Una de las grandes habilidades de una mente creativa es la de encontrar conexiones donde otros no ven más que un hueco vacío. El cerebro humano tiene habilidades asombrosas, lo malo es que no viene con instructivo. Somos, cada uno de nosotros, los que tenemos que descubrir cómo utilizarlo y, los creativos buscan llevarlo a su máxima potencia. Hay quienes encuentran en el aburrimiento un sinsentido absoluto que los lleva a la desesperación y los precipita a la mediocridad, sin embargo, el aburrimiento puede ser una fuente inagotable de soluciones. Mi abuela solía decir que sólo los tontos se aburren. En cierta manera, tuvo razón. El aburrimiento puede estimular la creatividad y la resolución de problemas, nos enseña a identificar las actividades que nos gustan, que tienen mayor significado y nos activa la resiliencia.

Tenemos la creencia de que una mente ocupada es una mente activa. En contrario sensu, damos por sentado que una cabeza ociosa es floja y no productiva. Entonces, nuestra reacción es llenar ese hueco de actividades y tareas. Además, afirmamos con gran autoridad que mientras más rápido lo hagamos será mejor. Eso es un error que nos puede llevar a inhibir la creatividad. La profesora Erin Westgate de la Universidad de Florida sostiene que “hay un estigma social en contra del aburrimiento, cuando se trata de algo normal, natural y saludable”. Más que condenar, lo que sirve es analizar. La pregunta correcta aquí es: ¿Qué sucede cuando la gente se aburre?

Cuentan que Henri Poincaré, un matemático del siglo XIX estaba trabajando en la resolución del problema de los tres cuerpos — que consiste en determinar, en cualquier instante, las posiciones y velocidades de tres cuerpos, de cualquier masa, sometidos a atracción gravitacional mutua y partiendo de unas posiciones y velocidades dadas— sin muchos resultados. Se fue de vacaciones al sur de Francia y mientras iba en el autobús, absorto en las imágenes que pasaban frente a la ventana, admirando el paisaje, la respuesta se le iluminó en el cerebro. Lo que le funcionó a Poincaré puede ser de utilidad para nosotros en nuestros días.

Los caminos que recorre nuestra mente por el cerebro para encontrar soluciones son un misterio. Lo cierto es que cuando estamos haciendo un esfuerzo muy intenso por encontrar una respuesta, es frecuente que no demos con ella. Es como cuando queremos recordar el nombre de una persona, nos concentramos en dar con el dato y mientras más tratamos de enfocarnos, menos damos con él; o como cuando perdemos las llaves y nos esforzamos por traer a la mente el último momento en que las vimos. Le damos y le damos vuelta a la cabeza y nada. Pero, de repente, como por arte de magia, se nos enciende ese nombre o nos llega ese recuerdo y como el mismísimo Arquímedes, gritamos ¡Eureka!

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Efectivamente, así como Poincaré encontró la respuesta mientras se aburría en el autobús, o como Arquímedes resolvía el problema del volumen irregular de los cuerpos mientras se bañaba, nosotros podemos pedirle a la mente que nos resuelva el problema mientras nos relajamos y le damos espacio al aburrimiento. Cuando estamos concentrados en la resolución de un problema, se nos enciende la parte prefrontal del córtex cerebral, que está atrás de la frente y es donde alojamos las fórmulas ya conocidas por nuestra mente. Cuando nos relajamos, nuestra atención le permite a la mente divagar y da oportunidad al cerebro de recuperar recuerdos que tenemos almacenados o de ver las cosas desde un punto de vista alterno. Al aburrirnos, le damos permiso al cerebro de iluminar partes que al estar concentrados no se encienden.

Si cambiáramos la forma en que vemos el aburrimiento, conseguiríamos mejores resultados. En realidad, el aburrimiento es una emoción que sirve como luz indicadora de que lo que estamos haciendo en ese momento no funciona. Es decir, se trata de una alerta que, en vez de desestimarla, debiéramos atender. ¿Qué nos dice esa alerta? Nos indica que lo que estamos haciendo es demasiado: demasiado fácil o difícil; es abrumador o irrelevante; es interesante o molesto. Una forma en que los líderes pueden ayudar a sus equipos de trabajo o en la que nosotros mismos podemos abordar el tema, es aprender a gestionar nuestro aburrimiento. ¿Cómo? La profesora Westgate da un consejo sencillo: “nómbralo y contrólalo”.

La gente en el trabajo suele expresar aburrimiento cuando se sienten solos y requieren atención, así que, a un buen líder le corresponde preguntarles qué hace falta para convertir ese sentimiento en un reto. Recientemente, estaba trabajando con un equipo de guionistas para programas de radio. La ilusión que yo experimentaba por el proyecto no era compartida por todo el grupo, pero no se atrevían a expresarlo. No obstante, se les notaba una cierta decoloración emocional, una participación ralentizada, en fin, una ausencia de interés. Mi primer impulso fue llenarlos de trabajo para que dejaran de ver el reloj y se pusieran a trabajar. Por suerte, no cedí al impulso. Permití que se aburrieran. ¿Qué les aburre? ¿Cómo podrían transformar este aburrimiento en algo interesante?

Al darle cabida al aburrimiento, se abrió la puerta a un trabajo libre e imaginativo. Fueron capaces de echar a volar la imaginación, de identificar y desarrollar fuentes de significado y de ahí surgió el proyecto de “Fragmentos” de Pretextos literarios por escrito (https://www.porescrito.org/fragmentos/) En ocasiones, los jefes le temen al aburrimiento de sus colaboradores y los estragos que pueda causar en los proyectos y en el ambiente de trabajo. No debiéramos. De hecho, sería muy bueno programar un tiempo libre en el esquema de trabajo, un espacio dedicado a relajar la mente, a elevar la mira de la cotidianidad y a permitir que la creatividad aflore.

No se trata de dejar a las personas en un cuarto vacío sin absolutamente nada que hacer, se trata de permitir que el equipo de trabajo se allegue de elementos que serán significativos para cada uno y que encajarán bien con los proyectos que tienen asignados. Existe un ejercicio que a mí me gusta hacer con mis equipos creativos: Sal a caminar y piensa en tres ideas —mejoras, propuestas— que podamos implementar. Ese ha sido el gatillo que destapa la creatividad, es el punto de inflexión en el que el aburrimiento se convierte en una emoción de acción positiva.

El problema que enfrentamos es que, para desaburrirnos, los seres humanos de estas épocas nos volcamos a las pantallas de nuestros dispositivos. Los teléfonos, tabletas, computadoras que requieren de muy poco esfuerzo para calmar la sensación de aburrimiento. Así, en vez de que la creatividad aflore, la inhibimos. Es lógico que tomemos esas opciones, porque es sencillo, no obstante, eso no significa que sea lo mejor en esa situación. Ese es el camino de la flojera. El sendero creativo busca rutas diferentes. 

Es curioso, mientras más presionamos a nuestro cerebro para dar con una solución creativa, el resultado será más ordinario. Y, ¿quién diría? El aburrimiento puede formar parte de ese trabajo arduo, de ese trabajo bueno y relevante. Sí, el aburrimiento y la creatividad pueden ser una combinación asombrosa.

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