En el ejercicio profesional nos podemos topar con situaciones que nos llenan de ilusión y nos desborda el entusiasmo. Parece que se nos está abriendo una ventana de oportunidad que queremos aceptar de inmediato. Lo mismo pueden ser grandes planes corporativos que proyectos de consultoría, propósitos de emprendimiento o trabajo en casa, no obstante, la prudencia marca que antes de aceptar alegremente es necesario analizar. Primeramente, es necesario revisar las condiciones que plantea el proyecto. La pregunta clave a contestar es ¿qué beneficios voy a alcanzar? Es muy frecuente que, frente a una propuesta, nos dejemos encandilar y terminemos haciendo algo a cambio de cacahuates. Es decir, debemos fijar parámetros de medición del beneficio que sean claros. Por ejemplo, si la participación nos va a ser rentable, si los recursos que se van a emplear están disponibles, si tenemos el tiempo para llevarlo a cabo, si los esfuerzos para llevarlo a cabo se verán compensados. La respuesta a la pregunta ¿Qué voy a obtener a cambio?, debe ser medible, cuantificable y verificable. Si no es así, lo más probable es que nos estemos metiendo en camisa de once varas en forma gratuita y terminemos desagradablemente sorprendidos. La valoración de beneficios es algo personal y las escalas de valor cambian de persona a persona. Sin embargo, hay condiciones generales que nos lleva a encender los focos de alerta y que deben ser tomadas en cuenta, por ejemplo:
  • Aléjate de los proyectos en los que no tienes voz ni voto.
No importa si es un jefe, un cliente o una empresa, cuando las condiciones están dadas y no te permiten un margen de negociación o no hay posibilidades de ser escuchado, pareciera que la evidencia nos muestra que ni valoran la experiencia ni la calidad del trabajo que estás dispuesto a ofrecer. Por lo tanto, no te están eligiendo como la mejor opción, sino como una alternativa más. En esta situación, no es provechoso aceptar un proyecto así, dado que la fidelidad no está garantizada. Al no ser la mejor alternativa, te pueden descartar con facilidad. Por otra parte, tampoco hay seguridad de ser tomado en serie ni de que las aportaciones lleven a un lugar relevante. Son esos proyectos en los que llaman al primero que va pasando y eso da un grado de vulnerabilidad muy alto, pues te pueden sustituir.
  • Apártate de los proyectos que no tienen viabilidad.
Si te enfrentas a una situación en la que te solicitan algo que por tu experiencia sabes que no puede ser factible, lo mejor hablar en forma honesta, aunque ello te lleve a dejar pasar una oportunidad. Es mejor ser claro. Esto será testimonio tu profesionalismo, apuntalará tu prestigio y te evitará una pérdida de recursos y tiempos. Hay proyectos que nacen muertos. Son esas ideas maravillosas que no encuentran clientes u ocurrencias que no se podrán aterrizar. Es duro decir que no, especialmente cuando hace falta generar ingresos. Pero, es mejor parar a tiempo lo que no tiene modos de florecer. Empezar un trabajo que terminará cancelándose tampoco contribuye a la reputación de nadie y, además, hay altas posibilidades de no recibir ningún tipo de retribución.
  • Evita participar en proyectos que no tienen rumbo y objetivos.
Es el caso en el que notas que no se conoce bien el ámbito de competencia, que no se sabe lo que pretenden lograr o que el proyecto está en pañales y la gente no puede explicar qué quiere conseguir. Éste es uno de los escenarios más peligrosos pues la falta de claridad lleva a escenarios en el que el trabajo se vuelve una tarea inservible, con las consecuentes pérdidas de dinero, tiempo y esfuerzo.
  • No tomes un proyecto con personas que tengan fama de morosos.
Un cliente moroso siempre genera gastos adicionales e imprevistos. Estar dando vueltas interminables para cobrar una factura, además del malestar, provoca salidas de efectivo innecesarias. Las excusas que presenta un mal pagador, siempre van en sentido opuesto a tus intereses. Un cliente que se retrasa sistemáticamente en los pagos tiene el riesgo elevadísimo de convertirse en una cuenta incobrable. Así que, lo más sabio es decir que no, antes de montarnos en un plan que nos puede dejar despostillados.
  • Retírate de los proyectos a cargo de gente de mala reputación.
El peor tipo de negocio en el que uno se puede embarcar es el de relacionarse con personas que están desprestigiadas en el medio. El dicho de dime con quién andas y te diré quién eres, se aplica todos los días en el mundo de los negocios. Por ello, es preciso salir corriendo si te enfrentas a una propuesta que venga de personas con un historial que no esté limpio. Por más que se entregue un trabajo impecable, es muy difícil volar encima del pantano sin ensuciarnos las alas. Para identificar en qué tipo de proyectos es mejor no participar, tenemos que tener claro en cuáles sí es conveniente participar. En términos generales, la claridad es el valor fundamental. Debemos saber con certeza:
  • El tipo de necesidad que se está atacando, el tipo de servicios que se requieren y el problema que se está resolviendo.
  • El número de alternativas que deberás de presentar antes de tomar una decisión.
  • Cuáles serán los insumos necesarios para iniciar el trabajo y cuál será el material entregable con el que será evaluado el desempeño.
  • Cuánto tiempo llevará el proyecto y cuál es la fecha de entrega.
  • Cuáles son los beneficios concretos que se conseguirán de la participación en el proyecto.
Insisto, los parámetros de evaluación pueden ser muy personales. Hay personas que tomarán en cuenta nada más valores económicos, otros en cambio, pueden apreciar más la visibilidad que les dará la participación en el proyecto, o la inclusión en un grupo o ser percibido como parte de un equipo de trabajo. En ocasiones, el parámetro llega a ser ganar la posibilidad de estar en el radar de las personas que toman decisiones y el beneficio que se persigue no es otro que contar con la oportunidad de ser tomado en cuenta para otro proyecto. No obstante, al participar, tenemos que tener perfectamente claro los motivos que nos llevan a elevar la mano para ser tomados en cuenta. Si no, podemos estar entrando a la boca del lobo. Al tener claridad, vamos caminando por terrenos más seguros. Además, tenemos la capacidad de medir si vamos adelantando en nuestros propósitos o si al revés, nos vamos alejando de ellos. Así, entramos con la responsabilidad de una elección y no bajo el influjo de la inocencia.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @CecyDuranMena Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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