Hacedor de cosas. Tal título puede describir el rol de cualquiera en el mundo, incluso hasta el de un político. Nos toca diseñar proyectos, cerrar ventas o crear mundos virtuales en una realidad en la que vinimos a hacer, para intentar dar significado al ser.

Así es como llegamos a este punto en el que malabareamos proyectos y aplaudimos ideas, mismas que parecieran escasear por su calidad o diluirse entre ellas por la ansiedad que manda en un ambiente de aceleración.

Con tal prisa, no es extraño, que frente a la pantalla en blanco, el cursor parpadeé como quien reclama a su interlocutor que inicie la conversación.

¿Qué es una idea?

Cuando una idea es requerida, suele común que la sensación de encierro aceche y con ella, el juicio que desemboca en autosaboteo: me quedé sin ideas.

Antes de hurgar en el cultivo de ellas, habría que partir de lo que se puede entender por una idea. ¿Se trata de una excavación, de un reflejo o de una reconstrucción? ¿Es una deuda que tenemos con la configuración del mundo? ¿Se trata de un reflejo del propio ser y su verdadera riqueza en esta plataforma de existencia? ¿Es el resultado de otras ideas y por lo mismo un bucle para voltear a ver la función natural del ser? 

Una idea es un brote de contenido conceptual que es resultado de la imaginación y de la actividad más sutil con que contamos: la mental. Suele ser la descripción o representación de un episodio, la resolución a un problema, un plan para emprender o el paso previo para desarrollar materia significativa que nos diferencia y alimenta.

En la ciudad de Copenhague, en Dinamarca, hay una biblioteca en la que en lugar de libros hay personas que cuentan sus historias. La llamada Menneskebiblioteket tiene como meta reconstruir las relaciones humanas a partir del cruce de ideas. 

¿Hay nuevas ideas?

Todo lo visto, pensado y sentido representa un punto de contacto receptivo para generar nuevas ideas. Sería difícil encontrar un par de personas que no tuvieran nada que contar, tratando de exprimirse en la citada biblioteca humana.

Esta aproximación parte de que no necesariamente hay buenas ideas, sino una mejor combinación de ellas. De ahí que el acopio de referencias —o inspiración, como es usualmente llamado este ejercicio— sea considerado un primer paso. 

Lograr abrirse con honestidad es el paso inicial de un proceso creativo genuino. Saber que existen los recursos para generar buenas ideas y partir de la apertura y del descubrimiento de contexto próximo es como suceden los esfuerzos iniciales. 

Prueba a descubrir otra faceta de tu barrio, escuchar otros géneros de música, releer en otro contexto un libro favorito y buscar a los autores que lo hayan influenciado. En una idea, reconocer un sentido despierto de la curiosidad.

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Un camino 

Todo es una cuestión de atención. Empieza por atender tu respiración. ¿Es corta o larga? ¿Rápida o profunda? Entonces trata de notar el estado de tu cuerpo. ¿Hay tensión en alguna parte de él? ¿Puedes relajarlo paulatinamente? ¿Cómo se siente tener un cuerpo?

Ahora ábrete a lo que hay alrededor. Prueba ver con detalle el ambiente que te rodea, especialmente aspectos que ignorarías. Trata de verlos con cuidado y encontrar elementos nuevos a tu experiencia. Hay tanto que descubrir del mundo si uno deja de estar ensimismado. 

El primer paso: el acopio de referentes

El objetivo del cultivo de nuevas ideas es en parte, abrir y estar abiertos. Para ello resulta elemental el ejercicio constante de afilar la sensibilidad y mantener una apertura a referentes que contagien la posibilidad de hacer algo con ellos. 

Esta receptividad permea los sistemas cognitivos y asociativos y logra abrir conductos que conectan y reconfiguran las referencias acumuladas con otras nuevas para dar lugar a posibilidades que ni siquiera parecían cercanas. Por eso leer, escuchar nueva música, digerir géneros de teatro que usualmente no atenderías e ingresar elementos significativos a tu campo semántico es el inicio de todo. 

