano) y una coalición (Frente Ciudadano). En las próximas elecciones, a falta de segunda vuelta, se elegirá a un presidente con tan sólo 28 o 32% de la votación. Si acaso, los elegidos representarán la voz de sus patrocinadores de campaña, porque las reglas de financiamiento electoral aún presentan grandes lagunas y errores. La ciudadanía está cansada de participar en esquemas engañosos de democracia y representatividad; nos han dado atole con el dedo. Es hora de que los ciudadanos busquen mecanismos de representación legítimos. Los mexicanos y mexicanas merecemos ser escuchados(as) y que exista una verdadera democracia.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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