Forbes El académico Carlos Scheel cree que hoy las empresas no pueden considerar que las estrategias de sustentabilidad sean optativas. Además, afirma que América Latina tiene una larga lista de retos para la puesta en marcha de un modelo de economía circular, sobre todo en industrias extractivas. La economía circular es un concepto utilizado frecuentemente por empresas europeas; implica un sistema industrial restaurador o regenerativo, en el cual la energía proviene de fuentes renovables, se elimina el uso de químicos tóxicos y se busca la eliminación de residuos en los procesos productivos. Dicho con otras palabras, este modelo pretende que se extienda la cadena de valor de la producción de las empresas; pasar de un ciclo cuyas fases son: “procesamiento de materiales, creación de un producto y venta al consumidor”, a un modelo diferente, que contemple el retorno del impacto al planeta y la responsabilidad del consumidor. “Este tema es particularmente difícil para la región, porque mucha de la industria local está basada en principios extractivos. Entonces, tienes petroleras, mineras, madereras, pesqueras, que tendrían que empezar a cambiar sus modelos de negocio, y de manera imperativa”, dice Scheel, investigador del EGADE Business School. Economías como la de Guyana están sostenidas, en 90%, por este tipo de industrias, advierte el especialista. En el caso de México, las industrias extractivas contribuyen con 5.7% del PIB nacional, de acuerdo con las cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), además de que representan 17.8% de las exportaciones y 32.8% de los ingresos fiscales. Esta dependencia dificulta las políticas públicas impulsadas por el gobierno para que las regalías sean mayores; es decir, se deja a la buena voluntad de las empresas el establecimiento de estrategias de sustentabilidad y, en su mayoría, éstas sólo buscan cumplir requisitos sin sacrificar, en ningún caso, sus ganancias. Para muestra, un botón. La organización Pacto Mundial, de la ONU, busca que las empresas cumplan con 10 principios básicos en materia de derechos humanos, estándares laborales, medio ambiente, y combate a la corrupción. Aunque los compromisos de sustentabilidad son básicos, del total de más de 5 millones de empresas en el país, sólo 689 se han unido a esta iniciativa y se han comprometido a acatar las especificaciones necesarias para ser consideradas empresas sustentables. “El planeta ha perdido la capacidad de regenerar el agua, el aire y la biodiversidad. Los recursos se consumen 1.7 veces más rápido de lo que se pueden recuperar. Es importante crear nuevos mecanismos para la resiliencia del planeta. En el caso de América Latina, las regalías son bajas y se daña el ecosistema de manera irreparable. Es un problema generalizado”, señala Scheel. Aroa de la Fuente, investigadora del centro de análisis Fundar, afirma que “aunque la contribución de la extracción de petróleo ha representado históricamente una importante aportación a los ingresos públicos y, en 2016, aún representó 16% de los mismos, éste no puede seguir siendo el argumento utilizado para impulsar esta actividad, por encima de los derechos de las personas y de las comunidades”. Cuotas por devastar De acuerdo con el informe de Fundar “Anuario de actividades extractivas”, la minería aporta una escasa contribución a las finanzas públicas, de alrededor de 0.32% de los ingresos del gobierno federal, y 0.24% de los del sector público presupuestario, lo cual se compara de manera negativa con los impactos que produce en la salud, el agua y la biodiversidad. En 2015, se registraron 1,609 concesiones en áreas naturales protegidas, una práctica permitida por la legislación. Para compensar el impacto, existen mecanismos que buscan garantizar condiciones más justas para las comunidades donde se desarrollan proyectos extractivos, pero cuya efectividad está en duda. Al respecto, el fondo minero recibió 4,282.5 millones de pesos (mdp) para los años 2014 y 2015, y el Fondo para Entidades y Municipios Productores de Hidrocarburos, 7,480.7 mdp en 2015 y 2016. “Hay incertidumbre sobre el impacto de los fondos a nivel local. No se sabe si los proyectos están siendo realmente implementados para atender, de alguna manera, las afectaciones socioambientales que generan las actividades extractivas. Encontramos vacíos importantes en la información disponible sobre estos fondos, por lo cual es urgente que sean presentados bajo estricta transparencia”, expone el informe. Te puede interesar: Empresas cuidan medio ambiente solo para ahorrar dinero: encuesta La Cepal advierte que, dado lo intensivo en capital de los procesos extractivos de recursos naturales, el sector genera relativamente poco empleo y enlaces débiles con proveedores locales. Dar prioridad a la extracción de recursos naturales hizo que el desarrollo de infraestructura esté orientado sólo a la extracción de los recursos y a la facilitación de la exportación, más que a la reducción de costos logísticos del sector manufacturero local. “Estos resultados también deben ser tomados en cuenta en la discusión acerca de cómo los recursos naturales y las actividades relacionadas pueden contribuir al desarrollo de otros sectores de la economía”, señala el documento del organismo. Una ruta circular Para Scheel, el círculo vicioso entre crecimiento y explotación de los recursos no se soluciona al prohibir la actividad de las empresas extractivas, sino cambiando la mentalidad de los modelos de negocios. “La economía circular tiene que ser económicamente sustentable; hay que poner los desechos de la producción en la mira para la reutilización: eso empieza a generar cultura”, dice. De acuerdo con la Fundación para la Economía Circular, con sede en España, este modelo económico plantea un proceso de producción que involucra no sólo a las empresas, sino también a consumidores y gobierno. La ruta de producción es entones conocida como Concepto Multi- R; esto quiere decir: repensar, rediseñar, refabricar, reparar, redistribuir, reducir, reutilizar, reciclar y recuperar energía. “En Europa hay muchos casos de éxito. Empresas como Unilever, Renault y Heineken tienen plantas diseñadas para que la operación se dé en un modelo circular. En América Latina hay casos aislados, con algunos productores de café, pero todavía no hay condiciones para replicar estos casos de manera exitosa”, lamenta Scheel. Michael Harvey, director de Relaciones Institucionales de Goldcorp en México, explica que, para la minera canadiense, la producción de una onza de oro tiene un costo de 80% de su valor, porque ha invertido en el procesamiento de residuos y ahorro de recursos naturales. “Al final del día, la inversión sigue siendo competitiva. Muchas empresas extractivas colocan su inversión en función de los factores que les dan más rentabilidad; pero nosotros no creemos que eso deba ser más importante que la sustentabilidad”, dice el ejecutivo. Desde hace dos años, Goldcorp ha invertido cerca de 420 millones de dólares (mdd) en el establecimiento de una planta de lixiviación de pirita en la mina de oro Peñasquito, la cual permitirá extraer el oro y la plata contenidas en la pirita resultante del proceso de extracción (un material que antes se consideraba residuo). Otro de los proyectos de Goldcorp es el programa Towards Zero Water, que permite reutilizar 80% del agua que ocupan en sus procesos.