La atención es el activo más relevante en el espacio de la creación de ideas. La administración y el filtraje de las mismas debería ser una tarea que, con exigencia y disciplina, tendría que ser entrenada. 

Así, salir de los algoritmos que mantienen cautiva la atención con destellos de predictibilidad logra que en lugar de hacer el acostumbrado repaso noticioso o de poner la misma playlist, decidas leer un autor nuevo y descubrir una nueva bebida que en otro momento no hubieras probado. 

Darte permiso de crear una nueva idea y ponerla en práctica es una proeza por sí misma. Trata de iniciar con pasos leves y disfrutar el camino. El concepto de perfección aleja un proceso creativo genuino: Oscar Wilde decía que hay cosas tan importantes que no merecen ser tomadas en serio. La importancia personal paraliza cualquier intento de frescura en un proyecto, mientras que una mirada lúdica hace que el ángulo sea uno de verdadera experimentación. 

Segundo paso: nutrir las semillas

Una vez que han ingresado las referencias toca el turno al cultivo y experimentación de las ideas generadas. La clave aquí es tener espacio para que puedan madurar en un ambiente propicio. 

Sobra decir que, bajo la analogía de una semilla, el estado embrionario y de cuidado de las ideas necesita privacidad. Exponer ideas de manera precipitada da pie a opiniones de un proceso inacabado.

Este es el momento de jugar con las variables: hacerse preguntas retadoras y cambiar aspectos que pudieran parecer definitivos. Aquí ninguna idea es riesgosa y puede estirarse lo que quieras. ¿De qué sirve aterrizar ideas seguras, confortables y mediocres?

Por ejemplo, si en un viaje a Europa te llamó la atención la revista de a bordo de una línea aérea en la que hacen entrevistas divertidas a diferentes personas en distintas ciudades del mundo y se te ocurrió crear un producto editorial en el que se entrevistan pasajeros en pleno vuelo con la idea de acercar y conectar aún más con quien tome esa revista, podrías jugar con el hecho de que la entrevista y la foto se hicieran en vuelos al azar; que la entrevista la hiciera el capitán del vuelo; que la misma se llevara a cabo en la cabina de la aeronave; que esto representara un premio y fuera sorteado desde antes del despegue. 

Las mejores ideas surgen luego de ser conectadas y retadas.

Tercer paso: la confección

Ya que la idea fue reconfigurada y probada de múltiples formas, es hora de aterrizarla y hacerla realidad. Este ejercicio requiere paciencia y concentración: es tanto como la receta de un platillo que se construye ingrediente por ingrediente y en la cual, la jerarquización y el orden dan cadencia al siguiente paso. Además, se vale probar y mejorar el resultado que llevas hasta el momento. 

Expectativa es el nombre potencial que lleva la decepción. Si tienes una idea preconcebida poco flexible, será un hecho que el trabajo de traducción que estás llevando a cabo te decepcione por la distancia con la inflexible idea inicial. Además, establecer fechas límite en este paso es relevante para evitar que el proyecto tenga la visión de refinamientos ilimitados. 

Ideas, ¿para crear valor? 

Crear ideas trata de un atrevimiento a hacer frente a lo confuso, a lo inconcluso. Intentar explicar el mundo y sus alcances es saber ponerse en la frontera de cualquiera que las necesite o le apasione lo que hay del otro lado. Se trata —al final del día— de construir valor.

Somos contradicción e incoherencia. No sabemos casi nada acerca de casi todo y para eso son las ideas. Para atreverse a cambiar de perspectiva y saber sorprenderse sin espacio alguno para los lugares comunes.  

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Contacto:

Eduardo Navarrete es Head of Content en UX Marketing, especialista en estrategias de contenido y fotógrafo de momentos decisivos.

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Instagram: @elnavarrete

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