No soy la primera (ni la última) que hablará acerca de los impactos ambientales que tiene la moda. Pero más allá de volver a poner en la palestra este tema, en esta ocasión quisiera reflexionar contigo, lectorx

¿Por qué la moda es poco amigable con el ambiente? Vayamos más allá de los materiales que se utilizan —pensamos sobre todo en plásticos o sintéticos que tardan años en degradarse, tintas, acabados como botones, cierres, etiquetas—. Para lograr que cada prenda que compras llegue al anaquel de la tienda donde la tomaste, se requirieron aproximadamente 32,000 kilómetros de distancia recorrida. Así que, debes considerar desde los insumos para poder elaborar tu prenda hasta el envío internacional por barco o avión y el transporte terrestre que se requirió para poder entregarla a la tienda donde será vendida. Además de lo anterior, considera las cajas de cartón y plásticos para trasladar las prendas y que lleguen en buen estado, sin problemas de humedad, olor, decoloración o daño. 

Pero el problema no acaba ahí. Una vez que compras una prenda, después de todo ese esfuerzo ambiental, la mejor manera en la que podrías retribuirle al ambiente es aprovechar al máximo esa prenda. A pesar de esto, diferentes estudios indican que, en promedio, usamos siete veces una prenda antes de desecharla, cuando, por otro lado, estudios pro ambientalistas recomiendan usar al menos 30 veces cada prenda para devengar el impacto ambiental de su producción. Sin embargo, la vida útil de una prenda de larga duración es de 120 puestas o usos. Es decir, el consumidor promedio usa menos del 25% del “punto de equilibrio ambiental” y apenas un 5% de las veces totales de vida útil.

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Pero aún más sorprendente: ¡anualmente usamos menos del 50% de las prendas que tenemos en el armario! Es decir, más de la mitad de tus prendas las compraste y ahora sólo las tienes almacenadas en el clóset. Y otro dato aún más duro: la investigación indica que en promedio una persona no necesita más de 74 prendas al año, considerando atuendos completos desde la ropa interior hasta el calzado. No obstante, una persona promedio tiene 153 piezas en su clóset, es decir, más del doble de lo necesario. 

Valdría la pena que, con base en los datos anteriores, le eches un vistazo a tu armario. Seguramente te sorprenderás. Yo hice el ejercicio y quedé atónita del resultado. 

Ahora bien, el problema existe, pero la buena noticia es que el cambio está en nuestras manos. En sustentabilidad nos referimos a las 3R: reducir, reusar y reciclar

Reducir: Mi primera invitación para ti es reducir el consumo. Claramente no es sencillo, por un lado, nuestra cultura es consumista. Antes de comprar pregúntate si realmente necesitas lo que acabas de poner en el carrito y, en caso de que realmente así sea, asegúrate de que sean prendas estándar, fácilmente combinables y durables. No caigas en la tentación de promociones o descuentos. Aparentemente estás comprando barato, pero a final de cuentas de acuerdo con las estadísticas no usas la prenda, de manera que “aprovechaste” una promoción, pero tu dinero está detenido en artículos que no devengas. Además considera que cada artículo que tienes en casa consume espacio, limpieza, acomodo, lo que, en suma, te genera más costos.

Reusar: aún no estamos tan acostumbrados a reusar prendas, pero esta tendencia poco a poco va creciendo a nivel mundial. Reusar no está mal, ni tampoco debería apenarte. Normalicemos la compra de ropa de segunda mano, donar, regalar o vender la ropa que no usamos a asociaciones donde la distribuyen a personas que la necesitan o a personas que están dispuestas a reutilizarla.

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Reciclar: Este debería ser el menor de los casos, pero vale la pena que le des una segunda vuelta a las prendas convirtiéndolas en paños para limpiar el carro o la casa, para hacer fundas o manteletas, mantas para cubrir artículos en tu desván, artículos decorativos o llevarla a las tiendas en las que hoy día ofrecen espacios para depositar las prendas que no usas y que, en algunos casos, te dan algún beneficio o descuento.

Contacto:

Fabiola Vásquez es profesora de Marketing Digital de la EGADE Business School.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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