Nosotros, los mexicanos, debemos sentirnos muy satisfechos de que ayer se haya promulgado el paquete completo de 7 leyes del Sistema Nacional Anticorrupción. Nunca antes en la historia del país se había producido un marco legal de esta magnitud. (El último esfuerzo formal fue en los tiempos del presidente Miguel de la Madrid, quien lanzó un proyecto de lucha contra la corrupción bajo la llamada política de renovación moral, sin grandes resultados.) El hecho no viene solo; hay que ver el contexto completo. Hay varios hechos que son muy significativos, que marcan la diferencia y se pueden interpretar como mensajes muy claros:
  1. Hace unos días, por instrucciones de la Presidencia, vía la PGR se lanzaron acciones de inconstitucionalidad contra tres estados que querían interpretar las leyes a su favor. Los gobernadores recularon.
  2. La secretaria del PRI, previamente, y el nuevo presidente del partido, toman como bandera el ataque a la corrupción y fustigan a quien dentro de su partido cometa este tipo de actos.
  3. La renuncia del secretario de la Función Pública, que allana el camino a la nueva Fiscalía Anticorrupción.
  4. La disculpa pública del presidente Peña Nieto por lo acontecido con la casa blanca de su esposa.
No es menor esta concatenación de hechos; están medidos, planeados y ejecutados en tiempo y forma. Sólo faltaría un último punto o, más bien, un primero de una fase dos, que sería ir en contra de funcionarios o ex funcionarios de los diferentes niveles de gobierno, para que todos entendamos que este esfuerzo va en serio. Lo miserable de la política son las declaraciones inoportunas y falsas de ciertos actores de los partidos políticos, que en su afán electorero intentan denostar este esfuerzo, no sólo del gobierno, sino de las organizaciones sociales que trabajaron arduamente en mejorar la iniciativa. Ahí quedan las declaraciones en contra, pero al mismo tiempo, no son capaces de presentar sus declaraciones 3 de 3. Lo que sigue es que en todo el país trabajemos individual y colectivamente en culturizarnos sobre el concepto de la ética pública, pero no sólo la de los servidores públicos, sino la ética pública de todos los mexicanos. Hay que recordar que para que exista la corrupción se necesitan dos: el que ofrece y el que recibe. Para no dar nos tenemos que obligar a cumplir, y para el servidor público que pide existen las líneas de denuncia y los dientes de las contralorías y las fiscalizadoras. Estamos en el inicio, no podemos pretender que todo funcione de la noche a la mañana, pero éste es un gran comienzo del que debemos congratularnos. De aquí en adelante, por convicción y por amor a México o por miedo a las leyes, las denuncias y la cárcel, hagamos que el sistema funcione. Creo que ésta será la última gran reforma del sexenio, como tal. Seguirán las implementaciones, que son lo más complejo. Queríamos un cambio, lo pedían a gritos todos los sectores. Al final de cuentas por consenso, éste se generó, pero ahora, al sentir las consecuencias verdaderas, vemos a muchos sectores molestos porque a todos nos saca del antiguo control, monopolio o zona de confort. Estamos llegando a lo que llamo el punto ciego: no queremos ver nada, sólo queremos que nos regresen lo que poco a poco ha ido cambiando; nadie quiere ver el futuro, sólo añoran el pasado y no ven nada. Esto es como dijera la antigua española: “nunca está más oscuro que cuando está a punto de amanecer”. Éste es un nuevo amanecer de México, trabajemos todos por lograrlo de una vez por todas.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Marcovherrera YouTube: El Marco del Poder Google+: Marco V. Herrera Berenguer Blog: Marco V. Herrera / El Marco del Poder   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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