¿Qué estabas haciendo el lunes 4 de octubre alrededor de las 11 de la mañana? Es muy probable que estuvieras trabajando, tal vez aun haciendo home office, o tomando clases virtuales. Como quiera que fuese, es casi seguro que estabas atento a tu smartphone o a tu computadora. ¿Intentaste enviar un mensaje de WhatsApp?, ¿trataste de revisar tus publicaciones en Facebook?, ¿quisiste actualizar tu cuenta de Instagram? Al igual que tú, millones de personas en todo el mundo fueron desconectadas de varias de las redes sociales más utilizadas a lo largo y ancho del planeta durante más de seis horas.

El apagón digital que involucró a estas redes sociales —que es el tercero en lo que va del 2021— tuvo un costo enorme para muchas empresas y personas. La conectividad digital en la que nos sumergió la pandemia de Covid-19 ha provocado que, para muchos de nosotros, aplicaciones como WhatsApp o Messenger tengan una importancia vital en nuestras actividades profesionales.

¿Todo era más simple cuando solo existía el teléfono o el fax para comunicarnos? Digamos que eran tiempos diferentes. En la primera Casa de Bolsa donde trabajé en la primavera del año 2000 solo teníamos teléfonos, un fax y unas cuantas computadoras que nos peleábamos por turnos o sorteábamos su uso. En aquel primitivo mundo digital y en aquella institución nadie tenía una cuenta de correo electrónico individual vinculada a la empresa.

Por esas fechas, los corredores de bolsa con mejores ingresos eran los que tenían un automóvil del año, vestían corbatas italianas de seda y, obviamente utilizaban un teléfono celular, algo inalcanzable para un estudiante que hacía sus pininos en el mercado de valores. Los teléfonos móviles eran un lujo, no una necesidad.

Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos el mundo nos interconectó y la tecnología se democratizó; pasamos de tender el cable del teléfono a mitad de la sala para conectar la computadora (¿recuerdan el sonido que hacía el módem?) a vernos y escucharnos en tiempo real con alguien que puede estar del otro lado del mundo sin importar el lugar en donde nos encontremos. El planeta Facebook es muy reciente.

No se nos olvide que la digitalización del mundo tiene pocas décadas, la Universidad Nacional Autónoma de México trajo la primera computadora en 1954 —era un dinosaurio de 900 kilos— y la primera conexión en la historia entre dos computadoras se realizó en 1965 entre un ordenador que estaba en Massachusetts y el otro en California. Desde entonces, las conexiones de internet transmutaron de serios formalismos científicos hacia la cotidianidad de una videoconferencia entre dos novios prodigándose frases de amor. Los adolescentes que están estudiando la preparatoria serán la primera generación en la historia que no sabrán lo que es vivir sin Facebook o WhatsApp.

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En febrero de 2004, Mark Zuckerberg decidió emprender una tarea que, sin saberlo, transformaría al mundo cuando lanzó una web social para alumnos de Harvard y que hoy tiene un valor en Wall Street de casi un billón de dólares. Facebook salió a bolsa en mayo de 2012 a un precio de cierre por acción de $38 dólares (USD), su valor de mercado “apenas” era de 100 mil millones. Fue la Oferta Pública Inicial (OPI) más grande de la historia en cuanto a empresas tecnológicas superando a Google, únicamente fue superada por las OPIs de General Motors y VISA.

El día de su salida, Facebook tuvo un módico rendimiento de 0.6% y, para el último día de 2012, el precio de cierre era de $25.91 USD, es decir, tenía una minusvalía de -31%. Los inversionistas que compraron la acción de Facebook el día de su salida a bolsa —entre ellos Bono, el vocalista de U2— no estaban muy contentos.

Pero el tiempo lo cura todo, eso dicen muchas canciones, varios poemas y múltiples refranes. A Facebook el tiempo le curó todo, en el reciente día del apagón de octubre, la acción cerró en $326.23 dólares, nada mal para una empresa que por un mal día tuvo una pérdida de -4.89%. La compañía que cotiza en la bolsa Nasdaq ha multiplicado su valor casi por 9 desde su lanzamiento, en números redondos ha sido un gran negocio. Las cifras de las empresas de Zuckerberg son brutales.

WhastApp, que es una de sus múltiples filiales, es utilizada para mandar casi 100 mil millones de mensajes diarios, lo cual equivale a que cada ser humano que ha existido a lo largo de la historia envíe un mensaje diario por esa aplicación; Instagram, otra más de sus filiales, tiene más de 500 millones de usuarios o sea más que la población de México, Brasil y Rusia juntas; mientras Facebook tiene más de 2,700 millones de usuarios activos lo que significa que, si juntáramos a todas las personas que usan esta red social, Facebook sería el país más poblado del planeta.

Mark Zuckerberg ha comprado durante los últimos años a más de 80 empresas, muchas de ellas valen cientos de millones de dólares. Aquel estudiante de Harvard transformó la dinámica social y en esa trayectoria se volvió uno de los hombres más ricos del planeta; Mark puede ser el héroe o el villano de la película, pero sin duda es un protagonista de la historia.

Las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea nos han cambiado la vida en muy poco tiempo, hoy los bípers (si sabes que es un bíper, ¡felicidades, seguro ya te vacunaste!) son una pieza de museo y, a la velocidad que vamos, en algunos años el planeta Facebook tal vez podría ser la galaxia Facebook, pero eso depende de Elon, no de Mark.

Edgar Arenas Sánchez es economista, gerente comercial en una casa de bolsa en México, profesor de economía bursátil en la UNAM, blogger de Rankia México y autor del libro “Invirtiendo y entendiendo”, reconocido por la Universidad Anáhuac, universidad de Cantabria y Santander Financial Institute como mejor asesor de inversiones 2020.

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