El círculo vicioso entre crecimiento y explotación de los recursos se soluciona cambiando la mentalidad de los modelos de negocio. Foto: Georgy Rozov / EyeEm / Getty Images.

Scheel explica que, para que más empresas puedan implementar estrategias de cero desechos, energía alternativa o reutilización, se debe reflexionar sobre temas como el costo de una botella de PET virgen contra una elaborada con materia prima reciclada; o por qué cuesta más el café orgánico que el convencional. “El reto es convertir lo que es sustentable en económicamente viable y competitivo, crear condiciones y espacios adecuados para que, en los nuevos negocios, también sea exitoso un modelo de reutilización y refabricación”, dice. Añade que el procesamiento de desechos es una de las más grandes oportunidades con las que cuentan los países emergentes. “Debemos dejar de pensar que la meta es producir más con menos. Al producir más, se generan desechos. Debemos pensar que la meta es que los recursos circulen antes de convertirse en desecho”, puntualiza. Un cambio económico radical Las políticas públicas forman parte importante de la implementación de los principios de la economía circular. Si bien no se puede exigir a las empresas que sean sustentables por decreto, sí puede facilitarse su transición a un modelo de mejor utilización de los recursos. “Hay muchos temas que pueden atacarse y que contribuyen a una economía más sana. Uno de ellos es la distribución de la riqueza y el estudio de los modelos colaborativos”, señala Scheel. El académico explica que es importante diferenciar entre sustentabilidad y economía colaborativa, porque hoy las compañías como Facebook, Uber y Airbnb (que surgieron como una forma de democratización de recursos) concentran ingresos en corporativos que no contribuyen directamente a la preservación del ambiente, ni en el plano social ni en materia de recursos naturales. “La concentración de la riqueza genera brechas sociales; la producción de bienes también se distorsiona porque hay una demanda desmedida por algunos estratos y carencias inmensas en otros. Hay que producir según las necesidades reales. En el campo de política pública, América Latina necesita cambios estructurales, no parches, porque hay metodología para hacer cambios de fondo”, indica Scheel. Para el experto, la economía circular requiere que se tomen en cuenta cuatro postulados básicos: 1) Se trata de un modelo de negocios inclusivo donde participan la empresa, el consumidor y el gobierno; 2) para que la economía circular exista, debe haber Estado de derecho, combate a la corrupción y transparencia; 3) el alimento es clave; los productos chatarra cuestan en materia de salud pública y calidad de vida de las personas; por otro lado, es importante reducir los índices de desperdicio de alimentos; 4) entender que la innovación es sistémica. Dicho con otras palabras: el problema no es el auto, es la movilidad. “El objetivo no es enseñar cómo pescar mejor, sino asegurarnos de que exista un lago para hacerlo”, afirma Scheel.

 

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