Por Luis Dantón Martínez Corres* Durante la década pasada se ha gestado una importante evolución en el tema de cumplimiento normativo, o compliance, tanto en la forma como se concibe su papel dentro de las organizaciones, como en el grado de desarrollo y especialización que esta importante área está teniendo. Podemos decir que hoy la función del compliance ha cobrado una gran relevancia en las organizaciones, que no se encuentra limitada a tener una defensa en caso de una investigación por violaciones a las leyes, sino que va más allá y tiene que ver con asegurar el funcionamiento ético de las organizaciones para fortalecer y preservar su reputación, la cual es un activo fundamental para lograr su crecimiento y rentabilidad. Asimismo, existe actualmente un creciente reconocimiento de que este cumplimiento debe ser parte integral del negocio, ya que tiene una incidencia directa en las utilidades de las empresas. Esta nueva tendencia queda en evidencia con el nombramiento reciente de un experto en compliance como miembro del Consejo de Administración de Airbus, por mencionar solamente a una de las empresas de clase mundial que están siguiendo esta nueva práctica. Hoy sabemos que una empresa que ve dañada su reputación ve afectado su crecimiento e inclusive su existencia misma. Ejemplos tenemos muchos: Siemens, Enron, Wells Fargo, Odebrecht, Petrobras, Walmart… la lista es muy larga para continuar. Los costos legales y de multas, penalidades, costos de inversión en compliance, costos en oportunidades de negocio perdidas y afectación en el crecimiento del negocio pueden llegar a ser enormes. Tan solo Walmart ha gastado 850 millones de dólares (mdd) en costos legales y de cumplimiento a raíz de la investigación del Departamento de Justicia de los Estados Unidos iniciada en el año de 2012 a sus operaciones en México y en otros países. Y se espera que llegue a un acuerdo con esta dependencia por cuando menos 300 mdd, con lo que este tema seguramente tendrá un costo para la empresa tan sólo en temas legales y de compliance superior al billón de dólares. Otro ejemplo de estos costos es la empresa brasileña Odebrecht que llego a un acuerdo con las autoridades de Brasil, EU y Suiza por 2.5 billlones de dólares. Estas son cifras enormes que cuentan solamente parcialmente la historia de los costos que estos problemas ocasionan a las empresas. Quizás cuando se cuantifican los demás daños y costos colaterales como talento perdido que deja la organización, afectación del negocio, perdida de crecimiento, e inclusive su quiebra por incapacidad para seguir operando por el daño irreparable a su reputación, podemos comenzar a entender la enorme importancia que tiene el compliance para las empresas. Los costos literalmente pueden llegar a ser incuantificables. Es por ello que el compliance ha vivido un desarrollo notable en la última década. Es tal la magnitud del cambio que se ha experimentado que se habla de una evolución del compliance 1.0 al 2.0 y ahora al 3.0. De manera rápida podemos decir que una primera versión del compliance 1.0 era una función dependiente de las áreas legales, de auditoría o financieras, y que estaba relativamente aislada, si no es que confrontada con el negocio y considerada en el mejor de los casos como un freno al mismo. El compliance 2.0 implica que la función se encuentre ubicada en una posición de liderazgo organizacional que le permita estar sentada en la mesa de las discusiones más importantes del negocio, reportando directamente al CEO y al Consejo de Administración, y convertida en un verdadero socio del desarrollo y crecimiento del negocio. Ahora, el compliance 3.0 implica que esta función no tiene que ser un gasto sin retorno financiero, sino todo lo contrario. Un programa de cumplimiento bien diseñado e implementado tiene todo que ver con una operación eficiente y rentable. Por ello en su concepción más moderna no sólo es parte integral del negocio, sino que busca lograr una mayor rentabilidad de estas inversiones repensando a través de procesos de reingeniería sus estructuras y procesos internos para lograr ahorros en gastos y eficiencias. Asimismo, es un área que tiene métricas relevantes para medir los indicadores que permitan gestionar y mejorar continuamente su aportación al negocio. Es justo decir que la nueva normalidad comienza a ser el compliance 3.0. Esta profesión ha madurado y con ello se ha desarrollado una comunidad global de expertos que se reúnen en conferencias por todo el mundo, comparten conocimientos, mejores prácticas, obtienen certificaciones y se desarrollan en un plano difícil de imaginar tan solo diez años atrás. Existe verdaderamente un auge y una nueva valoración profesional y a nivel de las empresas de esta área funcional, incluyendo como se mencionó el nombramiento de expertos de compliance como integrantes de los Consejos de Administración de las empresas más importantes del mundo. En fin, puede escribirse mucho más sobre este tema, pero baste apuntar ahora que el momento del compliance ha llegado y que estamos en la era del compliance 3.0. Aquellas empresas que conviertan el cumplimiento en una de sus ventajas competitivas seguramente saldrán ganadoras en los años por venir. *Socio de Ritch, Muller, Heather y Nicolau, y encabeza la práctica de Gobierno Corporativo y Compliance.   Contacto: Correo: [email protected]. Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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