En la mitología griega Cassandra era una vidente de Troya que vivía bajo una maldición, esta consistía en que nadie creería jamás sus pronósticos. Ella fue quien predijo la caída de su pueblo ante los griegos, pero sus compatriotas no la tomaron en serio debido a la maldición. El resto de la historia se desarrolla en los 15,693 versos que escribió Homero en la Ilíada.

Los riesgos, en muchos casos, e igual que lo que los troyanos hicieron con Cassandra, suelen ignorarse o menospreciarse. En materia de inversiones es indispensable controlar de forma adecuada los daños que pueden existir por un mal cálculo en los riesgos.

Hace algunos años me encontré con una inversionista que alegremente me decía: Don Edgar, aquí en mi banco me han dicho hasta el cansancio que mi inversión no corre ningún riesgo.

Semanas después de esa reunión, la misma mujer llegaba inquieta a mi oficina y con un semblante serio me preguntaba cómo era posible que uno de los bancos más grandes del mundo hubiera quebrado unos días antes. En septiembre de 2008, Lehman Brothers, uno de los bancos de inversión más emblemáticos del planeta, había escenificado el quebranto más grande en la historia de los Estados Unidos. Muchos inversionistas no estaban preparados para escuchar que toda inversión conlleva un riesgo. En los meses subsecuentes un dominó de instituciones financieras a lo largo y ancho del orbe, principalmente en Europa, se declararon insolventes y, como resultado, el dinero de muchos inversionistas desapareció bajo los escombros de la crisis financiera más grande desde la Gran Depresión del siglo pasado.

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El “riesgo”, esta palabra maldita, como el embrujo de Cassandra, le pone los pelos de punta a más de uno y, en algunos casos, negar el riesgo suele ser la forma más sencilla de darle la vuelta, pero el hecho de que tapemos el sol con un dedo no significa que el astro rey desaparecerá con sus 6,0877×1012 km² de diámetro.

De hecho, los riesgos se traducen en un efecto positivo, los médicos suelen decir que lo mejor que nos puede ocurrir para prevenir un padecimiento es identificar cuáles son nuestros factores de riesgo. Y ya lo dice mi mamá: “más vale prevenir que lamentar”.

Los riesgos en la gestión de inversiones suelen estar vinculados principalmente a un factor: la concentración del capital en un mismo activo de inversión. Y el único antídoto para poder mitigar el riesgo al invertir es solo uno: la diversificación.

Los inversionistas suelen buscar el máximo rendimiento como única finalidad, y no están del todo mal, pero esto es solo una foto y no toda la película; invertir conlleva buscar un retorno que optimice el rendimiento con base en un determinado perfil de riesgo.

La Ciudad de México es un lugar altamente sísmico, la historia nos lo dice y la alarma sísmica frecuentemente nos lo recuerda. Lo último que haría un buen inversionista en bienes raíces sería comprar varios departamentos en el mismo edificio. No es una buena idea tener todo el dinero en el mismo predio. Una tragedia, como un edificio de departamentos desplomándose, se puede hacer más grande si todo el dinero está concentrado en el mismo lugar. Una regla para los inversores en bienes raíces es tener distribuido en diferentes zonas su portafolio de activos y eso también aplica para una inversión bursátil.

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¿Cómo determinar nuestro perfil de riesgo?

Identificar nuestro perfil de riesgo es una labor que se debe hacer antes de invertir en cualquier activo: bienes raíces, acciones, bonos, metales amonedados, divisas, arte, etcétera.

Durante los últimos años, la Asociación Mexicana de Instituciones Bursátiles ha ejecutado una labor ardua entre todas las instituciones del mercado de valores para que, sin excepción, los inversionistas identifiquen su perfil a través de un breve cuestionario que tienen que resolver antes de abrir un contrato de inversión. Este pequeño test le permite conocer a una persona si su perfil corresponde a un inversor conservador, moderado o agresivo. El perfilamiento es una guía simple y de mucha ayuda para determinar en qué instrumentos de inversión puede invertir y en qué proporciones puede hacerlo para diversificar y mitigar los riesgos.

La historia nos muestra que la mayoría de los riesgos en materia de inversiones han sido impredecibles. Nicholas Taleb diseñó un concepto llamado “Cisne negro” para identificar eventos inesperados e imperceptibles que ocasionan grandes daños en materia social y económica. Por ejemplo, la crisis de salud pública por COVID-19 es un cisne negro. Los inversores más experimentados suelen estar atentos a lo que ocurre pero, sobre todo, están más atentos a lo que no se ve.

Gestionar el dinero de cientos de personas a lo largo de 20 años me ha permitido conocer los casos de muchas personas que pensaron que su inversión no corría ningún riesgo, ese suele ser un gran error, pero otro más grande es no escuchar a quien pide que se tomen las medidas adecuadas para gestionarlo. Los riesgos nunca desaparecen, pero se pueden mitigar a través de una administración profesional de las inversiones.

Los troyanos no tuvieron una segunda oportunidad, su historia pudo haber sido diferente si hubieran prestado atención a las palabras de Cassandra, pero los inversionistas sí tienen la oportunidad de abrir sus ideas y correr una mejor suerte que la ciudad a donde Aquiles ingresó en un caballo de madera.

Cuéntame, ¿tú ya estás listo para mejorar la gestión de los riesgos en tu inversión?

Edgar Arenas Sánchez es economista, gerente comercial en una casa de bolsa en México, profesor de economía bursátil en la UNAM, blogger de Rankia México y autor del libro “Invirtiendo y entendiendo”, reconocido por la Universidad Anáhuac, universidad de Cantabria y Santander Financial Institute como mejor asesor de inversiones 2020.

Twitter: @garoarenas

LinkedIn: Edgar Arenas

Email: [email protected]

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