Desde el inicio del confinamiento social hemos sido testigos de un aumento sin precedentes en la importancia y el valor de los servicios a través de Internet y las infraestructuras digitales para el funcionamiento diario de la sociedad. Actividades como adquirir artículos básicos, ver una película o simplemente reunirse con otras personas se han vuelto digitales y, consecuentemente, han aumentado tanto el tráfico de usuarios como de datos para las empresas que ofrecen esos artículos y servicios en línea. De hecho, las empresas tecnológicas globales tienen hoy más acceso a datos personales que las instituciones estatales o los gobiernos. Sin embargo, aparte de las pocas regulaciones federales sobre la privacidad, cumplimiento y protección de datos introducidas a escala nacional o regional, como GDPR, ¿quién es responsable de mantener seguros nuestros datos?

A medida que se digitalizan más datos personales y los usuarios de Internet continúan compartiendo información en línea, el problema de la privacidad de los datos adquiere mayor importancia. En general, cuando los usuarios se dan cuenta de cómo los sitios web y las empresas utilizan sus datos, son más propensos a pensarlo dos veces antes de compartir su información personal y credenciales. ¿Recuerdan cuando WhatsApp anunció en enero las actualizaciones de sus términos y condiciones que darían a Facebook, su empresa matriz, acceso a la información de sus usuarios? El cambio no le sentó bien a los usuarios, pues miles de ellos se cambiaron a otras aplicaciones de mensajería en cuestión de días.

Según el Kaspersky’s Global Privacy Report 2020, una quinta parte (21%) de los usuarios se preocupa por los datos personales que se recopilan en las aplicaciones que utiliza en sus dispositivos móviles. De hecho, el 82% de los consumidores latinoamericanos dice haber intentado eliminar información privada de sitios web o redes sociales, y un tercio (37%) admite no saber cómo hacerlo.

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Esa preocupación es comprensible. Los servicios en línea y los comercios electrónicos recopilan y almacenan todo tipo de datos personales y metadatos (lista de contactos, registros médicos, fotos, actividad en línea cuando se navega por la web en general, compras que se realizan en línea, su ubicación, etc.) con fines publicitarios, de investigación y experimentos sociales, entre otras cosas. Una vez que los datos llegan a los servidores, se convierten en un objetivo potencial para los ciberdelincuentes y otros agentes maliciosos.

Además, como aprendimos el año pasado, los ciberataques a empresas y organizaciones van en aumento y esta tendencia continuará. Por lo tanto, no importa lo seguro que sean los datos privados, siempre pueden ser robados. Además de la posibilidad de que los ciberdelincuentes utilicen la información que roban para su propio beneficio, estos incidentes suelen requerir presupuestos considerables para su reparación y causan daños importantes, incluso a la imagen, la confianza y la reputación de una empresa.

En los últimos años, los gobiernos han tomado medidas sin precedentes para proteger la privacidad de sus ciudadanos. Las leyes relativas a la privacidad personal, como la iniciativa de INAI para el control de datos personales en México y la Ley General de Protección de Datos de Brasil (LGPD) para el procesamiento de datos personales, son escasas; incluso, las que existen, con frecuencia no son lo suficientemente buenas. Por este motivo, la protección de datos personales es una responsabilidad compartida.

En lo que respecta al usuario de Internet, su comportamiento digital es muy importante. La gente debe tener cuidado con la información personal que comparte en línea y debe evaluar regularmente las especificaciones de privacidad en sus aplicaciones y cuentas de redes sociales. Estas sencillas medidas podrían determinar la diferencia para evitar compartir más información de lo que deseamos.

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Por el lado de las empresas y organizaciones, éstas pueden y deben adoptar planes para minimizar aun más el daño potencial de los ciberataques. La forma en que una empresa gestiona las secuelas de un ataque puede determinar el verdadero costo a largo plazo. Por ejemplo, ser proactivo y transparente, además de reaccionar con rapidez, puede ayudar a reducir las pérdidas monetarias y de reputación. Muy a menudo, la falta de acción puede hacer que los incidentes con pérdida de datos sean más costosos de lo que podrían haber sido de otra manera.

En lo que seguimos confiando más detalles de nuestras vidas a las aplicaciones y cuentas en línea, las medidas que se toman para proteger la privacidad de los datos en línea deben evolucionar al mismo ritmo que la tecnología y las tácticas de los cibercriminales. A pesar de las medidas adoptadas por los reguladores y por las empresas, es fundamental que los usuarios finales asuman un papel activo en la protección de la privacidad de sus propias interacciones en línea. Solo entonces podremos asegurarnos de que el Internet siga siendo un recurso valioso y seguro para todos.

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Contacto:

Eugene es un experto en ciberseguridad de renombre mundial y empresario. Es cofundador y Director General de Kaspersky, proveedor privado de soluciones de ciberseguridad y protección de endpoints más grande del mundo que trabaja, entre otros con la INTERPOL y Europol en temas contra el cibercrimen. *

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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